El Cine como forma expresiva y estética

viernes, 31 de octubre de 2008

QUEMAR PARA OLVIDAR...

Por Javier Ramírez Serrano

Quemar después de leer es una película predecible, de crítica fácil y excesivamente transparente. Una obra de transición donde los hermanos Coen demuestran, una vez más, que conocen perfectamente la fórmula del entretenimiento y cuáles son las posibilidades para divertirse y que les paguen por ello.
Es un film transparente, no sólo porque se encarnen metafóricamente en dos de los personajes, sino porque prácticamente deja entrever todo el mecanismo de creación del mismo. Me extrañó no ver ninguna cámara, foco, micrófono o incluso a ellos mismos riendo a modo de cameo. Y es que en ningún momento puede dejar uno de imaginar a los directores tomándose unas cañas, a medio rodaje de No es país para viejos, mientras idean un argumento que se mueve en exceso en la risa fácil, el estereotipo subrayado, y los golpes “inesperados”.
Y es precisamente por ese conocimiento del medio como logran entretener, a pesar de todos los “defectos” previamente expuestos. El ritmo del film es bueno y el guión está bien escrito (a excepción de un estrepitoso final), que no el argumento. Hasta tal punto es cierto todo esto, que, incluso siendo tan floja, permite una reflexión posterior, casi más interesante que el propio visionado de la película.

Dentro de los elementos que me llevan a calificarla de poco interés debo recalcar el desequilibrio que existe entre los distintos actores y papeles. Si bien toda la obra se mueve en una sobreactuación buscada acorde con unos estereotipos exagerados, hay ciertos intérpretes que consiguen no desconectar al espectador siendo lo suficientemente “finos” como para no pasarse con su personaje. Es éste el caso de Malkovich o McDormand, los más carismáticos y mejor conseguidos, mientras que Pitt y Clonney responderían al ejemplo de sobreactuación bromeada por los propios actores, y completamente fuera de control. Es curioso además que un actor como Brad Pitt que ya ha realizado papeles un tanto extremos como éste de forma más que correcta (Snatch, cerdos y diamantes) aquí se mueva de forma patosa y sin ninguna credibilidad. Incluso así consiguió que esbozara alguna sonrisa cuando hace de tipo duro.
Y es que por mucho que el papel sea exagerado y estereotipado no deja de ser completamente imprescindible el ser creíble y lógico de cara al espectador y a la propia película. Clonney es resumible con una gran sonrisa de oreja a oreja de forma continua.
Los personajes en sí pueden llegar a tener su gracia dentro de la ridiculez que los enmarca. Una mujer obsesionada con el físico, un chico guaperas de gimnasio, un espía alcohólico y con mal genio, una doctora fría y dominante harta de su vida matrimonial, un exagente mujeriego, un jefe enamorado de una de sus trabajadoras… todos unidos por engaños amorosos típicos y por el factor conductor de la película, la mediocridad.
Una mediocridad que ralla lo absurdo en excesivas ocasiones. Imagina que durante dos horas pisas cinco mierdas, tropiezas cuatro veces, te equivocas de autobús, y caes sobre una señora con la mala fortuna de tocarle un pecho. Llegas a casa y pillas a tu mujer con otro, y por último, mientras das un paseo, ves un tiroteo en la acera de enfrente. No es muy distinto lo que ofrece Quemar después de leer.
Una composición en torno al azar y la normalidad que podría ser muy interesante si no fuera porque la acumulación de situaciones y variantes absurdas es tal que hasta satura en su estupidez.
Son contadas las veces que el film sorprende, y cuando lo hace es de una manera tan sumamente “fácil” que hasta puede resultar “increíble” (la muerte de Brad Pitt). Quizá el momento más inesperado de todo el metraje es el final, pues no es más que el fin del libreto de anotaciones de los directores. Se acabaron las ideas se acabó la película,
Por último que decir de la “crítica” hacia los servicios de inteligencia americanos cuando la película no se preocupa más que de cuernos, “fuck yous” y tropiezos.
Aún con todo esto no se puede negar que los Coen son capaces de crear una obra ejemplar dentro del más puro cine de entretenimiento. Si nos vamos al género concreto del humor no se puede decir lo mismo.
Una película de poco interés dentro de su filmografía y recomendada si no hay nada más en toda la cartelera.

jueves, 30 de octubre de 2008

Fellini, Las noches de Cabiria (1957)

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miércoles, 29 de octubre de 2008

¿La Dolce Vita?

