Por Javier Mateo Hidalgo
Fue su primera película y, para muchos, la mejor de la historia del cine. Orson Welles venía de revolucionar el mundo con su particular retransmisión radiofónica de la obra de otro Wells (H.G.) “La Guerra de los mundos”, cuando La R.K.O. le dio carta blanca para llevar a cabo dos filmes en sus estudios. “Citizen Kane” fue el primero, y “The Magnificent Ambersons” la segunda (mutilada por la propia R.K.O. en su duración hasta cuarenta minutos). La idea era presentarse al público del séptimo arte con la historia de un personaje basado en la figura de William Randolph Hearst. Para ello, escribió un guión en colaboración con Herman J. Mankiewicz (hermano del famoso director) y se valió de actores con los que había trabajado durante su etapa en el Mercury Theatre (destacando entre ellos a su amigo Joseph Cotten).
Charles Foster Kane es un magnate que ha dirigido “en la sombra” la historia de América desde finales del siglo XIX hasta casi mediados del XX. Suyos son la práctica totalidad de los periódicos, a los cuales se ha encargado de insuflar el amarillismo que, en adelante, se hará común en los medios de comunicación. De él se conoce su vida pública pero apenas se sabe algo de su vida privada. La película trata de introducir al espectador en este mundo haciéndole partícipe de las diferentes versiones de dicha realidad: los noticiarios, los investigadores, la gente que le conoció… Diferentes puntos de vista para contar una historia de megalómanas pretensiones. He aquí un de los aciertos de la película. Welles aportó un nuevo “enfoque” cinematográfico que sorprendió en gran medida y que determinó los derroteros del cine en buena parte. A pesar de que en un primer momento los estudios desconfiaron de este jovencito, poco a poco fueron siendo conscientes de su enorme talento (de hecho, las primeras filmaciones las realizó clandestinamente arguyendo pruebas de fotografía). “Ciudadano Kane” posee una construcción argumental y narrativa bien sólida y no deja de sorprender a quienes la ven con el paso de los años.
Hay otros factores que deben observarse a la hora de emitir un juicio sobre el filme: La música, compuesta por un Bernard Herrman todavía desconocido y que revolucionaría el mundo de la banda sonoro. Y es que Herrmann es uno de los primeros compositores que se dedica a escribir partituras que no sean un mero elemento decorativo, o una bella ilustración de las imágenes. Además, está Robert Wise en la labor de montaje, que resulta importantísimo en esta película. Después acabaría poniéndose tras la cámara en películas tan celebradas como “West Side Story” o “The Sound of Music”.
La historia de Welles no solo es la historia de un histriónico magnate (uno de sus caprichos es tratar de atesorar todas las obras de Arte de la Historia para luego albergarlas en una gran edificación que casi es un mundo aparte: “Xanadú”), sino la historia de sus pasiones, siempre universales. La ambición destaca por encima de todas ellas al representar el mayor incentivo de Kane. Tratar de hacer suya a América intentando atesorar también a los que en ella viven. Esto lo intenta tratando de controlar lo que leen, tratando de controlar el modo en el que se informan, mediante los periódicos, pero también presentándose como presidente de la Casa Blanca.
“Rosebud” es la última palabra que dice al morir, y en realidad, el cebo con el que se teje toda la historia cinematográfica. Tratando de averiguar a qué se podía referir con ella, comienza a despertarse el apetito en el espectador. Así, conocemos que la historia de Kane es la historia de sus fracasos… La historia de un niño sin infancia al que se obligó a jugar al rol de adulto mediante el dinero. He aquí la moraleja.
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