El Cine como forma expresiva y estética

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Más sobre F de Fake

Por Sarapa

F de Fake es una película de gran interés, tanto técnicamente como por su temática. Plantea numerosas cuestiones interesantes sobre las que reflexionar. Lo más relevante de todo: siendo una película de 1941 no desencaja con la actualidad, toca temas que están a la orden del día.
Al ver la película es inevitable recordar Ciudadano Kane, película que Orson Welles realizó con tan solo 24 años, pues, a pesar de la diferencia temporal (Ciudadano Kane 1941; F de Fake 1973) guardan cierta similitud. Apreciamos en ambas el estilo que marca el director en Ciudadano Kane, primera película en la que se utiliza el flash-back (técnica utilizada tanto en el cine y la televisión como en la literatura que altera la secuencia cronológica de la historia, conectando momentos distintos y trasladando la acción al pasado). Así, vemos como tampoco en F de Fake la construcción del relato es continúa, no sigue un orden cronológico. Otra característica común es que los hechos no “ocurren”, sino que son narrados por alguien. Y en ambas también deja un espacio a la prensa en esta narración de los acontecimientos. Incluso el propio Welles menciona Ciudadano Kane durante la película, y aparece Joseph Cotten, actor de ésta, hablando sobre ella y su personaje.
El tema principal de la película es la falsificación. Cuenta la historia de Elmyr d'Hory, pintor americano famoso por ser uno de los más grandes falsificadores de cuadros, así como la de Clifford Irving, quien publicó la biografía de Elmyr, y quien también fue acusado de fraude al escribir una falsa biografía sobre Howard Hughes. F de Fake tiene forma de documental, pero el propio nombre de la película, “Fraude”, ya te está dando pistas de que no es más que eso: un falso documental, un montaje. Welles juega con el espectador a lo largo de la película insistiendo numerosas veces en que todo lo que se muestra en ella es completamente real. Para minimizar las sospechas del público de que esto no sea así incluye fragmentos televisivos y de periódicos que reflejan lo que en el documental se está narrando. La frase de Picasso citada en el film “El arte es una mentira que nos acerca a la verdad” ilustra la propia película, pues al fin y al cabo es un falso documental, una mentira pero muestra cosas que sí son verdad.  Así, las cuestiones que Welles plantea son: ¿Quién tiene el poder para decidir qué es arte y qué no lo es? ¿Quién tiene ese juicio y por qué?
La película me ha llevado a reflexionar sobre lo ya mencionado, que el arte es como una mentira pero te muestra cosas que son verdad. Después de todo, ¿no son todas las películas y no solo este documental una mentira pero que, sin embargo, reflejan cosas verdaderas?


También me ha hecho plantearme como muchas veces los autores acaban convirtiéndose en marcas, y por el simple hecho de llevar su nombre algo ya es bueno. El nombre del artista acaba teniendo más importancia que la propia obra y ésta deja de juzgarse porque no importa que sea buena o mala, no se plantea, en el momento en que es creada ya tiene un alto valor mercantil, un valor que viene dado por la firma, y no por ser arte en sí. Podemos observar este hecho en la actualidad en el ejemplo de Banksy, que todo lo que hace tiene un gran valor desde el momento en que lo hace, por ser eso: un Banksy.
En la sociedad hay una especie de casta formada por marchantes y críticos de arte que deciden qué es arte y qué no. Esta idea queda reflejada en la película, donde vemos que los expertos en realidad no son tan expertos y su juicio es dudoso. Entonces, ¿por qué la existencia de esta casta? Al final el arte es otro negocio más. Desde este punto de vista del arte Oja Kodar plantea una pregunta muy interesante en el documental: “¿Si no hubiese expertos, habría falsificadores?” Esto conduce a pensar que si no hubiera expertos y, como consecuencia, tampoco falsificadores, podríamos valorar el arte de distinta manera, quizás desde una perspectiva menos mercantil.
Veo cierto parecido entre estos marchantes y críticos de arte con los reyes y su papel en la historia del arte.  Ellos eran los que decían qué obra querían tener, y es por ellos por los que nos ha llegado hasta hoy un tipo de pintura y no otra, unos autores y no otros. Esto lleva a pensar hasta qué punto el arte es motivado por los que deciden qué es arte, por los que tienen “el poder”.
El mismo fraude guarda parecido con el pasado. Podríamos decir que en realidad es una constante en la historia del arte. En el documental de Welles se muestra como Elmyr firma con el nombre de otros muchos pintores. ¿No recuerda esto a cuando los aprendices trabajaban en el taller del maestro y después este daba el último retoque y ponía su firma?
Sin embargo, Elmyr no es considerado por muchos un artista porque lo que hace es copiar, y como el propio Elmyr dice: “Cuando un artista no tiene visión personal, qué puede comunicar sobre el lienzo?” En cualquier caso, yo creo que es indudable que tiene una gran capacidad artística. Es paradójico ver como la misma obra, en este caso una copia realizada por Elmyr, si lleva la firma de un pintor famoso, un experto podría decir que es arte, pero si sabe que es una copia, no tendría la misma calificación. Tendríamos entonces que lo que se está valorando es la idea, la originalidad. Esto nos remite a lo ya comentado sobre la casta que decide qué es arte y qué no, a quién tiene capital simbólico para decidir estas cuestiones.


