El Cine como forma expresiva y estética

jueves, 29 de octubre de 2009

Con Ágora, Alejandro Amenábar entra en el grupo de los "grandes directores españoles"

Llevo muchos años diciendo que Amenábar es el director español de mayor proyección creativa... Seguramente, lo seguiré diciendo porque nada puede borrar de la historia su "Tesis" (1996), uno de los mejores "ejercicios" de ritmo narrativo que conozco; ni sus "cortos" ("Himenóptero" (1993) y "Luna" (1994), sobre todo), irregulares pero expresiones de habilidad precoz en el uso de los medios de expresión cinematográfica; ni su "Abre los ojos" (1997), magnífica idea —acaso no demasiado original— merecedora de esfuerzos económicos menos alambicados. Cuando contó con los medios adecuados, realizó "Los otros" (2001), película de juicio polémico también en el aspecto de la originalidad, pero que dejaba claras sus posibilidades creativas en lo más específico de la realización cinematográfica: magnífico sentido del ritmo, fotografía fluida, cuidada con buen gusto y con sabiduría estética, guión de magistral economía de medios, actores bien elegidos, buenas interpretaciones... Sólo faltaba un buen argumento para que el resultado hubiera sido de "obra maestra".
Las peripecias vitales de Ramón Sampedro ofrecían una posibilidad de oro para componer un magnífico soporte argumental en un contexto social especialmente sensible y favorable... Pero en cine, no siempre 2 más 2 suman 4. Y resultó que un director con acreditada capacidad para resolver problemas de ritmo narrativo, naufragó con una "historia" sugerente y de actualidad... No obstante, los juicios generales (con alguna sona excepción como la de Antonio Gasset, aquien muchos echamos de menos) fueron tan positivos que consiguió el óscar a la mejor película de habla no inglesa en 2004 y una pedrea generosa en Europa y en el circo de los "premios Goya". Paradojas de la crítica cinematográfica: lo que a mí me pareció una caída de calidad en el proceso evolutivo definido hasta entonces, recabó un juicio general positivo casi absoluto. Y las razones del éxito fueron particularmente obvias para quienes entienden el cine como el "arte de contar historias"; contraponer la voluntad de una persona aquejada de una grave dolencia y decidida a suicidarse con la Iglesia aseguraba una respuesta social clara y contundente. El clero contestó como era previsible... Sin embargo, soprendieron las reacciones de los sectores afectados por problemas de salud afines, especialmente críticas... De hecho, la película destapaba un problema ético de perfiles envenenados: por un lado los planteamientos reaccionarios de la iglesia, por otro la libertad creativa y en el tercer vértice quienes, en sus problemas dolorosos, se vieron atacados por dos frentes...
La película no resultó ser un alarde de ritmo comparable al conseguido por Amenábar en sus obras anteriores. El arranque era brillante; el desenlace, aceptable, pero el desarrollo ofrecía "baches" dignos de un seguidor de la Nouvelle Vague. A mi juicio, Amenábar no fue capaz de construir (o hacer construir) un guión bien tramado, no supo descartar elementos innecesarios y reiterativos, y obtuvo un resultado bastante dudoso en lo substancial. La relevancia de la historia y el trasfondo ideológico progresista seguramente ocultaron las debilidades narrativas ante los sectores que pontifican en asuntos de calidad cultural...
Imaginé que Amenábar se había abandonado a lo que le pedían las entrañas y que en la siguiente película reaparecería el joven director de gran proyección creativa. Cuando supe que estaba preparando una película histórica con amplio soporte financiero, me estremecía de placer... Al conocer que el dinero procedía de Tele 5, imaginé que la cadena "tomatera" pretendía lavar su imagen financiando una película de "gran calidad", de importantes pretensiones estéticas...
Me equivoqué. En colaboración con Amenábar, Tele 5 ha diseñado una película en cierto modo paralela a "Mar adentro", pero con los criterios habituales en la cadena especializada en fórmulas zafias para concentrar audiencias... Resultado: una pèlícula valorada muy positivamente por la "crítica especializada"...  Y quien fue el director español con mayor proyección creativa, de repente, se me ha convertido en miembro destacado del muy acreditado y noble grupo de los "grandes directores españoles", junto con José Luis Garci, Fernando Trueba, Álex de la Iglesia, Santiago Segura, Javier Fesser, Emilio Martínez Lázaro, Juanma Bajo Ulloa, etc.
Seguro que ya están poniendo el nombre de Ágora a muchas estatuillas de Goya...

