Por Javier Mateo Hidalgo
"Morfología del cráneo de Freud" por Salvador Dalí |
En 1938, Salvador Dalí concierta una visita con Sigmund
Freud en Londres. Éste, convaleciente de la que será su última enfermedad,
escucha cómo el joven artista le habla de su método “paranoico-crítico”. Este
encuentro tan particular, representó para muchos la unión clara e indivisible
entre surrealismo y psicoanálisis. Hasta ese momento, un año antes de su
muerte, Freud decía no sentirse identificado con dicha vanguardia, a pesar de
que en su mayoría ésta había defendido las tesis freudianas como base del
movimiento. No obstante, el alemán cambió de idea tras conocer al catalán
personalmente. Debió de fascinarle la acalorada defensa de sus ideas, lo genuino
de su carácter. Además, que un joven creador acudiera a él en tales
circunstancias llevando solo como tarjeta de visita la admiración que sentía
por su figura, tuvo que ser determinante para que Freud se manifestase más
permeable ante cosas que, en otra época –y con otra salud- habría visto con
otros ojos.
El surrealismo buscaba ante todo la revolución, tanto
estética como de pensamiento. Buscaba impactar, remover todo aquello que
parecía inamovible, provocar opiniones, a ser posibles, polémicas (esto es,
negativas, de rechazo y de crítica) porque eran éstas precisamente las que lo
mantenían vivo, como algo novedoso (recordemos la frase del propio Dalí “que
hablen de mí aunque sea para bien”). No les importaba que el escándalo llegase
a sus propias filas. Como con los jacobinos, no tardaron en rodar cabezas de
surrealistas cortadas por propios surrealistas.
Durante esta búsqueda de aquello capaz de afectar a lo más
profundo del individuo, surgió el psicoanálisis como herramienta con la que
indagar en todas estas cuestiones. Llegar hasta capas subterráneas e
insospechadas que conectaran con lo más sensible de cada uno de nosotros.
Antes de inaugurar la disciplina psicoanalítica, Freud
desempeñó su labor en ambientes donde resultaba común el empleo de métodos poco
ortodoxos. Debido a esto, buena parte de su pensamiento quedó, con el paso del
tiempo, obsoleto. No obstante, gran parte de sus averiguaciones han permitido
dar pasos de gigante en el avance del conocimiento del interior humano, siempre
tan complejo.
El surrealismo propuso, con su estética, establecer una
serie de relaciones entre distintos elementos hasta entonces inimaginables en
su unión (como dijo André Bretón, “Bello como el encuentro fortuito de un
paraguas y una máquina de coser”). El psicoanálisis buscaba encontrar esas
relaciones mentales que el individuo establecía entre diversos elementos de su
vida cotidiana respecto de su yo (y el modo en que estas podían afectar a su
vida). El surrealismo no pretendía emplear un método científico para llevar a
cabo sus propuestas (de hecho, se buscaba el imposible de que las cosas
tuvieran lugar sin que el autor interviniese para provocarlas, haciendo uso de
invenciones como el “cadáver exquisito” o la “escritura automática”) y esto lo
desprestigiaba ante el psicoanálisis, a pesar de que en cierto sentido tuviese
ciertas cosas en común (insisto en la idea de movimiento “estético”), unos
“vasos comunicantes”, que diría Bretón.
"Misterios de un alma" de Pabst |
"Un perro andaluz" de Buñuel |
Con el estreno de “Un perro andaluz”, la cosa estaba clara:
no buscar en absoluto la coherencia, tratar de romper con las reglas de la
razón. Buñuel buscó inspiración en los sueños plasmándolos literalmente en la
pantalla. La fuente onírica no necesitaba una explicación psicoanalítica para
el espectador. De hecho, el cineasta se jactaba de quienes trataban de razonar
sus imágenes. Corría el año mil novecientos veintiocho. Dos años antes, el
cineasta Georg Wilhelm Pabst realizó un film titulado “Geheimnisee einer seele”
(aquí traducido como “Misterios de un alma”). El argumento de la misma giraba
en torno a la explicación psicoanalítica de una serie de problemas sufridos por
su personaje protagonista. Su propuesta debió de resultar novedosa para el
público: Deducir mediante la lógica teórica, metódica y terapéutica del
psicoanálisis una serie de imágenes presentadas como oníricas.
No resultaría descabellado pensar en la influencia que este
film de Pabst pudo tener no solo en “Un perro andaluz” sino en el universo
buñueliano. Si para Dalí, la diferencia entre un loco y él se encontraba en que él no estaba
loco, la diferencia entre “Misterios de un alma” y “Un perro andaluz” es que
una precisa de la necesidad de averiguar el sentido de unas imágenes
aparentemente fantásticas y otra no. Para una, el público merece una
explicación, mientras que para otra las imágenes poseen suficiente potencia por
sí mismas y simplemente se limita a presentarlas sin ninguna justificación.
