El Cine como forma expresiva y estética

jueves, 13 de mayo de 2010

Animación: diferencia entre Oriente y Occidente

Por Ana Gutiérrez Rubio



A lo largo de este curso hemos ido viendo las diferentes formas de expresión plástica entre europeos y asiáticos, cómo la cultura de cada comunidad influye en la enfatización de determinados elementos llevados al cine: el uso del tiempo, el entorno natural, la forma de hablar, la manera de describir a los personajes, etc.
Sin embargo, me gustaría destacar las diferencias llevadas al mundo de la animación. La animación es otra forma de cine (y no sólo de cine) ,y de hecho, en países como Japón la animación está hecha para todos los públicos y para todos los fines: tanto series de entretenimiento, como dinámicas, hasta la publicidad. Creo que ésta es la principal diferencia: la importancia que se le da en unos sitios y cómo se subestima en otros.
Se ha sabido aprovechar toda la riqueza plástica que aporta la animación. Si un solo dibujo puede ser admirado por mayores y pequeños, ¿por qué no puede serlo de misma manera una serie sucesiva de aquéllos? ¿En qué momento se comienza a desterrar (en España) la animación al mundo infantil? No digo que no esté bien para los niños, sólo digo que no es exclusivamente para ellos.
La animación, de hecho, surge para un público adulto. Los de la Warner se divertían dibujando un gato que se estampaba contra el suelo, y el público adulto lo apreciaba; les resultaba divertido que lo absurdo cobrara vida. Y esto, por la vía norteamericana. En Japón los dibujos animados descienden directamente de grabados tan famosos como los de Hokusai. El uso del color, la trama, el dinamismo… era algo a lo que los artistas japoneses aspiraban a poder plasmar; con la animación se consigue. De hecho, es fácil encontrar escenas animadas muy descriptivas: se ve la fusión del ser humano con el entorno. Los fenómenos meteorológicos son fielmente representados, y dan ritmo a la animación. Se percibe la influencia taoísta y del zen.
Ambas culturas (japonesa y norteamericana) tienen una relación muy diferente con el flujo del tiempo y cómo esa relación es muy distinta con el manejo del tiempo abre la puerta para todo un universo de interpretaciones diferentes. La animación japonesa tiene una mucho mayor facilidad para dilatar el tiempo, para extender una escena y convertirla en un monólogo interior en el que se profundiza sobre los motivos y los objetivos de los personajes. Largos planos que se desplazan lentamente, imágenes panorámicas que duran mucho, periodos prolongados en los cuales los personajes permanecen en las mismas posturas o realizando las mismas acciones. El viento, el movimiento de las hojas. Y, también, en gran medida, el uso del silencio como un recurso que permite también dilatar esta experiencia subjetiva del tiempo.
Ejemplos de ello los podemos encontrar en infinidad de animaciones japonesas, pero por poner uno, destacar “Cinco centímetros por segundo”. Ciertamente no es una historia muy allá, pero es una película completamente descriptiva. Se le da importancia al paso del tiempo, se plasma con detalle todo el entorno y muchos son los planos destinados a ello;ocupan un tiempo considerable en la totalidad de la película. Se reflejan detalles que pueden parecernos a nosotros, que hemos mamado una cultura que busca lo trascendental e ignora aquello que tenga importancia efímera, insignificantes. Hay zooms sobre una bicicleta, sobre un pétalo de cerezo, un trozo de papel.
En cambio, la tradición de animación occidental, especialmente la estadounidense (y, como bien puntualizó Melvin Ledgard, en especial la tradición televisiva a partir de los años sesenta), se concentró más bien en rellenar lo más posible el segmento de tiempo disponible con cosas que pasaban en la pantalla, sin dejar ningún tipo de espacio abierto, de tiempo dilatado en el cual el usuario pudiera introducirse para extraer sus propias interpretaciones de lo que estaba observando. Esto va de la mano con otra característica que me pareció resaltante, que es la claridad moral de la tradición occidental: pensando, por ejemplo, en los sumamente mercantilizados dibujos animados para niños de los ochenta, como G.I. Joe, He-Man, Transformers, o Thundercats, entre muchos otros, es en términos morales sumamente claro quiénes son los buenos y quiénes son los malos. Está determinado de antemano a favor de quién deben estar los niños, y por extensión el juguete de qué personaje debe ser ligeramente más caro. Pero esto hace que todos estos dibujos animados terminen siendo, realmente, poco interesantes en términos morales, porque no hay ningún tipo de ambigüedad que negociar, no hay áreas grises como las que sí, por ejemplo, se empezaron a negociar cada vez más en el ámbito del cómic.
