El Cine como forma expresiva y estética

martes, 19 de octubre de 2010

La buena nueva del cine pornográfico.

Por Esteban Martínez González
(original del 18 de mayo de 2010)

Arnheim nos dice: "Las tarjetas postales en colores no son arte ni tienen la intención de serlo. Tampoco lo son una marcha militar, un relato de 'confesiones verdaderas' o el 'strip tease'. Y las películas no son necesariamente arte cinematográfico." ('Film', 1933, en 'El cine como Arte' 1969).
Como todo producto, el cine aún más, no existe un sola característica, un solo valor edificante, que le sea intrínseco; sino que todo elemento se conforma de cara a un lugar específico de su consumo.
Las fronteras entre un posible juicio de los valores del cine como una consecuencia sociológica y estos mismos como una realidad artística de vida propia están desdibujadas. La cinematografía es un hecho definido en su proceso de ‘adaptación’.
Según Optenet, un 35% de Internet en 2008 era pornografía. Según Worldwide Pornography Revenues 2005/2006 y U.S. Pornography Revenue Stats, cada segundo, $3,075.64 están siendo gastados en pornografía, con 28,258 consumidores. Cada 39 minutos un nuevo vídeo pornográfico es publicado en EEUU. La industria pornográfica en conjunto recibe ingresos más elevados que Microsoft, Google, Amazon, eBay, Yahoo, Apple y Netflix juntos. En 2006 los ingresos mundiales de la industria pornográfica estaban valorados en $97.06 billones.
El cine pornográfico posee un consumo masificado, un uso más claro y definido que el del cine convencional, y define un grado identitario: El consumo extendido y la enorme oferta ha permitido el acceso a un consumo inteligente. Las preferencias encuentran su legitimación en inclinaciones físicas primarias, y eso permite un mayor reconocimiento de “géneros”, en mayor medida que la preferencia por géneros independientes en el cine. Asimismo, existe un posible activo reconocimiento del Star System pornográfico: por analogía con los usos del antiguo Star System de Hollywood, el actor o actriz reconocible en la pornografía reclama un lugar de especulación para el deseo. Un lugar elevado, una imagen para la adoración, ejerciendo un valor icónico. Un estereotipo que alude a una realidad teatral, con toda su exageración alegórica. La rectitud de sus perfiles se conjuga entre sí como un retablo de personajes planos y reconocibles.
Sin embargo, nos encontramos con pocas personas acudiendo publícamente a salas de cine donde se proyecten, coleccionando y catalogando sus películas, exhibiéndolas en la estantería de su casa y reconociendo publicamente su preferencia a un actor u otro, o a un género u otro. Resulta extraordinariamente curiosa la situación de un producto de consumo tan generalizado y tan marginal. El triunfo de la pornografía se encuentra en que ha popularizado y hecho posible la utopía económica del nuevo siglo a la que habrá que atender el cine tradicional, constituyendo el único cine bien proyectado para su consumo personalizado en internet.
Podría ayudarnos a pensar con una adecuada amplitud los usos que podría adoptar la cinematografía, quizá más consecuentes que los actuales; y cómo una cierta concepción intransigente de estructuras cerradas en el cine responde más a convencionalismos deducidos de reclamos en economía y amaneramientos históricos; que a un derecho propio de existencia.

La percepción en el cine pornográfico:
Lejos de lo paródico que pudiera sonar, podríamos hablar aquí de un tipo de “percepción accidentada”. El discurso del cine pornográfico no parece pretender una concepción unitaria, sino, por otra parte, establecer un modelo “disimilativo” de los elementos que la componen: Siendo conscientes de que existen muchas formas de cine pornográfico, podríamos decir que por lo general pretende atentar nuestros sentidos con elementos aislados y estridentes. Creando una disarmonía entre la música, el argumento, las interpretaciones, el juego dentro-fuera de la realidad, y el enorme peso axiológico y motívico del cuerpo en la obra final.
Esta riqueza de timbres disonantes dota de un valor simbólico y aislado a cada valor, y recuerda en gran medida a cierto tipo de arte eclesiástico medieval, los autos sacramentales.
A este discurso puede añadírsele otra accidentación: la búsqueda extática de pasajes aislados, la satisfacción de un uso concreto, la emoción primaria que impide un juicio complejo, conduce a que el espectador a menudo no termine de ver la película, interrumpiendo súbitamente la percepción, una vez que el embrujo ha perdido su eficacia.

El triunfo del porno y Aristóteles
Sin tener en cuenta la accidentación perceptiva, el desorden final de un discurso,(la entropía necesaria a tan gran cantidad de energía física); nadie niega al cine pornográfico un lugar de fuerte influencia en los afectos humanos y en el temperamento. Reconocemos el poder de la pornografía en un nivel de captación anterior y más incuestionable que los afectos producidos al alma compleja en el cine convencional. El cine pornográfico parece ser la forma de arte que cumple con mayores espectativas la concepción aristotélica de la catarsis.
Hablar de cine y Aristóteles no es nuevo, siendo el cine la mayor apuesta artística por la construcción de un mundo real consistente y "mimético". Es curioso que Aristóteles resuelva con gran claridad el problema tan común en cine entre realidad y teatralidad, la problemática antes expuesta entre el consumo del cine como reconocimiento e idolatría a unos iconos, y el consumo del cine como automatismo y pretensión de realidad del cine; un uso en el que el cine se desocupa a si mismo.
Cito a Aristóteles: "Cuando contemplamos la obra de arte pueden suceder dos cosas, que uno conozca lo que el artista ha hecho, en cuyo caso el placer producido deriva sólo de su habilidad, o que no lo conozca, en cuyo caso sólo podrá producir placer la ejecución de la imitación, la utilización de los recursos imitativos."
El arte tiene para Aristóteles una pretensión “pedagógica”, o por lo menos, conformante: el arte propone un modelo que apela al espectador. El arte propone un modelo ejemplar de conducta al que el espectador pueda acceder por medio de la mímesis: La imitación de conducta en el consumo de pornografía está clara.
La poética tendría otro fin más allá del mimético, es decir, la catarsis: el punto de culminación máximo de implicación en la obra de arte: El reconocimiento de esa verdad ilusoria y sus efectos como verdaderos y la purificación final de esas enseñanzas en nosotros.
La purificación final de esa verdad demoledora y deseante de lo visto, en una relectura bien cruel de Aristóteles, es sin duda la persecución de una culminación final en la obra de arte: el orgasmo.
Cito a Aristóteles: “la tragedia [es] imitación de una acción esforzada y completa, de cierta amplitud, en lenguaje sazonado, separada cada una de las especies [de aderezos], actuando los personajes y no mediante relato, y que mediante temor y compasión lleva a cabo la purgación de tales afecciones”

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