El Cine como forma expresiva y estética

martes, 19 de octubre de 2010

EL CASO VIRIDIANA

Por: Javier Mateo Hidalgo
(5 de julio de 2010)




Cierto día oí por la radio a Pérez Reverte recomendar, antes que cualquiera de sus libros para la lectura, “El Lazarillo” o “El Buscón”. Hay que echar una ojeada a los clásicos antes de entrar en terrenos pantanosos contemporáneos. Para el cine, lo mismo. Pienso que debería de dejarse de escribir y de filmar durante un año para permitir al público ponerse al día. Aquí, en España, lo más clásico, uno de los padres de nuestro cine, punto indiscutible de referencia, es don Luis Buñuel. Una de sus joyitas más preciada, “Viridiana”, del año 1961. Con él llegó el escándalo y, con ella, Silvia Pinal- cuando todavía no se había convertido para Buñuel en Catherine Deneuve- la libido más morbosa. Como protagonistas principales masculinos, Fernando Rey y Paco Rabal. Paco, todavía Francisco, cumple una extraña norma en el panorama interpretativo de la historia hispana: los actores empiezan siendo guapos y terminan siendo buenos. Buenos, en el sentido del dominio en las tablas. Para Fernando Rey, sucede que ganó en atractivo a medida que fue alcanzando la madurez. De joven, poseía en su físico unas especie de paperas en su rostro que le creaban cierta anomalía- recordemos filmes como “Locura de amor” (1948) donde interpretaba a Fernando el Católico.
En el filme de Buñuel, su papel es el de tío de Viridiana, a la cual acoge unos días en su residencia en el campo. Se la desenclaustra o “excarcela” casi, como a los víctimas de un accidente de coche. Se respira un tono anticlerical en toda la cinta, lo que supuso todo un escándalo para la época: El “enemigo” se les había metido dentro, como caballo de Troya. ¿Qué hacer? Hacer caso al Vaticano, para variar. Algo así sucedió con “La dolce vita”, la cual se propuso dentro del aperturismo de fraga pero tuvo que ser retirada en último momento por las suspicacias clericales. Como ya digo, en “Viridiana” se profana a una monja (o “novicia”, en nupcias con Dios), a la Santa Cena, se echa al fuego una corona de espinas, etc… Todo un despropósito. Por si fuera poco, para añadir verismo, Buñuel no dudó en utilizar a auténticos mendigos como actores. Salvo un par de excepciones como Lola Gaos o Luis Heredia, de estos personajes Galdosianos no se desechó ni la ropa con la que aparecieron en el set de rodaje. Si acaso, se lavó un poco, pero nada más. La huída tuvo que ser cinematográfica: la cinta, escondida entre sacos, pasó la frontera en un carro. Respecto al representante español que subió a recoger el premio en Cannes, no se le volvió a ver el pelo. Tiempo después, durante el rodaje en la estación de Atocha de “Ese oscuro objeto del deseo”, uno de los responsables de la prohibición de la película fue al set de rodaje para pedir perdón, arrepentido por su acción tiempo atrás. Poco menos que se rieron en su cara, Buñuel y Fernando Rey. La película transmite cierta filosofía de la “Justine” de Sade, de quien era admirador número uno: cuanta mayor es la virtud, más trampas te pone la vida, por lo que se debe acabar sucumbiendo para convertirse en “Juliette”. Buñuel sabía que se estaba metiendo en la boca del lobo, pero lo cierto es que siempre ha habido en él un cierto interés para complicar sus propios proyectos. Medio en broma, medio en serio, podía permitir sentirse invulnerable en sus actos. Con Lady Damita, trabajó solo un día en Hollywood para introducirse en el oficio. Al segundo, dijo: “No pienso volver a trabajar con esa puta”. Ya en la vejez, le ofrecieron figurar en un anuncio de agua mineral. Este contestó a la oferta:”De acuerdo, pero apareceré crucificado como Jesucristo cuando me ofrezcan la bebida y, tras probarla, exclamaré: ¡Puaj, qué asco!” Como banda sonora, encontramos de leit motiv el “Aleluya” De “El Mesías” de Haendel: En los créditos iniciales y en la bacanal de los mendigos. La música clásica ha estado presente en mucha de la filmografía de Luis Buñuel, curiosamente utilizándola mientras se describen escenas completamente descabelladas, cuando no de una violencia que se convierte en su paroxismo, casi, en cómica. Incluso con compositores de encargo como Raúl Lavista en su etapa mexicana, pidió adaptaciones concretas (véase “Abismos de Pasión” en la que se emplea el Preludio y liebestod de la ópera “Tristán e Isolda” de Wagner. La fotografía, del señor Aguayo, sirvió de refuerzo innecesario para las pretensiones buñuelianas, afincadas en una historia más que en una captación al detalle de la misma (a pesar de que siempre hay disecciones por parte del director, como el momento en el que Rabal saca de un aparente crucifijo, el filo de una navaja escondido).
Por supuesto, es imposible hablar de Viridiana sin citar la escena final de ménage à trois: en un principio, en el guión original, Viridiana entraría en la habitación de su primo desencantada de su pasado monjil, deseando olvidarlo cuanto antes con él. Rabal (el primo) la diría, al abrir la puerta, algo así como “sabría que vendrías”. La censura, obligó a buñuelo a rectificar en este punto. La idea de introducir a la criada en la habitación del primo parecía que alejaba a Viridiana de toda intención malsana. Por si esto fuera poco, les puso a jugar adorablemente a los tres al tute. Está claro que este remedio era mucho peor que la enfermedad.
Viridiana triunfó, estaba destinada a ello. Nadie lo pudo impedir. Buñuel no volvió a rodar a España hasta “Tristana”, nueve años después, aunque sí que continuó fiel a su cita con Calanda en su Semana Santa e incluso hizo un Cameo con Saura para su película “Llanto por un bandido” (1964) en la que figuraba como verdugo de garrote vil, cumplidor de la ley a su pesar. Buñuel como ajusticiador. Da qué pensar.

1 comentario:

  1. Cuentan que Franco, después de ver el pase de Viridiana, dijo: "No entiendo el escándalo del Vaticano... En esta pelicula no veo más que chistes de baturro."

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