El Cine como forma expresiva y estética

miércoles, 6 de febrero de 2008

La soledad, Jaime Rosales, 2007

Cuando escribí la acotación a las entregas de los Goyas, no había visto la película de Jaime Rosales y únicamente me dejó perplejo que se diera los dos premios más deseados a una película de escasa resonancia en taquilla, coincidiendo con otras que habían triunfado en ese sentido y, aún en algún caso, con méritos excepcionales (“Rec”), por cuanto es difícil conseguir tanto con medios tan escasos. E imaginé que acaso en el ánimo de los académicos, a quienes debemos suponer “expertos en cinematografía”, pesara la intención de respaldar la “calidad cinematográfica” por encima de los juicios del público... Desde mi punto de vista, el problema surge al intentar definir desde esa postura la “calidad cinematográfica”, porque si algo caracteriza al cine es, precisamente, todo lo relacionado con la aceptación del público. Si una película no le gusta al público, arruinará al productor, que no afrontará una empresa afín nunca más. Desde esa premisa surge una idea de “calidad cinematográfica” impuesta desde las estructuras más obvias: para que pueda haber buen cine tiene que haber buena taquilla, sin que ello, la taquilla generosa, sea garantía de ningún tipo en asuntos de calidad.
Existen muchas películas taquilleras que, sin embargo, no podrían ser consideradas “buenas películas”, sino buenos “productos de entretenimiento”; ente las superproducciones, las series que apuestan casi exclusivamente por lo espectacular: “Supermán”, “Rambo”, “Spiderman”, 007, etc.; entre lo nuestro: las de Segura, que se ha convertido en “especialista” en un tipod e cine sólo posible en España, “Mortadelo y Filemón”, etc. Conseguido el éxito popular, la película deberá recabar aceptación general de los sectores especializados... Cuando eso suceda, podremos suponer que nos encontramos ante una película destacada y, tal vez, ante una obra maestra.
Y aunque, como es obvio, la unanimidad de juicios es imposible, creo que la fórmula para catalogar una película por este camino está bastante clara, sobre todo, frente a lo que supone el otro: ceder el juicio a los especialistas olvidando el reconocimiento general.
Los aficionados al cine estamos hasta el gorro de leer o escuchar críticas “súper-positivas”, que no se corresponden con la más estricta realidad de la película en cuestión, sencillamente porque sólo los críticos "no condicionados" pueden expresar juicios honestos y en los ámbitos de mayor proyección social es prácticamente imposible mantener la independencia necesaria; de hecho, desde hace muchos años, la “crítica especializada” de los grandes medios de comunicación está funcionando como simple amplificador publicitario. Y en ese ambiente es muy peligroso deducir que una película bien recibida por la crítica especializada es “buena”; de hecho, creo que somos muchos los que “sabemos” (creemos saber) que ciertos juicios no significan nada; y entre ellos, los más desprestigiados son, precisamente, los de la Academia española, que lleva a sus espaldas un enorme saco de mierda, que no deseo remover ahora.
Que no se puede dejar desprotegida la industria cinematográfica española... ¡Claro que no! Pero empléense fórmulas más realistas, que no fomenten los vicios indeseables conocidos por todos: taquillas falsas, enredos de producción, derechos de televisión enrevesados, etc. Y para ello, nada mejor que no poner en oposición el éxito popular con la calidad salvo en los casos particularmente obvios...
Acaso ayudara crear dos categorías nuevas, acordes con las pretensiones de todos:
-Mejor película espectáculo, para lo más obvio.
-Mejor película de “arte y ensayo”, para películas como “La soledad”. Si no gusta lo de “arte y ensayo” por las connotaciones que encierra, seguro que a alguien se le ocurre un término más apropiado como cine de “indagación estética” u otro más explícito: “subvcine” o “cine subvencionado”.
En un momento como el actual, en el que cada vez son más numerosos los directores españoles que hacen “buen cine” y además “cine taquillero”, es absurdo que, sin haber definido esta última categoría, se pretenda mantener artificialmente un sector atrincherado en la casa de los tres cerditos, por muy numeroso que sea; seguramente sería más positivo crear salas “alternativas” que rompieran el monopolio de la exhibición y la distribución. No obstante, quede también clara mi opinión positiva sobre el apoyo a la actividad creativa: si se creara esta categoría (la del cine de “indagación estética”), sería lógico mantenerla mediante subvenciones, por supuesto, siempre que se garantizara cierta ecuanimidad y se combatieran los fenómenos endogámicos al uso... Sí, ya sé que es difícil, pero ya es hora de que ciertos "especialistas" comiencen a justificar el sueldo...