“Misterios de un alma” comienza con un crimen. Un crimen
utilizando como arma una navaja. En la casa de enfrente, un matrimonio escucha
los gritos de socorro. Él está afilando su propia “arma del crimen” para
afeitarse. Ella le pide que le corte unos rizos que le sobran de la nuca, y
justo cuando él va a cortarlos con su navaja, la mujer grita desde la otra casa
y él, del sobresalto, le produce una herida a la esposa. ¿A quién, llegado este
punto, no le vienen a la memoria las primeras imágenes del film de Buñuel? A mi
juicio, no es una mera especulación. La sombra de la navaja es alargada,
llegando cinematográficamente a “Ensayo de un crimen” e incluso más allá del
cineasta de Calanda: Hitchcock, admirador declarado del aragonés, introduce
dicha arma para “Recuerda”, en la cual, curiosamente, Dalí se encarga de
realizar la escena del sueño de Gregory Peck. El genio del suspense supo
integrar los elementos del psicoanálisis a su antojo en cada una de sus
películas. Pero, vayamos más allá: el protagonista de “Misterios de un alma”
tiene un sueño que vertebra todo el sentido del film: dentro de este sueño, el
protagonista sube un campanario y, una vez arriba, encuentra como badajo de la
campana la cabeza de la amada. Ahora ya no estamos en “Un perro andaluz” sino
en “Tristana”, e incluso en “Él” y en “Vértigo”.
El sueño de "Tristana" |
El sueño de "Misterios de un alma" |
El personaje de Pabst debe de pasar por el diván para tratar
de arrojar luz a esa pesadilla que acaba convirtiendo su vida en un infierno. En
ella se mezclan traumas de la infancia, conjeturas propias de los celos y aquel
hecho del “no crimen de navaja” (como los de Archibaldo de la Cruz ).
A continuación, un
breve relato descriptivo de la misma:
El primo de su mujer y amigo de la infancia, Hans, aparece
ataviado con su uniforme de explorador (aquel con el que se presenta en las
fotografías que les envía por correspondencia, ya que él se encuentra de viaje
exótico), encaramado a un árbol y esperando a que el soñante salga de la casa.
Una vez este aparece, Hans comienza a reírse de él y le apunta con su rifle. El
protagonista no puede huir de él, pues la puerta de la casa se ha cerrado y no
la puede abrir. Es entonces cuando comienza a ascender volando para tratar de
librarse del arma que le apunta, la cual es finalmente disparada contra él.
En
la siguiente escena, el protagonista sale de una cueva para tratar de llegar a
una gran figura de una diosa oriental. Cuando está casi junto a ella, una
barrera de tren se baja y le cierra el paso. Ante él desfila un tren en el cual
se ve la imagen del explorador viajando dentro y saludándole. Cuando por fin
puede situarse junto a la gran estatua, vemos que ésta tiene el rostro de su
mujer. El hombre saca una carta de su bolsillo y encuentra en ella una
dedicatoria del primo de ella. Nada más leerla y percatarse de que va dirigida
hacia su mujer, la arroja y esta desaparece en una explosión de humo.
En la tercera imagen vemos cómo ante el personaje se levanta
toda una ciudad con sus casas, destacando entre estas una gran torre concluida
en campanario. Es este momento cuando sube y se encuentra la escena antes
mencionada. Además de la campana con la cabeza de su mujer, hay otras dos con
los rostros de otras dos mujeres que ya hemos conocido al comienzo del film.
Todas ellas parecen reírse de él, así como otra serie de rostros que surgen
cuando el protagonista se asoma a través de la baranda.
En una cuarta, el protagonista observa, de nuevo separado
por una valla, como a través de una ventana dos siluetas (la de la mujer y la
del primo de ella) se besan ante la impotencia de él. Al apoyar sus manos contra
la valla, esta asciende llevándole con él hasta las alturas. Ahora la valla se
ha convertido en la reja de una celda y, a través de ella, contempla al primo
de su mujer, mirándole dentro de una botella para experimentos químicos.
Después, se presenta un paisaje compuesto por unos tambores que redoblan en lo
alto, su mujer sentada en una mesa abajo a la derecha, unos hombres vestidos de
frac a la izquierda y unos jueces al fondo, rodeados también de gigantescos
utensilios de química. Él asiste humillado a la acusación de unas manos en
sombra también gigantescas que le señalan.
