El Cine como forma expresiva y estética

jueves, 29 de septiembre de 2011

“EXIT THROUGH THE GIFT SHOP”. BANKSY, 2010


Por: Javier Mateo Hidalgo

Sucedió una mañana de domingo. Pasaba yo por una de las casetas de la histórica Cuesta de Moyano para realizar mi habitual intercambio de mercado negro de películas. El haber transitado tantos domingos por la feria del libro madrileña me había convertido en cliente habitual y, por consiguiente, me había granjeado buenas amistades entre los libreros. Uno de ellos comparte conmigo la afición cinematográfica y posee, como yo, un buen inventario de Films que, año tras año, con paciencia y dedicación, ha ido recolectando de aquí y de allá. Ese día le llevaba, para esta simbiosis cultural, “Le coquille et le clerygman” de Germaine Dulac. Él, me obsequió con este film documental de Banksy. Lo bueno de todo esto es que nunca sabemos lo que vamos a llevar en este trueque cultural y siempre hay sorpresas. Nuestra amistad viene desde la época en que yo me las daba de surrealista y él, conociendo mis inquietudes, me había descubierto a Cocteau con “le sang d´un poète”.


Tardé en ver aquella película. La verdad es que no me llamaba suficientemente la atención y acababa por dar preferencia a otras más urgentes. La primera sorpresa de todas fue que lo que estaba viendo no me estaba hablando concretamente de Banksy sino de un tipo francés de nombre Thierry Guetta. ¿De dónde había salido este tipo? Al parecer, tuvo una infancia dramática y esto le llevó a filmar todo cuanto tenía alrededor con una cámara de video. Quería capturar todos los momentos de su vida, no dejar que nada se escapara. Lo más curioso de todo es que solo le interesaba esta primera intención, pues una vez grabada la cinta la guardaba en una caja junto a otras grabadas anteriormente sin ninguna intención de visionar su contenido. Le bastaba con capturar los instantes. Así, un buen día, comenzó a interesarse por lo que hacía su primo (más conocido como Space Invader). Éste, se dedicaba a realizar “azulejos” con motivos de videojuegos y los “instalaba” en cualquier resquicio libre que se le presentaba al salir por la calle. El arte urbano comenzaba su boom sin que Guetta fuese de ello consciente. Él acompañaba a su primo registrando todo lo que él hacía y, poco a poco, se interesó por otros artistas callejeros llegando a conocer-entre otros- a Shepard Fairey (aquel que hizo famoso los carteles de “Obey” y aquellos otros de la efigie de Obama). Todo esto, por supuesto, abandonando a su mujer y a su hijos, porque para un trabajo tan atareado como el suyo se necesitan las veinticuatro horas diarias y un espíritu viajero digno de Phileas Fogg. Thierry acaba sintiendo esa adrenalina de aquellos a quienes acompaña en sus actividades nocturnas ilegales, llegando a subir un escalón más alto por ser él quien documenta todas estas acciones. Poco a poco, se va obsesionando con realizar un documental con todo lo que ha filmado, pero a su vez es consciente de que aquello que se propone es de aquellas cosas que solo podrían hacerse después de muerto. No obstante, el sigue grabando y acumulando cintas de video. El destino hace que, en su empecinamiento, conozca a Banksy (que, no lo olvidemos, es el responsable de este documental). Este, al principio, le toma por lo que todos pensamos (un freak de alto estanding) pero, finalmente, piensa que la labor que desempeña (labor, por denominarlo de alguna forma) puede serle útil ya que todas sus acciones, al no estar permitidas por la ley, acaban siendo eliminadas del mapa. Así, un cámara testimoniador le viene como anillo al dedo (y si, además, está dispuesto a cualquier cosa como escudero contemporáneo, resulta el chivo expiatorio perfecto). Pero llega el día que Thierry esperaba sin ninguna gana: Banksy le pide que haga por fin el documental del que tanto había hablado sobre el arte urbano. Este colectivo necesitaba una voz para darse a conocer y Thierry la tenía en su almacén gigante audiovisual. Entonces, Guetta actúa como de él se esperaría: hace un collage cogiendo de aquí y allá imágenes sin ningún criterio, llegando a formar una pieza audiovisual imposible de comprender ni tolerar. Banksy, entonces, le da una segunda misión todavía más descabellada: convertirse en un artista y realizar una exposición. Thierry se lo toma tan en serio que acaba con la poca paciencia que le quedaba a su familia hipotecando todos sus bienes. Se rodea de artistas y asesores para crear sus obras y, valiéndose además de sus anteriores contactos, crea un marketing de tales dimensiones que acaba triunfando en su empresa. Ahora, se hace llamar “Mr. Brainwash”, o el que lava cerebros.


