Por Miguel Ángel Rego Robles
Es cierto que la herencia de Freud es concurrida en potencia para su explotación dentro del entorno cinematográfico. La forma en que surgen “necesidades” para agradar nuestro inconsciente, ha abierto la caja de Pandora de las industrias de la subjetividad, tal y como las nombra José Luis Brea.
Es cierto que la herencia de Freud es concurrida en potencia para su explotación dentro del entorno cinematográfico. La forma en que surgen “necesidades” para agradar nuestro inconsciente, ha abierto la caja de Pandora de las industrias de la subjetividad, tal y como las nombra José Luis Brea.
Me basaré en tres películas diferentes del director holandés Paul Verhoeven, para entrar en un juicio crítico sobre diferentes términos (El Libro Negro, Instinto Básico y Delicias Turcas)
Eros y Thanatos en su estado puro. Paul Verhoeven estimula, a mi parecer, en ocasiones de forma abrupta y en otras, con acierto dichos impulsos intrínsecos. Esa forma abrupta no quiere decir que no le de resultado (aunque se evidencia una forma evolutiva a mejor en dichas formas si comparamos por ejemplo Delicias Turcas con El Libro Negro).
Y es que hay escenas bastante repetidas dentro de sus películas, que sirven para analizar en detalle sus estrategias.
Esa especie de orgía voyeurista (y no tanto), como es toda la escena que transcurre con el exitoso cruce de piernas de Sharon Stone en Instinto Básico o con el disfrute de los soldados nazis con Halina Reijn en el Libro Negro, activan perceptivamente esos instintos primarios de los que habla Freud.
Por otra parte, algunas de las escenas en Delicias Turcas, donde Rutger Hauer fuerza a alguna que otra chica o la escena de “violación” en Instinto Básico de Michael Douglas sobre Jeanne Tripplehorn, es donde a mi humilde juicio, creo que traspasa ese límite en el juego sexual-agresivo con el cual basa gran parte de su “éxito”.Y es que creo, que en otras ocasiones a lo largo de la historia del cine, si se ha logrado resolver mejor, el mismo tratamiento (La Naranja Mecánica). No hace falta irnos a esa escena antes comentada en Instinto Básico, simplemente los azotes en el culo de Rutger Hauer a Monique Van de Ven, para supuestamente machacar una planta sobre su culo resume un poco mi punto de vista.
Otro de los aspectos más requeridos de este director, es el uso de las heces o los vómitos. Veamos la situación en Delicias Turcas, donde Rutger Hauer coge la mierda de su novia para visualizarla. Esa forma de ser elitista moderno (en ocasiones bastante parecido a Thomas de Blow Up con tintes de Alex de la Naranja Mecánica), funciona hasta llegar a momentos histriónicos como el descrito. Aunque he de decir que en ocasiones si que le sirve dicho reclamo. Pero dejándome llevar por mi
juicio como espectador, he de considerarlo en ocasiones excesivo. Ni que decir tiene lo del perro que lame la placenta recién derramada de la madre que se va a casar, los ojos de caballo en el plato de comida o el esparcimiento de lombrices sobre la mujer… (Delicias Turcas)
En cuanto a los vómitos, vemos un hecho a considerar: en el Libro Negro, la chica vomita al ver al hombre que mató a su familia y en Delicias Turcas, el chico vomita al ver a su novia liarse con otro tío. Violencia de la mujer vs violencia del hombre, motivos de la mujer para matar a alguien vs motivos del hombre para matar a alguien (según Verhoeven).
No peca de mala fotografía, cada vez mas madura en cuanto pasan los años, y es que a mi parecer El Libro Negro supera a Instinto Básico como película (aunque mas de una persona no esté de acuerdo). Algo en lo que si que peca, aunque también menos a raíz de que su obra madura, es de los fallos de raccord, que aunque se dan en todas las películas que imaginemos, a Verhoeven se le escapan a veces muchos más detalles que a otros directores. Véase cuando Rutger Hauer bebe de la botella que encuentra en la playa en Delicias Turcas, cuando el padre de la novia les ofrece las copas o cuando Sharon Stone se hace el moño imposible en pocos segundos a la espera de Michael Douglas para llevarla a interrogar y cuando fuma el cigarro en el piso de Douglas. Fallos que comete cualquier ser humano, pero en este caso con poco tacto al ser momentos tan evidentes.
Siguiendo con posibles referencias de Verhoeven o con momentos repetidos en algunas de sus películas, el director se centra en el ofrecimiento de la mujer para el disfrute del espectador. Esa Lolita que es vista por el chico del barco en El Libro Negro o esa escena donde la acompañante en la bicicleta muestra su cuerpo a los demás (Delicias Turcas o El Libro Negro). Esa connotación juvenil de la mujer no solo se hace patente con la pose y deleite visual estereotipado de la Lolita; el dedo en la boca mientras duerme en Delicias Turcas es otro momento a tener en consideración.
Por último, para acabar con este director peculiar, algo en su favor: muy buen uso de los espejos y de los reflejos, muy buena utilización de este recurso, no cuanto menos difícil.
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