Dos cosas ocurren aquí que me resultan interesantes. La primera es el espacio de interpretación de la animación como una forma de arte, de expresividad. Yo creo, al igual que con el cómic, que negarle esta posibilidad es simplemente una obstinación basada en la costumbre de que algunas cosas son arte, y alguna no. Y creo, además, que se pierde mucho espacio de interpretación y valoración del contenido y el estilo de muchas de estas obras cuando les negamos, de entrada, la posibilidad de ser también formas de expresión artística en sus propios términos y cánones. El juego con el tiempo que hace la animación oriental permite al espectador que pueda introducirse y apropiarse de la obra y del texto.La animación oriental ha tenido una mayor afinidad hacia la transgresión de la comodidad del espectador que la animación occidental, que probablemente se encontró, en su mayoría, condicionada por cuestiones comerciales antes que creativas. La polémica, sin embargo, parece haberse dado sólo, o principalmente, con la animación occidental, pues en Japón la comprensión de la animación como una experiencia expresiva más compleja parece haber acompañado el desarrollo del formato de la animación de allí.
Lo segundo es que, alrededor de la misma época, se empieza a dar una influencia cada vez más grande de la animación oriental sobre la occidental, y una mayor cantidad de puntos de encuentro. Un público cada vez más amplio empieza a consumir animación oriental conforme Internet empieza a hacer posible acceder a recursos, información y contenidos de esa tradición, de una manera que antes no era posible. Al mismo tiempo, creadores y productores empiezan a encontrar en los elementos de la tradición oriental todo aquello que no encontraban en los dibujos animados que tenían a la mano, y a partir de allí se empiezan a realizar todo tipo de intercambios e influencias entre ambas tradiciones, generando una nueva camada de dibujos animados que resalta no sólo por su diferencia estilística frente a la generación anterior, sino también por su nueva diversidad temática y por su interesante complejidad o ambigüedad moral. No necesariamente porque los personajes se vuelvan amorales o moralmente problemáticos, sino porque la simple distinción entre bien y mal de manera llana se empieza a desvanecer. Bob Esponja está más allá del bien y del mal.
Por otro lado, durante años el sello Disney (animación occidental por antonomasia) impuso en Occidente un modelo de dibujo animado destinado al público infantil que presenta un mundo idealizado, evita cualquier exhibición realista de la conducta humana y abunda en finales felices.
Por el contrario, la animación japonesa ha evolucionado en un contexto de mayor libertad en lo que se refiere a la selección de temáticas y audiencias. Su aproximación al relato es más madura y no hay género literario o cinematográfico que no tenga su representación animada: fantasía, terror, suspenso, melodrama, comedia, romance, drama histórico, pornografía. Las aventuras de ciencia-ficción son muy abundantes debido a sus inmensas posibilidades creativas.
La animación en Occidente está destinada casi por completo al público infantil, es un medio ideal para el relato fantástico maduro y que cuando su ejecución es eficiente y fluida no hay nada que no pueda representar.

2 comentarios:

  1. al tema, recomiendo conocer a Hokusai, considerado el iniciador del manga japonés: http://en.wikipedia.org/wiki/Hokusai

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  2. Los llamados manga, en un principio, eran los dibujos que se hacían en los biombos de las casas, de origen chino y japonés, espacios verticales que se modulaban en conjuntos pantallas de varios paneles unidos que se pueden abrir y cerrar a modo de acordeón, y que se usaban para separar espacios interiores, animados con pinturas decorativas de tradición oriental y caligrafías (recordamos que para esta cultura la caligrafía son más dibujos que símbolos iconográficos).

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