El Cine como forma expresiva y estética

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Casablanca, M. Curtiz, 1942

La película se realizó en plena Segunda Guerra Mundial, justo cuando Estados Unidos valoraba la posibilidad de ampliar sus operaciones militares, hasta entonces limitadas al Pacífico, para entrar en Europa. De hecho, el 8 de noviembre de 1942, poco después del estreno, Estados Unidos comenzó a enviar tropas al norte de África y, casi como si la película hubiera sido una premonición, éstas se establecieron junto al bar de Rick, precisamente, en Casablanca. Allí se reunieron los estados mayores de Usa y Gran Bretaña para planificar las operaciones que empujaron a las tropas italianas hacia el sur de Italia y, desde allí, hasta Berlín.
A partir de un relato de M. Burnett y J. Alison (“Todos acuden al bar de Rick”), se fue construyendo un guión (al parecer, el desarrollo del guión fue paralelo al rodaje) enfocado a las ideas fuertes del cine norteamericano de la época: el triunfo del bien sobre el mal y la preeminencia de las obligaciones sobre las apetencias; y todo ello aderezado con unos condimentos que, como correspondía a la situación política del momento, cruzaban las fronteras más groseras de la manipulación política.
La historia de amor que cuenta la película se desarrolla entre un conjunto de personajes que representan a otros tantos “ciudadanos” europeos, cualificados de manera “simpática”, salvo si son alemanes, pero siempre en posición dependiente respecto de Rick.
Los franceses, representados por el capital Louis Renault y por unos cuantos policías, son presentados de manera ambigua... hasta la secuencia final. Mucho más clara es la caracterización de los italianos: un chalado (el policía que discute con el francés en la secuencia del aeropuerto)y un mafioso (Ferrari). Parece imposible cualquier acuerdo los italianos y los franceses... También hay un ruso (el camarero), calificado de “loco”, holandeses... Me pregunto cuál será la nacionalidad de Ugarte, el activista que ha conseguido los salvoconductos tras un atentado...
Cuando estamos cerca del minuto 20, se nos informa que Rick ha participado en España y Etiopía. Los americanos como Rick son necesarios en todas partes para recomponer los grandes ideales... aunque éstos fracasen.

El triángulo amoroso tarda casi media hora en manifestarse, justo cuando aparecen una sueca (Ilsa) y un checo (Laszlo); ante ellos se manifiesta un noruego, que al parecer, forma parte de la resistencia; a continuación aparece una “española guitarrera”, que materializa el personaje, para mi gusto, más irritante. Y el muestrario continuará con los judíos alemanes y una atribulada pareja de búlgaros, que ofrecerán a Rick la posibilidad de emplear su poder para que la castidad triunfe sobre el acoso perverso del capitán Reanult. Es sabida la manía “sexual” de los códigos éticos imperantes en aquellos años. De hecho, durante el rodaje, se dispararon las alarmas de “moralina” ante el tipo de relación que mantenían Rick e Ilsa. Parece ser que en París llegaron a la cama, pero no está claro lo que sucede en Casablanca, cuando Ilsa le manifiesta sus sentimientos...
Ante el conflicto de sentimientos e intereses, Ilsa increpará a Rick para que sea él, quien piense “por los dos, por todos nosotros”. Y en el desenlace, por si algún espectador no se había enterado, cuando está claro que Rick ha tomado partido contra los alemanes, Laszlo le dice: “esta vez sé que seremos los vencedores”. Y de colofón, la hermosa mistad con quien ha decidido romper con Vichy... En definitiva, todos los europeos reclaman que Rick les ayude para acabar con los nazis.
No se puede decir que la película sea mala, si entendemos el cine como un producto propio de la industria del entretenimiento. Se trata de una película en la que se aprovechó la capacidad de convocatoria de H. Bogart e I. Bergman, emparejándolos, incluso, en contra de las circunstancias más elementales. Bogart era más bajo que la Bergman y ello forzó algunas situaciones hasta límites irrisorios: en las secuencias de París existen algunos planos “desconcertantes”: los sillones sobre los que se sienta Ilsa son mullidos, mientras que los utilizados por Rick son bastante rígidos; también son muy curiosos los zapatos que lleva Bogarte en el plano de baile, hacia la mitad de la película. Dicen que había química entre los dos actores y que esa química se manifiesta en la pantalla... ¿¿¿???
En el lado negativo debemos situar un ritmo ramplón, apoyado en un diálogo fluido pero de escaso relieve y en la inclusión de números musicales, según criterios de gusto que pasaron de moda rápidamente: en esa línea se puede situar una de las cualidades más afortunadas de la película: la calidad del “tema central” y la integración de la marsellesa en el desarrollo de la historia. Algunas de las situaciones que ofrecen las diferentes secuencias están tan forzadas que produce risa oírlas dos veces.
Se ha dicho que M. Curtiz fue un director sin estilo... A mi juicio, Casablanca es un paradigma de lo que fue el “cine industrial” norteamericano, caracterizado por sus rasgos:
1. Argumento sencillo, articulado desde planteamientos maniqueos, que deben culminar en el triunfo de “lo correcto” (el Bien) sobre “lo incorrecto” (el Mal). La “historia” debe estar al alcance de todo el mundo.
2. Preponderancia del productor y los actores sobre el director.
3. Buena fotografía, buena ambientación, buen diseño, etc. Estándares industriales de elevada calidad.
4. Reforzamiento de los valores ideológicos predominantes cuando se realizó la película. En este caso, podemos hablar de una película que intentaba ofrecer una réplica a lo que en Alemania había hecho L. Riefenstahl, cuando rodó El triunfo de la voluntad (1935), por supuesto, mediante un “estilo cinematográfico” absolutamente distinto al de aquella, pero muy similar al que emplearon los realizadores alemanes que rodaron historias de ficción, en las que “los malos” eran, lógicamente, los ingleses.
Entendiendo el cine en coordenadas de entretenimiento, Casablanca es una buena película... Pero si empleamos otros criterios de valoración, si aplicamos al cine criterios comparables a los que utilizamos para juzgar el teatro las cosas cambian diametralmente. Los repertorios que tienen por fuente a la industria norteamericana dicen que Casablanca es una de las mejores películas de la historia del cine... Lamento no estar de acuerdo: a mí me parece una película ramplona, de guión pobre, estimable sólo si la entendemos como propaganda política.

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