El Cine como forma expresiva y estética

viernes, 22 de julio de 2011

NAUFRAGIO (2010) Pedro Aguilera

Apuntes de Javier Ramírez Serrano.

La fuerza de la imagen.
Naufragio se sustenta en el aspecto visual como hilo narrativo. Un guión de imágenes sobrecogedoras que deslumbran al espectador con sus contrastes, de  inquietantes figuras humanas y animales. Un África mítica dieciochesca trasladada a nuestro tiempo. Una venganza literaria que juega con los símbolos y las imágenes místicas, con los clichés y nuestra realidad más cotidiana. Pura ficción en un intento por congeniar literatura y cine a través de las imágenes y no de los textos.


Capricho de autor.
La rabieta de un director dolido por la visión terriblemente colonialista de Defoe. Un ejercicio curioso de venganza. Una reflexión sobre Robinson y Viernes, sobre la figura del náufrago “colonizador” y el esclavo. La libertad creativa de desafiar a un grande, de reescribir un final bastardo con imágenes.

Atípico cine-cine.
Pedro Aguilera, Arnau Valls Colomer, Julia Juaniz, Juan Marín Walker, Juan Carlos Bravo, Saioa Lara… un rara avis en la cinematografía española actual. En co-producción con Alemania nos encontramos ante lenguaje cinematográfico verdadero. Imágenes en movimiento que son eso, imágenes. Los paisajes, los personajes, todo respira ante la mirada del espectador, hipnotizado por un trabajo de sonido espléndido, que atiende a las respiraciones, a los alimentos dentro de una boca, a la naturaleza. Y una fotografía por momentos inconformista, con mayor o menor acierto.

Decisiones.
Los mayoría de los actores, al igual que en su anterior película (La influencia) no son profesionales. Se ve claramente el esfuerzo, pero las formas chocan con lo que estamos acostumbrados a mamar como una interpretación “natural”, aún siendo posible que sean incluso más naturales de lo que podemos entender por el término. Robinson, el protagonista, se esfuerza enormemente en un papel muy interesante, aunque desagradecido para el espectador medio. Una interpretación hacia el interior del personaje, una profundidad que inmoviliza por momentos las expresiones externas, un gran trabajo difícil de apreciar.


Reubicando un contexto.
El Viernes de Defoe es más esclavo hoy que entonces. Naufragio juega a recontextualizar a ese esclavo de la mirada colonialista occidental, en un tiempo en el que los juicios sobre ese momento histórico son esencialmente negativos. Nuestra vergüenza occidental se materializa en la mirada de un director indignado con esta visión. Robinson, el protagonista, es el hijo simbólico de Viernes. La representación del África Mítica que decide vengarse del colonialismo acabando con la figura de Robinson Crusoe. Las armas y los procedimientos que se utilizan responden a los mismos clichés que Defoe utiliza en su novela, y contrastan enormemente con la mirada “social” de las pateras, los campamentos ilegales, y los trabajos sumergidos en los invernaderos almerienses.

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martes, 12 de julio de 2011

UN CUENTO DE TERROR CINEMATOGRÁFICO: JOSE MARÍA SÁNCHEZ SILVA

Por: Javier Mateo Hidalgo

Deseo escribir este texto con la mayor fidelidad a mí mismo de la que sea capaz. El título del mismo no es baladí, y quiero por ello justificarlo tratando de ser preciso en mi opinión personal. Para ello, he de realizar un viaje hacia los traumas del pasado. El filme que ahora paso a describir, lo debí ver de bien niño, en uno de esos maratones televisivos de Semana Santa. Marcelino  quizá sea el film menos históricos de cuantos se puedan emitir (me refiero a “Ben-Hur”, “Quo Vadis”, “Los Diez mandamientos” o “Rey de Reyes”). Este filme no es ni mucho menos un “Peplum”. Nos encontramos ante un cuento de José María Sánchez Silva, autor de otros relatos como el de “El hereje”, que después pasará a comentar brevemente. La religiosidad está presente, qué duda cabe, empezando por los frailes y terminando en el niño, en su experiencia espiritual al entrar directamente en contacto con Jesucristo. 