En la última escena, el protagonista aparece vestido con su
bata de químico, en su despacho con su secretaria. A través de la ventana
observa de nuevo a su mujer y al primo de ella, cruzando un estanque de
nenúfares mediante una barca. Estos se detienen y el explorador extrae del
fondo del agua un muñeco simulando a un recién nacido, envuelto en una manta, y
se lo ofrece a ella. Ambos se abrazan con el bebé ficticio y esto llena de
cólera al protagonista, que blande un cuchillo con la intención de asesinar a
su mujer.
Tras la descripción, pasamos a aclarar el sentido de algunas
imágenes-símbolo del sueño del protagonista. Podríamos decir que en conjunto
pueden dividirse en dos bloques:
En el primero encontramos aquellas en las que aparece Hans,
y remiten a los celos que el personaje principal siente hacia él, el primo de
su mujer, temeroso de que éste pueda arrebatársela. Dentro de este apartado podemos crear uno
parejo, que alude a un momento traumático en la infancia del protagonista. Para
hablar de éste, encontramos la escena en la que él ve Hans aparecer junto a su
mujer en la barca para sacar el muñeco del agua después. Cuando los tres eran
niños, durante unas navidades, la madre del protagonista se le aparece ante él
y le enseña a un bebé. La niña que después sería su mujer y su primo se
encuentran a un lado de la habitación. Ella le ofrece a él un muñeco como si
también tuvieran un bebé, y esto llama la atención del protagonista.
El segundo bloque se concreta en la escena del juicio en el
que el protagonista es humillado, y remite al día en que se produjo aquel
crimen en la casa vecina, y a la idea que le indujo a pensar que él podía haber
sido el culpable del crimen tras haber provocado aquella herida en el cuello de
su mujer.
Karl Abraham |
Toca ahora hacer un poco de historia en torno al
filme: en 1895, Freud y Breuer publican “Estudios sobre la histeria”, un primer
acercamiento de lo que después sería la primera teoría psicoanalítica. Ese mismo año, los hermanos Lumière
proyectan las primeras imágenes de su invento, el cinematógrafo. El otro
invento, el de Freud, no tarda en revolucionar el panorama social y cultural de
occidente. Desde los Estudios UFA, se plantean llevar a cabo un film que trate
sobre las teorías psicoanalíticas. Para ello, el productor Hans Neuman contacta
con Karl Abraham, discípulo de Freud, con el fin de proponerle la idea. Abraham
encuentra factible el proyecto, cree en el poder del séptimo arte como
herramienta cinematográfica para difundir conocimientos científicos, pero es
consciente de que hay que convencer a Freud. Éste era bastante reacio a
colaborar con el séptimo arte, pues no veía en éste nada más que una atracción
de feria. Abraham escribe a Freud para tratar de hacerle entrar en razón,
argumentando que el film se acabaría llevando a cabo quisiera él o no, de modo
que sería preferible que él aceptara. El
fílm planeado tendría una primera parte de ejemplos individuales que
ilustrarían conceptos como la represión, el inconsciente, los actos fallidos, y
la angustia. La segunda parte presentaría un caso de neurosis, y su curación
mediante el psicoanálisis. A los espectadores se les daría además un escrito
claro y comprensible sobre el psicoanálisis acompañando la exhibición del film.
La respuesta no se hace esperar. De entre las palabras de
Freud, caben destacar las siguientes: “Mi objeción principal sigue siendo que
no me parece posible representar nuestras abstracciones de manera respetable
con medios visuales. Y no vamos a autorizar nada insípido”.
A pesar de las palabras de la carta de Freud, Abraham decide
seguir adelante y trabajar en el proyecto junto al psicoanalista americano Hans
Sachs.
Cuando el film se estrenó, Abraham había fallecido poco
antes. Freud nunca le perdonó su desobediencia y modificó sus relaciones con
él.
El protagonista del film, Werner Krauss, uno de los actores
más conocidos del cine alemán del momento, ya había interpretado el papel de
psiquiatra en el film “El gabinete del doctor Caligari”. Ahora, con “Misterios
de un alma” cerraba el círculo convirtiéndose en paciente.
A pesar del paso de los años y de la cantidad de cambios que
ha sufrido el cine en su evolución, “Geheimnisse einer Seele” continúa
manteniéndose como un film sobresaliente y digno representante de las teorías
psicoanalíticas. En su gran parte el mérito recae en Pabst, uno de los
cineastas más interesantes de su generación, superviviente en las enciclopedias
junto a otros nombres de compañeros como Lang, Murnau, Wiene o Stenberg.
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