F de Fake es una película experimental. Yo la entiendo como una clase de ensayo visual en la que Orson Welles deja entrever su opinión acerca de estas cuestiones. Por ejemplo, cuando reflexiona acerca de que probablemente la Catedral de Chartres sea la mayor obra de arte del mundo occidental y como, sin embargo, no tiene firma. Y es esta obra anónima con la que nos quedamos para demostrar de lo que somos capaces. Valora la obra por encima del hombre, pues el hombre no permanece. Acaba concluyendo que quizás el nombre de un hombre no importe tanto, pues todos tenemos el mismo destino, que es la muerte. Tanto tesoros como falsificaciones acabarán desapareciendo por igual.
Para acabar, añado un comentario de Orson Welles a Jean Clay en una entrevista en 1962 citada en la biografía de Simon Callow  (Simon Callow: 1995: Orson Welles: The Road to Xanadu: Penguin, New York, 1997, p IX.)  en el que creo que se refleja el pensamiento del director con respecto a los temas hablados:

 “Si trata de analizarme, le mentiré. El setenta y cinco por ciento de lo que he dicho en entrevistas es falso. Soy como una gallina protegiendo sus huevos. No puedo hablar. Debo proteger mi trabajo. La introspección es mala para mí. Soy un médium, no un orador. Como ciertos místicos orientales y cristianos, pienso que el “yo” es una especie de enemigo. Mi trabajo es lo que me permite salir de mí mismo. Me gusta lo que hago, no lo que soy... ¿Sabe cuál es el mejor servicio que alguien puede prestar al arte? Destruir todas las biografías. Sólo el arte puede explicar la vida de un hombre; y no al contrario.”

lunes, 4 de noviembre de 2013

Marnie, la ladrona

Por Paula Estalayo Bielsa

Hitchcock mantuvo siempre una extraña relación, incluso enfermiza, con sus actrices. Se obsesionaba con ellas, se enamoraba y adoptaba un comportamiento hasta infantil con estas. Cuenta de ello pueden dar Joan Fontaine, Ingrid Berman, Grace Kelly o Kim Novak. Pero, en especial, Tippi Hedren, pues nunca el director llegó a los extremos a los que llegó con ella. La relación entre Hitchcock y Tippi queda analizada en este artículo:

https://dub120.mail.live.com/default.aspx?id=64855#!/mail/ViewOfficePreview.aspx?messageid=cceb02a5-3fe2-11e3-9fac-00215ad9bd04&folderid=00000000-0000-0000-0000-000000000001&attindex=0&cp=-1&attdepth=0&n=372594931

http://estalayopsicologo.com/publicaciones/22_analisis_de_Marnie_la_ladrona.pdf

El artículo se centra en la película de Marnie, la ladrona, donde Tippi Hedren interpreta el personaje de Marnie. Hitchcock fue muy insiste con la actriz, pero esta lo rechazaba. Él no entendía como podía rechazarle después de todo lo que había hecho por ella. Tal era su frustración que llegó a amenazarla con su carrera. Pero Tippi no cedió ante sus amenazas, lo que provocó que Hitchcock se negara a seguir dirigiendo a la actriz; no la hablaba y perdió su interés por el rodaje de la película, lo que explica los errores técnicos que esta presenta.


Podemos observar cómo el director se proyecta en la figura de Mark (Sean Conery), el marido de Marnie. Marnie tiene problemas para mantener relaciones sexuales, y Mark promete respetarla y esperar el tiempo que haga falta. Sin embargo, pasados solo unos días, Mark fuerza a Marnie, hecho que no mantiene relación con todo lo anterior y con cómo se había comportado el personaje hasta el momento. Es una escena fruto del capricho del director, que se empeñó en rodarla aunque no guarda coherencia con el resto de la narración. Tanta era su determinación que llegó a despedir a su guionista Evan Hunter, quien no estaba de acuerdo porque no veía sentido a esa conducta en el personaje de Mark.
La violación sería una consumación del impulso sexual de Hitchcock por identificación con Sean Conery.
En el artículo se analiza la película, en la que se hace muy presente los deseos de Hitchcock por la actriz, los significados simbólicos, y la relación del personaje de Marnie tanto con su madre como con Mark.