(Original de18 de mayo de 2010)
Quisiera proponer un pequeño argumento a considerar, una perspectiva necesaria, a la hora de matizar ligeramente los parámetros establecidos en nuestra discusión estética más importante a nivel de curso: La contraposición de dos modelos estéticos a considerar en el cine: uno que construye una realidad artificial (luminosa, escenográfica, interpretativa) destinada al consumo estético final, y otra que establece una relación de inmediatez, respeto y verosimilitud con una realidad que se nos presenta sin modificaciones?
Decantarse por alguna opción en esto (un posicionamiento abstracto, sin hablar de películas) no es del todo correcto, y todos lo sabemos. (La descarnada pretensión de verismo en la pelea de los hermanos en 'Rocco i suoi fratelli' de Visconti frente a el trepidante alarde de montaje en la pelea en 'Cuerpo y alma' de Robert Rossen pueden ser dos ejemplos concretos) No obstante, no puede hablarse de un uso generalizado puesto que, si nos atrevemos a alabar el crudo tratamiento, tan imponente y desolador de la violencia en la película de Visconti; habríamos de criticar el uso desconsiderado e indolente en algunas de las peores producciones del cine 'a la nouvelle'. Asimismo, si nos decantamos por apoyar el tratamiento tan hábil de lenguaje cinematográfico de Rossen deberíamos tener que terminar criticando la pretensión de esquisitez formal y de derroche de algunas películas que se nos han presentado; donde tal hipernutrición estética solo evidencia su papel accesorio y cosmético. El alarde visual de Yimou no se justifica a sí mismo, cuando todos sabemos que el buen arte ha de tener un uso no necesariamente económico, pero sí consecuente y justificado de sus valores. No obstante, dejemos la discusión para ahora después, nadie quisiera ser maniqueo aquí y terminar haciendo una mala película de este planteamiento.
Sin encontrar una decisión final que nos dejara contentos, considero que es legítimo mirar más allá y localizar la idea que subyace a nuestra búsqueda por un supuesto modelo de calidad estética: el modelo final se trata de alcanzar un discurso objetivo del cine. Una estructura ficticia, ideal y metódica a la que, con pericia, parecen querer acercarse los grandes cineastas del perfeccionamiento. (Recuerdo haberme referido a la "búsqueda de autoridad objetiva del arte" en algún año pasado) No obstante, hemos de dar cuenta de que lo que realmente subyace tras la pretensión de legitimidad y autoridad objetiva es la búsqueda por una exigencia personal que se limpia las manos a si misma. La industria americana del cine ha sostenido así con gran hallazgo el modelo de un arte que se produce con la unión múltiple de muchos oficios, abrigados bajo la idea de un proyecto común, un discurso final firmado de manera vaporosa: el sometimiento al discurso, la acción de someter la grandeza del autor a la gloria final de la obra: la catedral moderna.Entonces sí que puede hablarse de la búsqueda de un discurso objetivo. Un discurso que se desarticula a si mismo, y que al final no se consigue sino en su negación, en una accidentación ingeniosa a su modelo perceptivo básico regido por estructuras de percepción de la belleza (Falso, es una estructura de percepción del interés.) La mirada nunca es desinteresada. Es por esto por lo que se ha establecido la tensión como principal garante del discurso perceptivo que nos atrae, donde podríamos añadir los elementos visuales y discursivos de deseo, la sugestión de lo grotesco, etc.
Esto es importante, y nos lleva al caso.Existen métodos objetivos para lograr un buen discurso cinematográfico, claves lingüísticas, procedimientos formales; pero que es algo meramente estructural que escapa en gran medida a la idea de una confesionalidad compleja que siempre contamina el cine e influencia la posible idea frustrada de una línea de discurso no política para hacer cine.
Quizá el problema esencial no se encuentra en lo que se ofrece, (En el cine, por condena, se ofrece mucho, y cada vez más, y nunca controlado) sino en lo que se consume. En esta época de sobreexcitación espectacular del cine, donde pecamos incluso de confundir una presentación sobrecargada de ideas y efectos como abrigadas bajo la consideración de "calidad estética"; (hablo de Yimou, pero también hablo del monstruo de Avatar y la nueva pornografía visual) sería necesaria la posibilidad de alcanzar un consumo inteligente. No solo en el disfrute del cine, sino como un primer parón necesario y convencional para el juicio estético artístico del cine. Creo que el acuerdo es algo complicado, pero posible y vital como espectadores artísticos. Hemos de exigir un empleo consecuente y legitimado de todos los valores que componen la obra cinematográfica. John Cage nos instó a poner especial hincapié en el uso y escucha de todos los sonidos, sin despreciar ninguno, que componen la realidad; así como prestamos valor y atención a todos los trazos que se encuentran en el Dibujo, y somos críticos cuando una pintura está "sobrecargada".
Si no tenemos un juicio que diseccione con extremo cuidado las aportaciones de la obra cinematográfica, no sabremos ser consecuentes siquiera con la identidad de lo que se nos presenta. Sentiremos una confusión comparable a la que sintieron los espectadores del cine mudo cuando dieron cuenta de que el lenguaje que acostumbraban a llamar cine se transformaba y se convertía en algo atractivo, pero aparentemente desproporcionado.
Sabemos a día de hoy que eso no ha de ser perjudicial por necesidad, solo ha de empujarnos a una atención máxima para no aceptar todo aporte desde su digestión mas complaciente.
Dijo un americano "Cuando a una niña le das una muñeca que dice 'papa' y 'mamá'; ya no tolera la otra"
No hay comentarios:
Publicar un comentario