Los méritos.

El argumento de Ágora parte del enfrentamiento entre el humanismo helenístico y el fanatismo cristiano, personalizado en la vida de Hipatia de Alejandría (355-416), mujer singular, relativamente bien conocida mediante referencias históricas directas e indirectas, cuyas peripecias ilustran bastante bien algunos de los fenómenos circundantes al declive del Mundo Antiguo y la transición a la Edad Media. Su muerte a manos de fanáticos cristianos ofrece una faceta de especial significación en ese sentido...
La Iglesia Católica se ha ganado a pulso que proliferen las obras de todo tipo con planteamientos extremadamente críticos. Vivimos tiempos dominados por un fanatismo incompatible con los valores éticos del sistema social amparado por nuestras leyes. Y juzgamos inaceptable que ciertos fanáticos impongan la ablación o vestidos aberrantes a las mujeres o que el Papa discuta las posibilidades del condón para rebajar el contagio de las enfermedades de transmisión sexual o, de hecho, imponga un orden social que deja a las mujeres muy por debajo de las responsabilidades exclusivas de los hombres. Una mujer no pude ser sacerdotisa ni, por supuesto, "obispa" o "Papisa". Se diría que sigue vigente la Primera epístola de San Pablo a Timoteo, citada en Ágora:
(...) "Asimismo, que las mujeres se atavíen con vestido decoroso, con modestia y prudencia; no con peinados ostentosos, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos; sino más bien con buenas obras, como conviene a mujeres que profesan reverencia a Dios. La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción; porque no permito a una mujer enseñar ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Pues Adán fue formado primero; después, Eva. Además, Adán no fue engañado; sino la mujer, al ser engañada, incurrió en transgresión. Sin embargo, se salvará teniendo hijos, si permanece en fe, amor y santidad con prudencia".
Richard Dawkins en su obra "El Espejismo de Dios" puso de manifiesto la incompatibilidad entre las creencias religiosas tradicionales, sus prácticas rituales y sus pretensiones de controlar los valores morales mediante los logros de un sistema de relaciones sedimentado con el paso de los siglos. En el mismo sentido, hoy está claro el antagonismo entre las creencias imposibles de contrastar (que suelen determinar lo más relevante del corpus doctrinal) y el razonamiento crítico o el escepticismo propio de toda aproximación al conocimiento.
Desde esas concepciones asumidas cada vez por más personas en todo el mundo, podía ser atractiva la idea de realizar una película sobre el antagonismo entre fe y conocimiento, entre ciencia y religión, entre tolerancia y fanatismo, situando la acción en el fin de la Antigüedad. Fueron tiempos dominados por la crisis del Imperio y por la substanciación de la doctrina cristiana, que se había sistematizado en el primer concilio de Nicea (325), celebrado poco antes del nacimiento de Hipatia, y que había desencadenado fuertes enfrentamientos sangrientos entre las propias comunidades cristianas. Los debates que siguieron al primer concilio de Nicea se prolongaron mucho más que la vida de Hipatia...


Con las pretensiones universales que se desprenden del título (Ágora, ahora) y de las "tomas cósmicas", se nos ofrece una historia construida con el concurso de Mateo Gil, en la que brillan más las carencias que los aciertos. Desde un esquema maniqueo de interpretaciones iconográficas especialmente desafortunadas, entre "paganos buenos" y "cristianos malos" (debidamente uniformados en blanco y negro), asistimos al desarrollo de una "historia" demasiado encorsetada que, en su simpleza, asegura la sintonía con sectores amplios del público, sacrificando la ambición expositiva y, en consecuencia, las posibilidades de entrar en los territorios del cine de calidad.
El guión, en ese sentido, define continuidad absoluta con "Mar adentro", para dibujar una Hipatia-Galileo (simplificación provinciana y radical del texto "brechtiano"), consagrada a la ciencia en cuerpo y alma, "humanizada", mediante un detalle "morboso" que acaso no fuera el más apropiado desde el contexto histórico. Francamente, no me gustó demasiado la anécdota del pañuelo... Algunas frases me parecieron especialmente desafortunadas... al menos, en la versión española (amor a la filosofía).
También me llamaron la atención dos situaciones deudoras de S. Kubrick: la réplica a la secuencia de Espartaco, trivializada en la oposición entre plátanos e higos, y el desenlace del drama fundiendo amor y piedad. Sí, ya sé que las comparaciones son odiosas... sobro todo si una de las pautas es tan pobre: la muerte de Hipatia, culminación del drama, acaso sea la secuencia peor resuelta de toda la película.