Su “estilo” resulta una mezcla de arte pop con herencia de Warhol y arte urbano, todo esto salpimentado con visión de negocios al más puro estilo Damien Hirst.
Durante el visionado, tuve mis dudas de si aquello era en realidad un falso documental, ya que todo resultaba demasiado rocambolesco. Pero, nada más lejos de la realidad.
Después de todo esto, me surgieron una serie de preguntas delirantes, de esas con las que uno se vuelve loco porque siempre llega al mismo punto de partida. Todo esto tenía que ocurrir, pues llevo la friolera de siete años cuestionándomelas, desde el primer momento en que tomé contacto con el arte dentro de la enseñanza: bachillerato.
¿El éxito del arte en la actualidad reside en tener dinero y contactos? ¿Importa mucho el ser artista o este es un elemento que no resulta imprescindible? Evidentemente son cuestiones peliagudas dentro de este mundillo; incluso, puede que tengamos las respuestas pero no nos interese reconocerlas como válidas. En cualquier caso, la polémica está servida. Banksy, es un experto en todo esto. De hecho, es siempre el primer artista ilegal con derecho a exposición que me viene a la cabeza. Y ahora, además, con un film en cartelera del que seguro que recaudó un dinero considerable. Un juego perverso, sin duda, el de Banksy.
A la gente les encanta forjar leyendas. Antes, estaba Robin Hood. Ahora, Banksy. Un tipo que se salta las normas y que dice las cosas claras en sus mensajes políticamente incorrectos, crea sensación. El “arte” creado por él una vez que se alza en el trono del reconocimiento, comienza a dejar de borrarse y llega a constituir una atracción turística. Con respecto a lo que está sucediendo en Madrid con la Tabacalera, siempre me he planteado si lo que se pretende con ella es, en realidad, ampliar ese Paseo del Arte que va desde el Prado hasta el Reina Sofía y la Casa Encendida. Bajo la apariencia de un edificio comunal, se urden los hilos perfectos para hacer de ello (si no está ya hecho) una casa Okupa de Berlín o algo de este tipo. Todos jugamos a ello, esto es evidente (hasta aquellos que dicen encontrarse contra el sistema). Me temo que la frase de Sartre “el infierno son los otros” se encuentra, hoy más que nunca, resignificándola para estos planteamientos, en tela de juicio.

martes, 27 de septiembre de 2011

¿San Sebastián premia a Isaki Lacuesta o a Miquel Barceló?

Sólo me apetece manifestar la duda que expresa el título...

lunes, 26 de septiembre de 2011

El árbol de la vida

T. Malick es un director que ha acreditado una trayectoria, cuando menos, interesante, muy interesante, con un punto álgido: La delgada línea roja.  El árbol de la vida se ha presentado como una obra de elevadas pretensiones, que ciertos sectores —especialmente, europeos— se han apresurado a valorar muy positivamente... Tras verla me he acordado de W. Allen por varias cuestiones. La primera, porque, de nuevo, me ha venido a la cabeza la crítica al esnobismo europeo de Un final made in Hollywood (2002); pero también porque el diseño argumental, anunciado mediante la cita inicial (Job, 38),  me ha proyectado contra una frase lapidaria del director norteamericano:  "Si Dios existe, espero que tenga una buena excusa".
A pesar de los paralelos evidentes con 2001, son más consistentes las diferencias que las similitudes:

  • 2001 es una película sin argumento; El árbol de la vida ofrece un argumento perfectamente conformado, que apenas permite al espectador matizar el "mensaje" en términos subjetivos derivados de las situaciones no explícitas (ambiguas) vividas por los personajes
  • 2001 describe una sucesión de "hechos"  concretos, descritos en claves objetivas. El árbol de la vida conjuga y contrapone en montaje paralelo una parte objetiva con otra subjetiva: lo que ha sucedido o sucede en el mundo natural con lo que "sucede" en la mente del protagonista o en la de Malick.
  • 2001 se centró en un asunto de actualidad en los momentos de su estreno; la película de Malick atiende a un asunto que sólo es actual cuando aparecen, por lo general en USA, las periódicas reacciones creacionistas...  


El comienzo, acotado por el enfrentamiento entre naturaleza y religiosidad, es muy brillante, combinando música e imágenes y ofrece al público una disertación poética  de esas que acreditan las posibilidades estéticas del cine por la vertiente formal. A pesar el arranque brillante, polarizado en torno a la muerte "de un hijo", enseguida se manifiestan los problemas de ritmo específicos de esta modalidad cinematográfica. Cuando una persona acude al cine con la expectativa de que le cuenten una historia, se desconcierta si se detiene el proceso narrativo.
Paradójicamente, la debilidad en el ritmo narrativo se hace particularmente sensible en las secuencias dedicadas a la descripción del universo familiar y de los roles masculino y femenino. En ellas Malick explota, a mi juicio, demasiado las posibilidades de las tomas de indicación no explícita, asumiendo un riesgo obvio: las interpretaciones "equivocadas". Han menudeado las críticas o sinopsis que enfatizan en exceso las circunstancias particulares de la historia, marginando la voluntad manifiesta de Malick por ofrecer "categorías".
Supongo que la insistencia en la psicología del protagonista tiene mucha relación con La infancia de Ivan y con la contención de Tarkovsky para tratar la sexualidad: creo que en ello, en enfatizar el rol reproductor de la mujer, está una de las coincidencias más obvias entre el ruso y el director americano.
No me ha gustado la reiteración en las tomas "cámara en mano", en ocasiones, demasiado forzadas, y el énfasis en destacar la "presencia energética", mediante contraluces que componen uno de los repertorios más variados de reflejos parásitos de la historia del cine.
Lo más "divertido" para un aficionado al cine son las referencias cinematográficas, que acaso haya percibido en exceso. Entre las de Kubrick, me ha hecho especial gracia la contraposición meteorito-monolito y las roturas del continuo espacio-tiempo que, sin embargo, también pueden interpretarse como alusiones a Tarkovsky, sobre todo, cuando se inclinan hacia la levitación (El espejo). Me ha hecho sonreír la alusión a los mecanismos de selección natural en el universo de los dinosaurios, con gesto de agresividad atemperada repetido en la relación del padre con el hijo. Para describir una situación comparable —fusión entre herramienta y arma— Kubrick optó por una fórmula mucho más contundente que, a su vez, sirvió de preámbulo a la elipsis más célebre de la historia del cine y para caracterizar una situación "animal" en La naranja mecánica. No creo que la caída del meteorito en la película de Malick pase a la Historia del cine...
A lo mejor me he "pasado" queriendo ver alusiones a Spielberg (IA y El imperio del sol) y de Antonioni...
Entre lo más negativo: me ha parecido detectar algunas anomalías en el montaje...
El "desenlace" —si se puede emplear ese término— me ha recordado el de Ocho y medio, de Fellini, pero en tono trascendente, afín a ciertas secuencias de Tarkovsky (en Solaris y Nostalgia, por ejemplo); esa proximidad induce un planteamiento argumental que no sé si encajará bien con las pretensiones de Malick, teniendo en cuenta su producción anterior.

