El Cine como forma expresiva y estética

lunes, 7 de diciembre de 2009

Dead Man

Por Raquel Carrascosa Lozano



En Dead Man, Jarmusch rompe con todos los estereotipos, comenzando por el género. Está claro que el filme está ambientado en una especie de oeste, por los decorados, la ropa de los actores, los personajes que aperecen, que aparentemente responden a tipos frecuentemente utilizados en este tipo de película, el bueno, el malo, el indio, la prostituta...pero lo cierto es que Jim nos presenta una peli del oeste de corte muy actual.
Rodada en blanco y negro y con una fotografía muy cuidada, de tomas no muy largas y especialmente cortas al principio, en el vagón del tren, en el que la atenta mirada de los pasajeros nos provoca bastante inquietud visual, dejando aparte la caracterización de los personajes a cada cual más raro y salvaje, lo que nos indica como será el lugar al que nuestro joven protagonista se dirige. Johnny Deep, tan estrambótico como siempre, se dirige a un lugar para desempeñar su nuevo empleo, una ciudad aparentemente civilizada pero que en realidad no es más que puro primitivismo, por lo tanto Deep aquí representaría al venido de fuera (el extranjero) quien debería ser el malo de la peli, pero no, no es ni el bueno, ni el malo, con perdón de la expresión, es el tonto de la película o por lo menos comienza siéndolo.

 Lo mismo que con él, (esta rotura del estereotipo marcadao por el género del oeste) ocurre con los demás personajes, ¿una prostituta del oeste fina y delicada? ¿un indio con sus respectivas plumas en la cabeza, y su peculiar atuendo, tan culto y conocedor de la lengua y literatura inglesa?. Esto provoca que la película cuanto menos resulte interesante y si a eso le unimos un ritmo lento, muy lento, pero agilizado con un asesinato cada diez minutos, y para mantener nuestra atención un primer plano del escote de la prostituta a escasos minutos del inicio, la cosa mejora. Lo que no ayuda a hacer más fluido el ritmo de la película es la escasez de diálogos, aunque para destacar más aún la inquietud y tensión, las cuidadas imágenes son acompañadas de vez en cuando con los sonidos improvisados de la guitarra eléctrica de Neil Young. Para mi gusto se repite demasiado el paso a los estados de inconsciencia del protagonista, el ritmo podría ser más ágil, y menos previsibles los asesinatos cada diez minutos, si que me parece curiosa la introducción de la comedia por medio del personaje del indio, que es sin duda el personaje más incierto de todos.

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