El Cine como forma expresiva y estética

martes, 18 de mayo de 2010

AMARCORD

Por Javier Mateo Hidalgo



Para una película donde lo que prima no es la historia sino los que cuentan la historia, es lícito hasta lo no verdadero como ejercicio de amnesia para el pasado. La sociedad humana es una pura mentira, un imposible aprendizaje para quien desea conocer el verdadero funcionamiento del ser humano en su orden de cosas. Solo cuando entramos en el juego y aprendemos a ser unos mentirosos simpáticos, cuando comulgamos con otros seres desengañados que juegan a desencantar a los otros (esto casi sin saberlo) estaremos en condiciones de convivir. Recordar es casi lo mismo que fabular. Descartar y condensar para crear un gran relato interesante. Por la cercanía mediterránea, descubrimos en un pueblecito de Italia nuestros propios y feos defectos, que por lo demás son maravillosos. Así, quemar a la primavera es saltar en la hoguera de San Juan, por ejemplo. Tener un pensamiento erótico en plena sacristía, presumir de crápula, hacer rabiar una motocicleta o discutir ardientemente sentados todos a la mesa, son elementos que solo puede reunir la plaza pública. Retazos que pueden parecer anárquicos, pero que guardan coherencia total en la memoria viva en los individuos de una comunidad. No importa con quien se casa “la Gradisca”, pero si todo lo que en torno de la celebración se originó. Todos recordamos un gran día de nevada, hay historias que se cuentan (lícitas o no) de un lugar emblemático (y turístico) para la ciudad y un cronista que recopila la historia de este y los otros lugares de la localidad. Puede haber un régimen con sus afines y sus detractores y, por supuesto, aquellos factores que les hermanan: la música y el vicio, pongo por caso. Esa doble cara del que habla como Cristo y vive como dios, en nuestra historia católica. Siempre quedan nobles, incluso en estos días, a los que cabe su espacio para su putrefacción.
Crean en ellos respeto su propio patetismo. Esa caridad romana resucita de una forma pagana, porque continuamos cargando losas como el complejo de culpabilidad. Dentro de todo este universo posible, cabe encarar la situación desde una crítica desesperanzada, o, tal vez, constructiva y mordaz. Para el segundo caso recomiendo la receta Felliniana (odio crear géneros partiendo de un nombre propio, pero también respeto los acuerdos sociales, pues se ahorra mucho trabajo y, en el caso lingüístico, palabras). Pongo por caso el ejemplo del tío ingresado en el psiquiátrico de esta familia que, de algún modo, es la que más sobresale de la historia. La actitud de los dementes resulta a veces tan grotesca, que (volviendo al complejo de culpa) nos exhorta a una carcajada incomprensible para quien antepone esta piedad a estos resortes humanos tan incomprensibles aunque reales (y a quienes tuercen el gesto, les saldrán antes las arrugas). Se puede decir: que un “loco” se suba a la copa de un árbol y se niegue a bajar de él hasta que le den “una mujer”, parece digno de Fellini o de Berlanga. Mas, hay que tener en cuenta también, que sin los casos reales, no habría ni uno ni otro. Cuando hay reconocimiento en este tipo de situaciones, es cuando más puede tenerse en un puño el favor de un público difícil en su consentimiento.
Cabe señalar que, aunque la historia nos sitúe en un periodo concreto (régimen de Musolini), los personajes son absolutamente anacrónicos por cuanto a irreverentes. Su propia caricatura los delata como ejemplos universales. Todos pensamos alguna vez en ellos. Creemos los dibujos del creador italiano imposibles hasta que los vemos reflejados en carne y hueso en su sociedad posible (y de hecho, real) que tan bien reflejan los actores que tan bien escoger sabía.
Quizá esta película sirviese de reconciliación ante las masas de público que, precavidas, llevaban ya mucho tiempo seleccionando bien a qué cartel acudir y en qué invertir su dinero para el ocio. No es casualidad que este film ganase el oscar de Hollywood a la categoría de “Película extranjera”. Fiebre por Fellini, esto es lo que sucedió. Como con el Nobel, lo mismo. La gente descubre a viejos conocidos. Este premio fue un acierto por parte de la academia. Otros intentos por explotar el universo propio por parte de Fellini, fueron en menor éxito. Roma, por ejemplo, no deja de ser un nuevo homenaje crítico a una sociedad bien conocida por el realizador, pero no obstante no consiguió la plenitud tan desbordada como la que se nos presenta en este Nacimiento, vida, ocaso, muerte y resurgimiento de esta Italia tan particular.

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