viernes, 23 de septiembre de 2011

OTELO, DE SERGEI YUTKEVICH (1955)


Por Javier Mateo Hidalgo

Amigos: La literatura es frágil. Y es frágil como lo es cualquier otra cosa creada o no por el hombre. Cualquier cosa material, víctima del tiempo. La literatura depende de muchas cosas: de los países, de la época, de la política… ¡Hasta de los autores! Pero, por encima de todo ello están los traductores. ¿Qué sería de nosotros, los lectores, sin ellos? La cantidad de veces que es revisada una obra se puede comprobar en su número de ediciones. El autor la revisa, la repasa, la corrige, la mutila y la reinventa. Hasta después de muerto, se descubre que sigue revisándola. Hace poco salió una nueva edición de “En la carretera” de Kerouac con el consiguiente subtítulo: “El rollo mecanografiado original”. Es decir, el que salió de la máquina de escribir, sin correcciones posteriores. Una traición tan alta como la que sufrió Kafka por parte de su amigo a la hora de que algunas de sus obras no salieran a la luz. Debió decirle: “Tranquilo Franz, haré lo que me pides desde tu lecho de muerte. Quemaré tu “Metamorfósis” y otras según tu último deseo… pero, por el camino, las llevaré a la editorial.” Esto último, debió pensarlo interiormente. Evidentemente, si incluso se están valorando los libros que Cortázar tenía en su biblioteca como obras convertidas en “cortazarianas” por estar subrayadas y con anotaciones del autor-lector, es que hay algo que está empezando a no funcionar. ¿Ausencia de nuevos escritores a la altura de Cortázar o Kerouac? No, yo diría que necrofilia fetichista. El otro día, pasando por el colegio Ramiro de Maeztu, encontré en algunas de sus paredes cuadros colgados bastante significativos. ¿Eran copias de Velázquez? No. Eran copias de cuadros de Velázquez que se realizaron para ser llevadas por los pueblos de España por parte de las “Misiones pedagógicas”. Luchar contra el analfabetismo, transmitir la cultura hasta en los lugares más recónditos. De todo esto, lo que me llamó la atención fue la placa que había debajo de cada uno de los lienzos: “Obra restaurada en tal año gracias a…” Me hace gracia la idea de restaurar la copia de un original (aunque tenga un sentido coherente, como todos ya sabemos). Un amigo, estudioso de Velázquez, me dijo que copiar a Velázquez es imposible. Esa copia, por mucho que se pretendiese, no sería un Velázquez ni “en sí”, ni “para sí” ni “por sí”. Ahí queda el asunto.


Dejado atrás este punto explicativo, retornemos a los traductores. Una obra siempre tendrá que ser traducida nuevamente ya que el propio idioma evoluciona y debe de revisarse de forma constante. A esto, añadamos ediciones que, por cuestiones políticas antes citadas, no pudieron o no pueden ser traducidas correctamente. Más allá de esto, hasta el propio autor, aunque conozca otras lenguas, tiene limitaciones a la hora de traducirse a sí mismo. “Muerte en Venecia”, traducido fuera del alemán, pierde su sentido poético y puede volverse incluso tedioso por tratar cuestiones que han perdido su importancia o no se comprenden fuera de Thomas Mann.
Por último, considero que entre los escritores hay mucha autocensura. En muchas ocasiones, hay cosas que los escritores (estoy seguro) les gustaría decir esto o expresarse de esta manera, y no lo hacen. Pero esta ya es otra historia.


En el caso de Shakespeare, considero que es un autor lo suficientemente universal como para que nunca pase de moda. Puede haber cosas a la hora de traducirlo que lo estropeen, como aquellos que se empeñan en hacer que sus versos rimen igualmente en un idioma y otro sin profanarlo. Pero, en lo esencial, ahí ha estado, está y estará. Incluso en cine, le hemos visto “reinterpretado” de mil formas, y todas nos hablan de lo mismo.
El otro día, tuve la suerte de visionar el Otelo ruso de la Mosfilm en la Filmoteca Española, todo un lujo. En un primer momento, esperaba que lo hubiese llevado a la pantalla Kosintsev, responsable de otras adaptaciones literarias: Hamlet (con partitura fílmica de Shostakovich), Don Quijote… ¡Qué curioso! Cervantes, a quien siempre se homenajea junto a Shakespeare. Creo que ambos tienen en común no solo la fecha de nacimiento. Su obra es también tremendamente universal (solo hace falta ver cuántas traducciones tiene). Yutkevich puede presumir de haber sido fiel a la estética, no dejándose arrastrar por la política rusa de aquellos momentos (algún que otro quebradero de cabeza le produjo). Me resulta gracioso que Otelo tenga siempre en común con Baltasar en la “Cabalgata de Reyes” el que lo interprete un actor de raza blanca. Imagino que algún día zanjaremos este problema tan pintoresco, mientras tanto ese color corcho-quemado me seguirá resultando admirable. Volviendo a las imágenes de Yutkevich, tengo que decir que ese sentido estético del que hablaba me ha conducido a Eisenstein y a Wells. Si es cierto que Eisenstein comparte esos planos tan forzados y violentos en los que se envuelve a los actores en una atmósfera pesada, cargante e inquietante, también podemos decir que Wells no se queda detrás. Estamos hablando de un cine contemporáneo a este, un cine en el que se adaptaba a Shakespeare. Orson encarnó a unos Macbeth, Falstaff y Otelo imposibles de olvidar. Aquellos son los que vienen primero a nuestra mente. Un cine, como ya digo, más actual que el de Eisenstein en cuanto a lo avances cinematográficos si tenemos que hablar deYutkevich. En cuanto a ritmo, el de este último estaría más cercano a Eisenstein. Resulta increíble el comienzo del Otelo. Todas imágenes que acuden al pensamiento de Desdémona, atropelladas, frenéticas, tratando de entrar todas a la vez, disputándose ese recuerdo. Lo bueno de los filmes que adaptan obras de Shakespeare es que no importa que te cuenten el final, que te destripen su historia. Todos las conocemos casi como conocemos las historias de la mitología. Podríamos decir que en el film que aquí nos convoca todo está pensado al milímetro. Ninguna toma es gratuita. Quizá podríamos criticar algún momento excesivamente forzado, como el de los ojos iluminados de Otelo al descubrir la traición de Yago. Pero, en general, nos encontramos en disposición de considerar esta obra como de arte total. Nada se descuida, incluso la propia música. Los lugares escogidos, los decorados, la plasticidad que se palpa en ese color tan especial. Si este cine podría haberse aprovechado por directores posteriores a la hora de tratar la atmósfera, creo que es preferible la imperfección visual de esta época que la “irreprochable” por impoluta actual. Un cine tan limpio acaba por convertirse en “increíble”. La estética hollywoodiense de estos momentos me echa para atrás por muchas razones. Hay que buscar una imperfección estética, porque ahí está la belleza. Incluso los problemas económicos que llevaron a Wells a hacer su Otello de forma distinta a como lo había pensado, no resultan un impedimento para valorarla muy positivamente. Hacer de la necesidad virtud, como se suele decir.