El director, Ladislao Vajda, fue un húngaro admirador de Fritz Lang que recaló en la península ibérica yéndole bastante bien. Sus éxitos alcanzados, curiosamente, fueron los siguientes, aparte del filme del que aquí hablamos: “Mi tío Jacinto” y “El cebo”. En ellos, los niños son los protagonistas. Como ya he dicho antes, Vajda se consideraba un fan de Lang, y no dudó en utilizarle como excusa subterránea para la última cinta de las que he mencionado. Esta, no es ni más ni menos que un homenaje a “M, el vampiro de Düsseldorf”. ¿Qué es lo terrible de todo esto? Que el co-protagonista, junto a la figura del niño, es su asesino. Y aún podemos ir más allá. El criminal actúa fuera de casa, cuando su “mujer” no está delante para coartarle, “expresándose libremente y sin ataduras”. Eligiendo siempre como lugar de sus fechorías el bosque, encandila a los niños con marionetas, para llevarles al huerto. Vajda no duda en “matar” también a Marcelino, si se me permite decirlo. La fábula es todavía más terrible: Marcelino, huérfano, consigue volver a estar de nuevo con su madre gracias a la intercesión de la figura de Jesús, al cual se presenta terroríficamente. Este análisis quizá sea demasiado actual. Por ello, creo que la palabra que mejor se ajusta a la descripción es “sobrenaturalmente”. Una talla en madera cobra vida. Esa talla se guarda en un desván, y a este lugar le está terminantemente prohibido subir a Marcelino. ¿Por qué los frailes actúan de esta forma con el niño? La figura de ese lugar inalcanzable contra el que Marcelino lucha podría relacionarse con La Bella Durmiente y el pinchazo fatal de la rueca. La figura del niño es el objeto preciado del que se valen los creadores para generar angustia: un ser inocente, (¿inofensivo?). también los animales están sujetos en el cine por el suspense. Ese blanco y negro tan imponente heredado del expresionismo alemán, unido a la música de voces sacras que evocan a los ángeles, los espíritus o como quiera decirse, resultan otros añadidos que contribuyen a generar un ambiente de “fe”, de contacto con lo sobrenatural. Y, desde luego, nunca podré estar de acuerdo con un Dios, tal y como aquí se representa, capaz de llevarse a un niño al otro barrio, por mucho más feliz que pueda ser allí. Es un cuento, una fábula, ya lo sé, pero en lugar de trocárseme con final feliz es para mí motivo de tragedia. Además, para disgusto del régimen, el niño Marcelino-Pablito Calvo creció y se hizo comunista. Retomando el Sánchez Silva como la mano que mece la escritura, hablaré como ya dije de “El hereje”: Borja Moro realizó un filme para este relato o cuento que también tuve la suerte o desgracia de ver de pequeño, y del cual salí también seriamente traumatizado. En él, la figura de Cristo vuelve a surgir para hacer justicia entre los mortales. El personaje del hereje es representado como un tipo rudo de pueblo, con barba de meses, tozudo y huraño. Vamos, todo un homo primitivus (encarnado por Folco Lulli, a quien también podemos ver- por ejemplo- en el film de Nieves Conde “Todos somos necesarios”). Un día de tempestad en el mar, se encuentra desplazando en barca una talla de Cristo crucificado. Sus compañeros marinos perecen ahogados y él se salva aferrándose al Cristo. ¿Cómo? Clavando un cuchillo en su pecho con el que queda sujeto. Tras este episodio, ya en tierra firme, comienza a ver en distintos lugares tallas similares con algo en común: la marca del cuchillo en sus costados. Finalmente, tras sufrir trastornos delirantes, la fe llega a su vida, como no podía ser de otro modo. Si en el anterior caso la música era de Sorozábal, en este caso fue Rodrigo quien dio la impronta sonora-trascendental al filme.


No sé cómo lo ven ustedes, pero entre los filmes de terror, cabría incluir las adaptaciones cinematográficas de las obras de Sánchez Silva.

lunes, 11 de julio de 2011

Sobre el límite entre el cine y el videoarte de la mano de Lars von Trier y Michael Borremans.

Por Juan Perucho



El cine y el video arte son primos. tan parecidos que en ocasiones puede no ser facil distinguirlos.
El formato y los medios tecnológicos idénticos hacen que estas categorías sean a veces difícilmente clasificables.
Fundamentalmente, la diferencia reside en la acción. El cine tiene una necesidad imperiosa de contar una historia que evolucione, explique, y desarrolle una acción. Y frecuentemente tiene un matiz mucho más ambicioso que el video en cuanto a recursos visuales.
El video-arte toma algo de este lenguaje pero se centra en plasmar de forma estética una situación, un sentimiento, etc sin utilizar la estructura clásica de introducción, nudo y desenlace propias de la narración, conformandose la mayoria de las veces en documentación de un evento artístico como se lleva haciendo con la fotografía de las performances.
En ocasiones las fronteras se vuelven tangenciales, es decir... se rozan y tienen puntos en común. Utilizando los mismos medios, es fácil que en ocasiones se produzcan casos como el del artista Michael Borremans y el director de Anticristo, Lars Von Trier.
Ambos ejemplos son increiblemente idénticos aunque son los pequeños detalles y la elegancia (o su ausencia) lo que les acaba delatando. Ambos disfrutan con el deleite estético de imágenes fantasmales.
La luz fuerte y el color brillan por su ausencia y cuando se dejan ver tienen matices muy dramáticos, de tal forma que priman los grises medios favoreciendo que la crudeza campe a sus anchas. El tiempo parece detenerse y la tensión visual se dispara.
Consiguen una atmósfera particular que junto al gris induce a la ensoñación o introspección sacando a la luz detalles de cada personaje. Usan con buen criterio la cámara de alta velocidad consiguiendo una violencia visual en la que el ojo vibra ansioso tratando de encontrar el lugar de la acción.



Naturalezas muertas hechas con figuras humanas. Bodegones agonizantes con personajes inquietantes que están a medio camino entre estar dormidos o muertos, maniquíes con cuerpos incompletos, pesados e inanimados aparcados en el suelo.


Establece una relación entre los personajes, los cuales soportan sobre sus espaldas el peso de otras personas. Ayudan pero también limitan, subrayando tanto la vulnerabilidad y como la sobreprotección entre individuos. Sobretodo sugiere, esboza y muestra con elegancia alardeando de un dominio total de los recursos (imagen, iluminación, música, ambientación).
Domina el lenguaje técnico del cine y lo convierte en poético. Un estilo característico que Michael Borremans, pintor y videoartista, ha creado y que Lars von Trier ha calcado milimétricamente para ambientar El Anticristo dejando a un lado sutilezas e insinuaciones.
La película funciona en si misma, por lo general el corte es bueno y engancha pero asumir años de trayectoria de un artista y hacerlos propios le restan originalidad al director y la adicción innecesaria de sadismo gore y porno explícitos para un público impresionable le resta seriedad y credibilidad a la película. Personalmente creo que Lars von Trier tiene mucho que aportar pero parece interesado en un publico pseudoadolescente, estoy impaciente de que diga todo lo que hay que decir detras de las camaras y que deje a todo el mundo boquiabierto pero por medio, sólo, de su obra.