Hecho este amplio preámbulo, quedaría afrontar la película en cuestión... Y creo que no voy a decir casi nada original... Lo más positivo de La soledad es, a mi juicio, la fotografía; lo más negativo, el ritmo narrativo... Existen muchas magníficas películas de ritmo “lento”; ahí está, por ejemplo el cine de Kurosawa o el Ozu, incluso, el de Tarkovsky o Bergman... Pero para que una película de ritmo narrativo lento sea “buena” (siempre a mi juicio, sobreentendiendo cierto éxito de público) es fundamental que el resto de los elementos morfológicos sean excepcionales: que la fotografía sea magnífica, que el guión sea vivaz y esté bien trabado...
Por desgracia, la fotografía de “La soledad” está demasiado condicionada por la aparente intención de ofrecer un “retrato frio” de la situación de los personajes y, con ello, la imagen pierde muchas posibilidades de activar la mente del espectador, que acude al cine con unas expectativas muy condicionadas por el funcionamiento del sistema visual y por la experiencia acumulada por la experiencia visual inmediata.
A estas alturas, reivindicar el “estilo” cinematográfico de Yasujiro Ozu, clavando el “cangrejo” al suelo y otorgando gran relevancia al ambiente arquitectónico interior, y dividir la pantalla, puede tener cierta gracia formal, pero de cara al público en general, me parece sumamente arriesgado, porque las personas de hoy no conciben el cine como lo concebían los japoneses en el segundo tercio del siglo XX.

En todo caso, es de agradecer el intento de ofrecer una película singular, que seguramente tendría mejor aceptación en otros ambientes profesionales. Me han interesado especialmente, la calculada sencillez de las composiciones, la contraposición de puntos de vista (la yuxtaposición entre frontalidad y perfil) y la sutil dosificación de la luz en algunas partes de la película (antes del bombazo y parte final), los “juegos gestálticos” entre la casa que aparece en los primeros planos y el hospital...
Atendiendo a las pretensiones narrativas descritas por el propio director, Luis Rosales comete “errores” comparables a los de Ken Loach (aunque las intenciones de ambos muy diferentes). Reaparece el debate entre Eisenstein y Vertov sobre la “realidad cinematográfica”... La “frialdad visual” no proporciona al espectador mayor grado de “realismo”, sencillamente, le aburre y, en consecuencia, pierde potencial expresivo...


Del mismo modo y tal vez, por las mismas razones, el guión es demasiado flojo y la capacidad sugerente de las imágenes no compensa las carencias en aquel sentido.
Las interpretaciones son irregulares; algunos personajes resultan demasiado chirriantes, acaso por la excelencia de otros...

También he detectado algún problema menor en la sincronización luminosa de las diversas tomas que componen las secuencias...
Sintetizando... "La soledad" acaso sea un buen “docudrama”, tal vez, una obra de arte en formato cinematográfico, pero, tal y como yo entiendo el cine, es sencillamente una película mediocre. En ese sentido, me recuerda mucho el cine de Víctor Erice... Estas películas parecen destinadas a ser proyectadas en los salones de actos de los museos de arte moderno, donde muy probablemente, recabarán magníficas críticas; quienes se extasían con Tarkovsky, quienes disfrutan con el último Bergman, quienes experimentan orgasmos con Antonioni, se lo pasarán de miedo con "La soledad". Pero los demás...

Enérgico tirón de orejas a los académicos que han premiado una película que, en su argumento medular, sintoniza con la estrategia deprimente del PP... Ahora comprendo por qué Jaime Rosales mencionó a “El ladrón de bicicletas”...

3 comentarios:

  1. Lo que tiene huevos es que mejor guión original se lo haya llevado El Orfanato. A veces pienso que esa Academia lanza chistes o se ríe de todos... Una especie de fifty-fifty con darles premios a aquellos que les pagan las galas y una tomadura de pelo a esos espectadores que se tragan el espectáculo con la correcta e intelectual postura de poner a parir el cine patrio.

    -AES-

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  2. Pero eso del "subcine" que tu dices ya existe y se llama cine independiente ¿no? y ya tiene sus propios eventos de esta guisa.

    Lo que pasa es que desde hace algunos años parece que se ha puesto de moda acercar este tipo de películas al pueblo llano a la par del cine comercial (lo cual personalmente me parece un mal invento, pero se saca tajada, claro)

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  3. Claro, claro. Parece que los académicos pretenden hacer lo que hacía Hollywood hace años: convertir los premios en "regalos" publicitarios. Y como la gente no es estúpica, sucede lo que sabemos... Y luego, dierectores com Álex de la Iglesia (http://www.elpais.com/articulo/opinion/Carta/PAIS/cineasta/pais/elpepiopi/20080206elpepiopi_11/Tes) se quejan de las descalificaciones globales. Alguien debería explicar a los académicos y a los profesionales "integrados" que están tirando piedras a sus propios tejados...

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