El hombre no es dios (palabra de Perogrullo) y por esto lo que hace es humano. América debe de creerse por encima de todas estas pamplinadas, y por eso no me termina de convencer, pues a la larga, peca de otras tantas cosas. Los personajes de Shakespeare siempre son tratados de forma maniquea (quizá porque en esta universalidad de caracteres se pierda cierta credibilidad). Desdémona parece una muñeca de porcelana (no necesita ni hacer sus necesidades porque no las tiene), Yago es más malo que una patada… pero aquí nos topamos con la iglesia: y es que los personajes de Shakespeare no son malos, sino que están movidos por determinadas circunstancias que les hacen obrar de un modo concreto. Ahí está la cuestión. Más allá de la problemática de traducir los densos textos de Shakespeare a imágenes, creo que en este sentido Yutkevich da el aprobado más que merecido. Animo a que quien quiera (o pueda) vea este film. Recomendado al cien por cien.

domingo, 18 de septiembre de 2011

LA FIGURA DEL CHANTAJISTA EN “DOS SERES” DE DREYER Y “YO CONFIESO” DE HITCHCOCK


Por Javier Mateo Hidalgo

¿Qué tienen en común los siguientes Films: “El gran calavera”, “Encubridora”, “El crepúsculo de los dioses” y “Atraco perfecto”? En que ninguno de ellos hace justicia a su director. Ni Buñuel, ni Lang, ni Wilder, ni Kubrick aparecen reflejados en estas películas. Por tanto, podría decirse que quien ha visto este cine no conoce verdaderamente a sus creadores.
Caso aparte merecen filmes que si resultan coherentes con el universo personal del autor pero que nadie menciona a la hora de establecer una filmografía selecta. En este sentido, traigo a colación un par de películas que, a mi juicio, tiene bastante en común. La primera es de Carl Theodor Dreyer y se tituló aquí en España “Dos seres” (el título original es Två människor). La segunda, “Yo confieso” (“I confess”) de Alfred Hitchcock. En Dreyer, es costumbre encontrar un cine que trata el tiempo de forma pausada, que busca una narración ligada al interior de los personajes. “No hay prisa porque lo verdaderamente importante está ahí, y para comprenderlo se precisa de una atención total. Hay que lograr apartarse de la velocidad diaria capaz de someter al sujeto para que sea el sujeto quien marque los tiempos en virtud de sus necesidades.” Todo esto parece decir Dreyer en cada uno de sus trabajos. Sin embargo, “Dos seres” resulta un film ágil a pesar de las limitaciones a las que el propio director, voluntariamente, la somete. La narración se centra solo en dos personajes, y la acción se desarrolla en un solo espacio: el interior de una casa. Conserva, a diferencia de la otra, su esencia de obra teatral. La relación amorosa que hay entre estos dos personajes se ve truncada por un tercer sujeto que apenas aparece en la película. Está latente en los diálogos, en el recuerdo, en el destino de aquella pareja. El filme resulta, a mi juicio, el menos europeo de Dreyer, y se aproxima al canon de relato de la industria americana. En “Yo confieso” aunque la acción no ocurra en un interior, el tono intimista permanece anclado en la narración. En este caso, la figura de un religioso se encuentra con la de un antiguo amor. Tanto en este filme como en el anterior, ambas personas son chantajeadas. 
En “Yo confieso”, esa tercera figura que apenas aparece, que es casi fantasmal, tiene un rostro físico. Aparece como actor, aunque no habla. En la de Dreyer apenas reconocemos de él lo que nos permite su sombra reflejada sobre el techo de una estancia. Son personajes malvados, crueles, que apenas conservan rasgos de humanidad, y de tal forma son representados. También podría citar una tercera película en discordia, la de “El clavo” de Rafael Gil. En esta está también el malvado que gusta de jugar con la vida del bueno protagonista para someterla a sus caprichos. El final de las tres debería de ser terrible, pero… ¡Cómo son los de la Metro Goldwyn Mayer! En el último momento, Hitchcock se quedó sin su final fatal y tuvo que poner sobre la mesa otro más feliz. Algo así como los finales alternativos de “Casablanca” y “El chico” ¿no? El toque europeo, en este caso (y por paradójico que resulte) lo pone Montgomery Clift. Y, es que, aunque algunos apenas le recuerden, el fue pionero en el Actor´s Studio. Mucho antes que Marlon Brando, ya estaba él. Su interpretación en el film de Hitchcock fue alabada por Truffaut, mientras que Hitchcock no podía con él. Seguramente Truffaut debiera haber escrito un segundo libro después de “El cine según Hitchcock” titulado “Mis discusiones con Hitchcock”. Aún así, imagino que Truffaut, en su admiración, no se atrevería a contradecir al inglés. Y, no digamos, contar cotilleos (extraídos de las charlas y no publicados) a sus amigos. Algo así como ese secreto de confesión que está a punto de llevar a la muerte al personaje encarnado por Clift. Hitchcock, católico convencido (aunque contradictorio en sí mismo con esta cuestión), quería hacer de su padre Logan un mártir, pero tuvo que conformarse con hacer de él un héroe- o, peor aún, una víctima. Hay diferencias en el caso de Dreyer: en su film, los personajes no son tan maniqueos, tan figurines de atrezzo. Podemos ver en ellos la sombra de la duda, que les hace débiles: dudan, Sospechan, no confían en la persona que aman. Basta, para ello, una prueba todavía refutable. En Hitchcock nos encontramos con un público diferente, que no espera detenerse tanto en la historia personal de los personajes sino que pide formas de actuar esperables conforme a sus roles. Sin embargo, volviendo a la figura tenebrosa del chantajista, en este punto nada distan uno del otro. El abogado Villette y el científico Sander (y, ya que lo hemos mencionado, el indiano en el caso de “El clavo”) son el mismo en el imaginario colectivo, solo que en distintos lugares y épocas.