Desde las posibilidades ofrecidas por el contexto histórico, destacan las escasísimas alusiones relevantes a la polémica naturaleza de Dios o al trasfondo neoplatónico que regía en los ambientes cultos de la época; tampoco es fácil rastrear la deriva oriental experimentada por la cultura grecolatina en la tardo-antigüedad. Justificar la expansión cristiana en el ejercicio de la caridad es, a mi juicio, otra simpleza. El cristianismo se impuso por razones infinitamente más complejas. Socorrer a los necesitados está presente en la ética romana desde los tiempos de los Gracos, cuando menos.
Para saciar la curiosidad, contamos con un personaje aún más documentado que la propia Hipatia: Flavio Claudio Juliano (el Apóstata) (332-363), de quien se conservan algunas obras y sobre el que se han escrito algunos relatos novelados de interés.

Para más INRI, la versión estrenada en España ha sido mutilada en 20 minutos, al parecer, para facilitar su explotación comercial; y esa circunstancia implica una seria limitación para el análisis crítico, porque es difícil saber si las elipsis aparentes lo son o no; si algunas faltas de linealidad narrativa son mutilaciones de la productora o errores de Amenábar... Es posible que los responsables financieros del "producto" tengan prevista la explotación comercial de la "versión del director" (estrenada en Cannes) en un futuro reestreno, pero la imagen ofrecida por esta triquiñuela es lamentable.

Por fortuna, el tratamiento fotográfico de la película no desentona con las fórmulas ya aplicadas por Amenábar en su producción anterior: buen gusto, agilidad, fluidez, encuadres imaginativos... Creo que es la faceta más elogiable. Tampoco me ha desconcertado la ambientación musical... a pesar de algunas "licencias" algo forzadas (secuencia de la flauta).
Frente a lo sucedido en "Mar adentro", en Ágora Amenábar ha resuelto aceptablemente el problema rítmico... pero no combinado el tratamiento fotográfico con la tensión intrínseca del guión. Por efecto de la debilidad de éste, los realizadores (no sé qué parte le corresponde a los gestores de Tele 5) han recurrido a las "fórmulas de producción" (relaciones amorosas y violencia) habituales en el cine de entretenimiento... por fortuna, sin llegar a las exageraciones propias de los aficionados a la casquería.

La ambientación es otro capítulo gris, seguramente de origen común con las debilidades históricas del guión... Casi todos los "templos" que aparecen en la película son egipcios, cuando por tratarse de una ciudad de fundación helenística, debieran haber tenido mayor presencia los grecolatinos. Las referencias religiosas helenísticas se limitan a la figura de Serapis.
La policromía de los elementos arquitectónicos está mejor resuelta que en algunas películas de género, pero no hubiera edstado de más mayor decisión cromática...

Se ha enfatizado el esfuerzo presupuestario de la película... Debo manifestar mi más profundo escepticismo en esa línea, porque menudean los recursos manidos y los resultados pobres. Los planos tipo Google Earth son demasiado elementales y los "aéreos" no siempre son creíbles; algunos recuerdan cierta familia de juegos para ordenador (Age of Empires), a los que tal vez se pretendiera hacer un guiño... Si así fuera, estaríamos ante lo más imaginativo.
En síntesis, los planos "exteriores" (efectos especiales) de Alejandría hacen pensar en la maqueta de un parque temático construido con porexpan.

Tampoco me ha gustado la interpretación del "tiempo escénico". Acaso se pueda aceptar la idealización atemporal de Hipatia, con una R. Weisz, inmutable en su apariencia física, pero entre tanta deficiencia esa circunstancia multiplica sus cualidades negativas como anacronismo relevante, incompatible con las exigencias de verosimilitud convenientes en una película de "ambientación histórica". Se me ocurren dos buenas actrices españolas que acaso hubieran sido más adecuadas para el papel protagonista...

Ágora fue estrenada con una campaña de saturación y con las suficientes copias como para conseguir un éxito comercial incuestionable... en España y, seguramente, en otros lugares. Es de suponer que los gestores resolverán pronto el "asalto" al mercado americano...
La preeminencia de la voluntad comercial sobre la artística se manifiesta en otro detalle muy significativo: al entrar en la sala, junto con las entradas, entregaban publicidad de una novela de Marta Sofía, "basada en la película de Alejandro Amenábar", editada por Planeta...

Quien se acuesta con Tele 5...

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