Por Clotilde J. Bandera Gallego

En un ambiente de corrientes existencialista y deconstructivista Fellini realiza “ La dolce vita “, hay alusiones en sus conversaciones que muestran sombras de estas tendencias : “en mis películas no sugiero soluciones , no ofrezco métodos , no propongo ideologías : me limito a ser testigo de lo que me sucede , a interpretar y expresar la realidad que me rodea”.
Sin embargo Fellini parece estructurar “La dolce vita” en trece secciones algo que recuerda a la Divina Comedia (escrita en trece cantos). Marcello, hilo conductor de la historia, como Virgilio servirá de nexo en una serie de noches y mañanas cuyo orden no atiende a ningún método específico. Pero Marcelo también parece personificar la mirada de Fellini, consiguiendo así una original técnica expositiva mediante el doble personaje.
La película se inicia con la mirada al cielo de unas mujeres atraídas por el ruido de un helicóptero que porta la figura de Cristo( uno entre los varios elementos religiosos que usa Fellini con frecuencia como símbolos críticos). La estatua sobrevuela lo que será el escenario; Roma. El ruido de las hélices se superpone a las voces de los jóvenes, hasta que son sustituidas por las campanas del Vaticano, basta un acercamiento de la cámara a los edificios para intuir que la imagen va descendiendo a la ciudad.
En otra escena, vemos la casa de Enma, la novia de Marcelo que ha intentado suicidarse. Un largo pasillo de paredes desnudas y varios cubos de pintura en la entrada nos da esa sensación del compromiso que no se termina de concluir: Fellini gusta de recoger lo marginal, lo anecdótico, y así construye el otro relato oculto, el de los detalles y los símbolos.
El episodio mitológico de Anita Ekberg es uno de los más atrayentes. Comienza en esa fiesta donde el hombre con apariencia de fauno baila con Sylvia que evoca a la ninfa, la música llega a alcanzar el mismo nivel de sonoridad que las imágenes, estableciendo una especie de sinfonía. Todo ello unido a la manipulación de la luz, característica del cine expresionista, trae a la memoria cuadros de Rembrandt o los frescos dionisiacos de Pompeya.
Es destacable la escena en la que Sylvia encuentra un pequeño gato que acaricia y deposita en su cabeza mientras pasea por las calles, esta aptitud nos revela su debilidad a la vez que su virtud protectora. La iluminación se presenta como charcos de luz que contrastan con la oscuridad, y la acción se va envolviendo en una especie de atmósfera mágica que proviene de varios fundidos continuados percibidos como una insinuante nebulosa de ensoñación que se pierde en el tiempo.
El momento mas mítico se alcanza en la fuente de Trevi, los planos fundidos encadenados dan paso a una secuencia que se resuelve con planos fijos y algún que otro de seguimiento. Ella exclama al ver la fuente presidida por Neptuno “My God” y se adentra en las aguas proyectando la imagen de una nereida, llama a Marcelo que va a su encuentro, se suceden imágenes de gran sensualidad hasta que la fuente calla y un beso queda suspendido en el aire como ese ideal inalcanzable que solo se queda en el placer de soñarlo, el paso a la realidad es casi ridículo y cómico a la vez, un hombre en bicicleta con una caja en la cabeza los observa.
La muerte de Steiner y sus dos hijos es el capítulo de mayor crudeza. En escenas previas al suicidio, Enrico habla poéticamente acerca de la soledad y el miedo al futuro, que recuerda a la poesía existencialista de la Italia de los 60 que estuvo representada por Cesar Pavese, intencionalidad que Fellini refleja al darnos la clave con un rótulo en uno de los coches de los periodistas que intentan cubrir la noticia ,en donde se lee “Sera Paese”. Varias tomas escalofriante: el cuerpo rígido sin vida de Steiner sentado en el sillón, la llegada de su esposa a la que rodean los periodista desconociendo lo ocurrido, pero la más terrible es la que ejecuta la cámara al realizar un acercamiento a las camas vacías de los niños, y es que Fellini narra con la cámara, haciéndola funcionar como las reglas gramaticales funcionan en la escritura.
La pretendida orgía tiene matices decadentistas. Marcelo y los asistentes de alguna manera pretenden la evasión de la realidad cotidiana. Fellini llena el escenario de personajes, sin embargo los diálogos que parecen superficiales, consiguen dejar patente la soledad de los interlocutores. Se habla de amor pero es evidente que no existe, la seducción termina en un artificio y así deja al descubierto zonas recónditas de la sensibilidad y del inconsciente.
Al salir de la fiesta los invitados observan que algo está sucediendo en la playa y se acercan. Estas últimas escenas reúnen una serie de elementos de síntesis que recuerdan al cuadro del nacimiento de Venus de Botticceli, velos flotando, vestidos de gasas agitados por la brisa entre troncos de árboles y al final, en la orilla, el monstruo marino de forma ovalada que parece evocar la concha de donde nace la diosa. Puede que extrapolando las imágenes, la joven que desde la orilla hace señas a Marcelo simbolice a Venus. Aunque si diéramos otra vuelta de tuerca y volviéramos al paralelismo encontrado entre la Dolce vita y la obra de Dante podríamos llegar a la conclusión que al igual que La Divina Comedia, finaliza en el trigésimo canto con la visón de la divinidad de la Virgen, Fellini concluye también con la imagen de la adolescente-niña.
En definitiva, nos encontramos ante una película en la que la percepción y las sensaciones se van transmitiendo a través de imágenes metafóricas , símbolos y otros elementos como luces y sonido empleados retóricamente. Esto la hace susceptible de una gran riqueza de significados y al desentrañarlos se llega a la conclusión de que la vida es una amalgama de sentimientos y aptitudes que lejos de concretarse en una idea abre nuevas incógnitas y Fellini intenta contárnosla de una forma terrible y dulce a la vez.

domingo, 19 de octubre de 2008

Otra interesante película de los hermanos Coen: Quemar después de leer

Nueva radiografía acibarada de la sociedad contemporánea, que en este caso se centra no el universo de la marginalidad (como en Este país no es para viejos), sino en el de la gente integrada, comprendida en un variopinto repertorio de posibilidades sociales. Como es habitual en las películas de estos autores, destacan los personajes estúpidos, especialmente estúpidos, sobre los que construyen una historia surrealista “de espías” y “deseos primarios” más aceptable (menos forzada) que la de El gran Lebowski. Viéndola recordé la Viridiana de Buñuel, porque como ella, es de esas “comedias” que te hacen reír más al reflexionar que al verla en la pantalla; los hermanos Coen se distancian de Buñuel en invertir el juego de dependencias relativas entre hombres y mujeres: En Quemar después de leer son las mujeres quienes, al manifestar sus deseos, mueven la trama argumental...
Sintetizando: Es una magnífica película de entretenimiento que, además, ofrece los perfiles adecuados para una valoración de mayor rango, y sitúa a estos realizadores en el estadio de mayor calidad del cine nortemericano.