jueves, 25 de agosto de 2011

MAGNÍFICO CINE INFANTIL

LE QUATTRO VOLTE (2010) Michelangelo Frammartino

Por Javier Ramírez Serrano.



¿Qué puede ser considerado cine infantil? En oposición a la tradición de los cuentos, las fábulas y por ende las películas de Disney no creo que deba ser obligatoriamente un espacio de educación moral y valores definidos. Una instrucción para la vida social en la que estamos inmersos. Puede ser otras cosas, desde mi punto de vista, educativamente más interesantes.
Aprender a observar, relacionar y comprender puede ser un sujeto lo suficientemente vasto como para justificar una obra audiovisual. LE QUATTRO VOLTE no es una película destinada a los niños, sin embargo me parece que éste es su mejor público. La imagen prevalece sobre el texto, y el argumento es de una claridad tal que seguirlo requiere de una atención bastante baja. Descubrir el mundo rural, la transformación de la materia y las propiedades de la imagen puede ser muy emocionante para una mente virgen, especialmente cuando su contacto con la naturaleza ha sido más bien pequeño. La ficción que propone Frammartino, muy lejos del documental donde algunas voces la quieren situar, es cristalina y educativa. Permite, en su lentitud, pensar y descubrir con la calma suficiente para que un niño se hipnotice entre cabras y paisajes.
Considero LE QUATTRO VOLTE una magnífica película de iniciación al cine. Es una obra que debe preceder al cine infantil tradicional, donde los argumentos son más complejos y el montaje intenta mantener la atención del niño a base de velocidad y colores saturados. Es la oposición al cine de Ghibli, y aún más al de Pixar. Estos debieran ir después, cuando el ojo ha aprendido a tener paciencia, a descubrir con curiosidad las imágenes por encima de los conceptos de moralidad, casi siempre maniqueos de las películas infantiles. Quizás debiéramos educar la mirada antes que la razón-ética.


Frammartino no es un cineasta al uso, es un artista que hace cine. A sus dos únicas películas le preceden cantidad de instalaciones y piezas de video-arte. Sus planteamientos conceptuales son los del mundo del arte, no los de la industria cinematográfica. Le interesan los conceptos, las ideas, para llegar al producto. El tema por encima de todas las cosas, y la forma como un contendor al que prestar especial atención. Esto quizás despista la mirada del espectador, que busca una reflexión de “alta cultura” cuando creo que es justamente lo contrario:

"Experimento que sin ser una ficción tampoco es un documental, poesía en imágenes despojada de cualquier aderezo formal, suicida en el apartado comercial (...) un suplicio si no se entra en su dinámica" (Javier Ocaña: Diario El País)

LE QUATTRO VOLTE no aburre, si te dejas “engañar” por su ritmo hipnótico, y sobre todo si rebajas la necesidad intelectual (en cuestiones de densidad de información) para aceptar que Frammartino tiene “poco” que contar. Ni siquiera nos descubre nada, sólo reivindica, desde su visión personal, el mundo rural, la transformación de la materia, y la prevalencia de la naturaleza sobre el “hombre”. Por esta razón insisto en las magníficas propiedades educativas de esta película, que podría suponer un formato de ficción especialmente útil para la iniciación audiovisual.

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Entrevista con Frammartino:
http://www.filmin.es/blog/entrevista-con-michelangelo-frammartino-director-de-le-quattro-volte

martes, 23 de agosto de 2011

BLOG (2010) Elena Trapé

http://www.bloglapelicula.com

Anotaciones de Javier Ramírez Serrano.

