El Cine como forma expresiva y estética

martes, 28 de enero de 2014

El conflicto como origen de la creación artística en Hitchcock

Por Sarapa

Nunca fue reconocido abiertamente, pero estudiando las películas del director se puede apreciar un latente resentimiento hacia las mujeres, un resentimiento de sus anhelos eróticos jamás realizados que llevó a un desprecio por quienes despertaban esos anhelos no realizables.
Hitchcock había crecido bajo una férrea educación materna, sobreprotectora, y una igualmente férrea educación puritana, enseñado a forjarse una buena reputación. Aislado en su infancia, aislado en su adolescencia y aislado en su adultez por él mismo, se protegía de los posibles contactos íntimos (aunque en gran parte imaginados) con las mujeres y siempre tuvo una especie de dualidad respecto a estas. La creencia de la mujer casi como una diosa, bella y fría, que no podía no ser sino un engaño, y una peligrosa seducción, causaba en el director sentimientos contradictorios y conflictivos, que se manifestaban en una atracción-repulsión hacia el objeto de su deseo. Por un lado, la deseaba; por otro, pensaba que era un fraude. El director desea desnudar psicológicamente a sus personajes femeninos para hacer más vulnerable a  esta “diosa”, más humana.


En sus películas las mujeres son moldeadas a imagen de un prototipo que sigue con precisión. El papel del cabello es importante en esta fijación. Hay persistentes planos de peinados de mujeres o de la parte trasera de sus cabezas en 39 escalones, Inocencia y juventud, Alarma en el expreso, Rebeca, Enviado especial, Matrimonio original, Sabotaje, La sombre de una duda, Encadenados, El proceso Paradine, Pánico en la escena, La ventana indiscreta, Atrapa a un ladrón, Vértigo, Con la muerte en los talones, Psicosis, Los pájaros y Marnie, la ladrona.
Hitchcock confesó: “Me sentí muy intrigado por la situación básica de Vértigo, el cambiar el color del cabello de la mujer. Debido a que contenía una gran analogía sexual. Este hombre cambiaba y vestía de nuevo a su mujer, lo cual parece lo contrario de desnudarla. Pero en el fondo significaba lo mismo. Realmente hice la película a fin de llegar hasta el fondo de esta sutil cualidad de la naturaleza onírica de un hombre”.
Y es que en ninguna otra película queda reflejado con tal claridad este choque de impulsos opuestos. Vértigo fue la confirmación de la falacia del romanticismo.
Se ha hablado mucho de la proyección de Hitchcock en sus actores. En efecto, aquí tenemos que el hombre es el propio Hitchcock. James Stewart cambia a su mujer hasta dar con la imagen de mujer que él busca. Exactamente lo que hacía el director con sus actrices: crear una belleza ilusoria, en esta película encarnada en una actriz que en sí misma es una ilusión.


Pero Hitchcock no solo proyecto aspectos de su vida en el personaje de Scottie, tan obsesionado por convertir a Judie en Madelaine. El personaje de la amiga de Scottie, la diseñadora de sujetadores, que le ofrecía su amor pero de la que él huía, encarna a Alma, la esposa de Hitchcock, que al igual que el personaje de la película era su asesora particular, siempre resolviendo los problemas cotidianos.
Otra película en la que se evoca continuamente el choque de voluntades es Psicosis. Como bien dice el doctor al final: “Cuando la mente alberga dos personalidades, siempre hay un conflicto, una batalla.”
En esta película Hitchcock pretende extender esa escisión en el espectador, jugar con la identificación para despertar en él respuestas de atracción-repulsión. Uno de los elementos que usa para ello es la figura del espejo. Hitchcock dijo tanto en Vértigo como en Psicosis al director artístico Henry Bumstead que utilizara espejos siempre que le fuera posible. El espejo funciona como símbolo de la personalidad fracturada.
Tanto Vértigo como Con la muerte en los talones como Psicosis tienen como foco emocional una desesperada y engañosa rubia. Si bien Hitchcock evocó siempre en sus películas el miedo a la pérdida, la obsesión por la pérdida definitiva en distintas formas, en estos tres largometrajes se concreta en el miedo a la propia pérdida de identidad.