La tercera película del proyecto Ópera Prima de Escándalo Films y la ESCAC convence. Es sincera, desacomplejada y envidiable en su frescura.
El cine es complejo, son muchos elementos a los que prestar atención, y de todos ellos hay uno que por tradición o por cuestiones de facilitar la comprensión al espectador es fácil dejar pasar como si no fuera algo a preguntarse. Quizás sea aquí donde el abismo entre los planteamientos artísticos y los cinematográficos se vuelven más evidentes: LA FORMA.
BLOG atiende a esa forma con inteligencia. Ésta le da fuerza, y le otorga una credibilidad y una presencia que no existiría de haberse realizado de forma cinematográficamente “convencional”. Juega con sutileza con el vídeo casero (tan de moda últimamente) porque éste se justifica a través del relato. No es una excusa para generar inquietud, sino que integra los acontecimientos y los acerca a la realidad que nos narra. Es esta forma la que nos acerca sin pudor a una adolescencia donde las decisiones son cerebralmente descabelladas para quienes ya no la vivimos.
La película también sabe combinar lo experimental con el relato tradicional. Abandona el vídeo casero para volver a la narrativa cinematográfica convencional cuando necesitamos distanciarnos, y entender que, pese a todo, lo que vemos es ficción.
La no-utilización de actores profesionales aproxima a los personajes a la cotidianeidad. Permitir a estas adolescentes enfrentarse vía webcam a la interpretación con la mayor sinceridad del mundo es un acierto enorme para los propósitos del film.

Envidio la frescura del relato de Trapé por cómo está contado. Porque deja entrever que nada se le ha escapado, que sobre todos los elementos hay una reflexión previa, y que incluso así deja hueco a la improvisación, a los tiempos perdidos. Sin embargo, todo lo logrado en la forma descuida quizás demasiado la ficción. Por momentos olvidamos que lo que vemos es un cuento con tintes de realidad, y querríamos saber a ciencia cierta que está ocurriendo detrás de todo el entramado de adolescencia que nos presentan las protagonistas. Argumentalmente la película se queda corta.
Diría que como ficción no funciona, y que seguramente esto ocurre porque se descuida demasiado la narración. BLOG me genera un conflicto, su forma me convence, me atrapa, y me dice que es la mejor manera de contar lo que se cuenta, de acercarse a esas chicas, a ese mundo. Pero al mismo tiempo todo lo que funciona impide el desarrollo argumental del film. Quizás con media hora más de metraje…


Escándalo Films, la ESCAC y Elena Trapé nos demuestran una vez más que hay muchas formas de hacer cine. Que España (aunque quizás debiera decir Cataluña) tiene mucho que ofrecer, que todos tenemos mucho que ofrecer, y que se puede hacer cine interesante. No digo buen cine porque no creo que exista la fórmula para que esto ocurra, pero sí interesante, que interese. Donde la forma importe, donde exista la reflexión y se ofrezca algo al espectador. Que emocione, que tenga ganas de contar, y del que todos podamos coger algo que llevarnos a casa. Ninguna de estas cosas está reñida con la taquilla, y pongo la mano en el fuego porque BLOG podría haber sido un bombazo entre las adolescentes españolas si todos dejásemos de ver por un momento el televisor.

lunes, 1 de agosto de 2011

Y CLARK GABLE HABLÓ EN ESPAÑOL


Por Javier Mateo Hidalgo

Clark Gable habló por la radio en aquella mañana de domingo. Le decía a Scarlatta que lo suyo había terminado, que lo que fuera de ella "le importaba un bledo". Habló claramente en castellano, y esto me preocupa. ¿Quién dobló al señor Gable en la versión española de "Lo que el viento se llevó?". La emisora, anunciaba que un ciclo sobre sus películas  sería emitido por televisión (esto resulta paradójico). Por desgracia, no tuvo la suerte de Bela Lugosi. En los estudios de la Universal, tiraron la casa por la ventana y rodaron dos versiones: una americana y otra para exportar a Hispanoamérica (para hacerse una idea de lo aparatoso que resultaron los inicios del doblaje, he aquí el caso de preferir rodar dos veces un mismo film con distintos actores, según el idioma, que rodar uno solo y sonorizarlo después en diferentes lenguas). Pablo Álvarez Rubio, que protagonizó en los albores de la guerra civil, "Carne de fieras” (la primera película española con desnudo si exceptuamos las de corte pornográfico encargadas por Alfonso XIII), hizo el papel del legendario loco que gritaba encarcelado "¡Amo, amo!" -el amo evidentemente era el chupa sangre, encarnado por Carlos Villarías-. ¿Adivinan cual de las dos versiones es considerada por la crítica como la mejor? Después del descubrimiento del cine como tal, de esa captación de la realidad en celuloide- algo que se debía de considerar imposible de conseguir, por cuanto tenía de inimaginable-, el sonido y color eran los siguientes pasos lógicos que debían de llegar. Esta exigencia, por parte del público, de poner voz a las imágenes en movimiento, comenzaba a  mostrar su cruda realidad. Grandes iconos cinematográficos llegarían a quedar desnudos ante esa necesidad de hablar. ¿La razón? Quizá una interpretación que exigía algo más que un buen repertorio de gestos mímicos, tal vez una voz desagradable. Grandes talentos patrios (desconozco cómo describiría el público la personalidad de los actores mudos españoles) quedarían relegados al olvido. Así, por ejemplo, Carmen Viance no pudo superar este traumático cambio, mientras que Imperio Argentina, más que aprobar, sacó sobresaliente. Además de una interpretación aceptable, había que sumarle el valor de que por fin se la podía oír cantar- una virtud que mereció, por parte de Jacinto Benavente, su nombre artístico. Así, su nombre real, Magdalena Nile del Río, desapareció para dar lugar a una mezcla de Pastora Imperio con la Argentinita-. Como no, los artistas salvados de la quema fueron exportados.


Hemos de apuntar que no todos deseaban la llegada del sonido. A este grupo de personas, bien podríamos denominarlas como “románticos”. Si bien los primeros intereses por acabar con el cine silente estuvieron en manos de aquellos que comercializaban con el cine (los que, digámoslo así, le llevaron a un circo y le presentaron como “fenómeno parlante”), también es verdad que, de no haber contado con un público, esto no habría sucedido. Montones de películas mudas fueron destruidas porque ya no interesaba proyectarlas. Los “románticos” disfrutaban de la magia del silencio, degustaban esa necesidad de las imágenes por expresar lo que no podían decir.
Rafael Alberti contaba, en un documental para T.V.E titulado “Imágenes perdidas del cine español”, que “el cine sonoro empezó diciéndose muchas imbecilidades para demostrar que se podía hablar en el cine”. Hubo, dentro de la industria incluso, reticencias a dar el paso, optando por “sonorizar los filmes mudos” e incluso seguir rodando sin sonido. Los directores con una visión más cosmopolita, decidieron irse fuera (Francia, Alemania), para poder rodar Films sonoros. Pero fue Hollywood el que se llevó a nuestros talentos, el que llamó a las personas más capacitadas en literatura y cine del mundo hispanoparlante, al necesitar cubrir también este mercado. Los que allí fueron se lo tomaron más como una aventura que como una necesidad o como una forma de supervivencia.  


Los coqueteos concretos con la industria hollywoodiense (a decir verdad, la más capacitada) se vieron personificados en figuras que iban desde la interpretación hasta la literatura (en conclusión, carne de guión o de adaptación): nombres de la otra generación del 27 como Tono o López Rubio fueron algunos de estos ejemplos. Gregorio Martínez Sierra tampoco pudo resistir la “tentación extranjera”. Neville llegó a hacer migas con Chaplin, acabando haciendo de policía en “Luces de ciudad”. Jardiel Poncela realizó sus “Celuloides rancios”, consistentes en poner narración a un puñado de filmes mudos de baja categoría para resignificarlos con su humor tan particular.   Todos volvieron con el rabo entre las piernas, desencantados, diciendo: "Los EEUU no son para mí".  Parecían deslumbrados por tanta luz de candileja, por tanto rolls royce, tanta palmera y tanto chalecito. Se sentían como auténticos forasteros. Todo aquello les superó y solo algunos se quedaron. Otros, regresaron, como Helena D´Algy, presumiendo de haber protagonizado una película con Valentino. Como quien sale de una aldea para llegar a una ciudad, esta podría ser una comparación bastante ilustrativa para dar una idea de lo que sucedió. Después, la guerra, y gente como Luis Quintanilla, encontró en Estados Unidos su segunda casa tras el exilio. Siendo el pintor de corte en el gobierno republicano (y que se me perdone de nuevo la contradicción), sus pinceles se reencarnaron en esta nueva vida y retrataron a amigos como Steinbeck e incluso Ernest Hemingway y Gary Cooper (un tándem de literatura y cine para "¿Por quién doblan las campanas?", historia sobre la Guerra Civil española. ¿Casualidad?


Si es cierto que ha habido casos insólitos como el del ya citado Cooper hablando (Dios sabe de qué) con Ortega y Gasset. Una fotografía del filósofo con el actor lo avala.
Incluso el aclamado Abel Gance (consagrado por su film sobre Napoleón) llegó a tratar de realizar una película sobre Manolete. No obstante, Clark Gable nunca luchó como republicano en la guerra civil española (al contrario que Humphrey Bogart, Ernest Hemingway o Errol Flynn). Su caso solo tuvo que ver con la Guerra de Secesión. Ahora, quieren recordar a Clark Gable por la radio homenajeándole con la voz de quien lo dobló. Este no es Gable, pero los españoles siempre asociarán esa voz con él. Lo mismo si escuchamos la voz original de Woody Allen, que nos resultará insípida comparada con la de su doblador Joan Pera.
No nos alarmemos, pero no sabemos cómo interpretó verdaderamente Clark Gable. Esto va dirigido a los críticos que juzgan a actores extranjeros oyéndoles con una voz que no les corresponde.
Solo me queda advertir, por ultimo, una cosa a los actores españoles: No tratéis de doblaros a vosotros mismos. 

viernes, 22 de julio de 2011

NAUFRAGIO (2010) Pedro Aguilera

Apuntes de Javier Ramírez Serrano.

La fuerza de la imagen.
Naufragio se sustenta en el aspecto visual como hilo narrativo. Un guión de imágenes sobrecogedoras que deslumbran al espectador con sus contrastes, de  inquietantes figuras humanas y animales. Un África mítica dieciochesca trasladada a nuestro tiempo. Una venganza literaria que juega con los símbolos y las imágenes místicas, con los clichés y nuestra realidad más cotidiana. Pura ficción en un intento por congeniar literatura y cine a través de las imágenes y no de los textos.


Capricho de autor.
La rabieta de un director dolido por la visión terriblemente colonialista de Defoe. Un ejercicio curioso de venganza. Una reflexión sobre Robinson y Viernes, sobre la figura del náufrago “colonizador” y el esclavo. La libertad creativa de desafiar a un grande, de reescribir un final bastardo con imágenes.

Atípico cine-cine.
Pedro Aguilera, Arnau Valls Colomer, Julia Juaniz, Juan Marín Walker, Juan Carlos Bravo, Saioa Lara… un rara avis en la cinematografía española actual. En co-producción con Alemania nos encontramos ante lenguaje cinematográfico verdadero. Imágenes en movimiento que son eso, imágenes. Los paisajes, los personajes, todo respira ante la mirada del espectador, hipnotizado por un trabajo de sonido espléndido, que atiende a las respiraciones, a los alimentos dentro de una boca, a la naturaleza. Y una fotografía por momentos inconformista, con mayor o menor acierto.

Decisiones.
Los mayoría de los actores, al igual que en su anterior película (La influencia) no son profesionales. Se ve claramente el esfuerzo, pero las formas chocan con lo que estamos acostumbrados a mamar como una interpretación “natural”, aún siendo posible que sean incluso más naturales de lo que podemos entender por el término. Robinson, el protagonista, se esfuerza enormemente en un papel muy interesante, aunque desagradecido para el espectador medio. Una interpretación hacia el interior del personaje, una profundidad que inmoviliza por momentos las expresiones externas, un gran trabajo difícil de apreciar.


Reubicando un contexto.
El Viernes de Defoe es más esclavo hoy que entonces. Naufragio juega a recontextualizar a ese esclavo de la mirada colonialista occidental, en un tiempo en el que los juicios sobre ese momento histórico son esencialmente negativos. Nuestra vergüenza occidental se materializa en la mirada de un director indignado con esta visión. Robinson, el protagonista, es el hijo simbólico de Viernes. La representación del África Mítica que decide vengarse del colonialismo acabando con la figura de Robinson Crusoe. Las armas y los procedimientos que se utilizan responden a los mismos clichés que Defoe utiliza en su novela, y contrastan enormemente con la mirada “social” de las pateras, los campamentos ilegales, y los trabajos sumergidos en los invernaderos almerienses.

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martes, 12 de julio de 2011

UN CUENTO DE TERROR CINEMATOGRÁFICO: JOSE MARÍA SÁNCHEZ SILVA

Por: Javier Mateo Hidalgo

Deseo escribir este texto con la mayor fidelidad a mí mismo de la que sea capaz. El título del mismo no es baladí, y quiero por ello justificarlo tratando de ser preciso en mi opinión personal. Para ello, he de realizar un viaje hacia los traumas del pasado. El filme que ahora paso a describir, lo debí ver de bien niño, en uno de esos maratones televisivos de Semana Santa. Marcelino  quizá sea el film menos históricos de cuantos se puedan emitir (me refiero a “Ben-Hur”, “Quo Vadis”, “Los Diez mandamientos” o “Rey de Reyes”). Este filme no es ni mucho menos un “Peplum”. Nos encontramos ante un cuento de José María Sánchez Silva, autor de otros relatos como el de “El hereje”, que después pasará a comentar brevemente. La religiosidad está presente, qué duda cabe, empezando por los frailes y terminando en el niño, en su experiencia espiritual al entrar directamente en contacto con Jesucristo. 



El director, Ladislao Vajda, fue un húngaro admirador de Fritz Lang que recaló en la península ibérica yéndole bastante bien. Sus éxitos alcanzados, curiosamente, fueron los siguientes, aparte del filme del que aquí hablamos: “Mi tío Jacinto” y “El cebo”. En ellos, los niños son los protagonistas. Como ya he dicho antes, Vajda se consideraba un fan de Lang, y no dudó en utilizarle como excusa subterránea para la última cinta de las que he mencionado. Esta, no es ni más ni menos que un homenaje a “M, el vampiro de Düsseldorf”. ¿Qué es lo terrible de todo esto? Que el co-protagonista, junto a la figura del niño, es su asesino. Y aún podemos ir más allá. El criminal actúa fuera de casa, cuando su “mujer” no está delante para coartarle, “expresándose libremente y sin ataduras”. Eligiendo siempre como lugar de sus fechorías el bosque, encandila a los niños con marionetas, para llevarles al huerto. Vajda no duda en “matar” también a Marcelino, si se me permite decirlo. La fábula es todavía más terrible: Marcelino, huérfano, consigue volver a estar de nuevo con su madre gracias a la intercesión de la figura de Jesús, al cual se presenta terroríficamente. Este análisis quizá sea demasiado actual. Por ello, creo que la palabra que mejor se ajusta a la descripción es “sobrenaturalmente”. Una talla en madera cobra vida. Esa talla se guarda en un desván, y a este lugar le está terminantemente prohibido subir a Marcelino. ¿Por qué los frailes actúan de esta forma con el niño? La figura de ese lugar inalcanzable contra el que Marcelino lucha podría relacionarse con La Bella Durmiente y el pinchazo fatal de la rueca. La figura del niño es el objeto preciado del que se valen los creadores para generar angustia: un ser inocente, (¿inofensivo?). también los animales están sujetos en el cine por el suspense. Ese blanco y negro tan imponente heredado del expresionismo alemán, unido a la música de voces sacras que evocan a los ángeles, los espíritus o como quiera decirse, resultan otros añadidos que contribuyen a generar un ambiente de “fe”, de contacto con lo sobrenatural. Y, desde luego, nunca podré estar de acuerdo con un Dios, tal y como aquí se representa, capaz de llevarse a un niño al otro barrio, por mucho más feliz que pueda ser allí. Es un cuento, una fábula, ya lo sé, pero en lugar de trocárseme con final feliz es para mí motivo de tragedia. Además, para disgusto del régimen, el niño Marcelino-Pablito Calvo creció y se hizo comunista. Retomando el Sánchez Silva como la mano que mece la escritura, hablaré como ya dije de “El hereje”: Borja Moro realizó un filme para este relato o cuento que también tuve la suerte o desgracia de ver de pequeño, y del cual salí también seriamente traumatizado. En él, la figura de Cristo vuelve a surgir para hacer justicia entre los mortales. El personaje del hereje es representado como un tipo rudo de pueblo, con barba de meses, tozudo y huraño. Vamos, todo un homo primitivus (encarnado por Folco Lulli, a quien también podemos ver- por ejemplo- en el film de Nieves Conde “Todos somos necesarios”). Un día de tempestad en el mar, se encuentra desplazando en barca una talla de Cristo crucificado. Sus compañeros marinos perecen ahogados y él se salva aferrándose al Cristo. ¿Cómo? Clavando un cuchillo en su pecho con el que queda sujeto. Tras este episodio, ya en tierra firme, comienza a ver en distintos lugares tallas similares con algo en común: la marca del cuchillo en sus costados. Finalmente, tras sufrir trastornos delirantes, la fe llega a su vida, como no podía ser de otro modo. Si en el anterior caso la música era de Sorozábal, en este caso fue Rodrigo quien dio la impronta sonora-trascendental al filme.


No sé cómo lo ven ustedes, pero entre los filmes de terror, cabría incluir las adaptaciones cinematográficas de las obras de Sánchez Silva.