Por Andrea Dorta Albuger
Si entendemos la problemática actual del estado de la educación al nivel europeo e internacional, la necesidad de reformas, el obsoleto y viejo sistema de enseñanza tradicional en contraposición a las nuevas oportunidades de recursos y metodologías que ofrece la era digital y las nuevas tecnologías, la aparición de nuevos paradigmas, los problemas de financiación, la escasez de motivación por parte del alumnado, etc. entonces reconoceremos que nada de todo esto tiene que ver con lo que lo hablaremos a partir de este momento en relación al contenido de Ser y Tener.
De una ternura, sinceridad y encanto inigualables; realizado con poco (o casi nada ) de presupuesto y rodado en un pequeño pueblo de la región de Auvergne, en el norte de Francia.
Se trata de un documental que nos habla de un micro-mundo educacional que se escapa a todos estos planteamientos contemporáneos y tan a la orden del día. Un film que nos acerca a un pequeño porcentaje de realidad: invisible pero relevante; una alternativa a la imagen global de la educación y la enseñanza que nos muestran los medios de comunicación a diario. Se trata de una pequeña gran historia contada de manera “ natural ”.
El film narra la vida que gira en torno al mundo de la educación, tomando como punto de partida las lecciones diarias a un grupo de niños entre 4 y 10 años, aproximadamente. De alguna manera, da visibilidad a un pequeño sector del profesorado que está oculto a los ojos del resto del sistema educativo europeo: aquellos profesionales que se dedican a las escuelas rurales y unitarias.
Su protagonista, un señor de mediana edad, cuya vida gira (y ha girado durante 40 años) en torno a la enseñanza infantil, nos permite echar un ojo en la “actividad diaria” de una pequeña escuela situada en una zona rural con apenas población y rodeada de paraje natural. Con decir que su domiclio (el del maestro) se haya en escuela misma ( y viceversa ) creo sea suficiente para explicar el leitmotiv de esta película .
La ternura que desprende, durante todo el transcurso del metraje; el hecho de observar la sutíl línea que separa la vida privada del maestro de su trabajo. Una línea difusa en invisible, (casi) imperceptible para el espectador, la misma que nos conmueve a cada instante al presenciar (dado el carácter documental del film) los pequeños acontecimientos o microrrelatos que adquieren el carácter de grandes historias: un individuo con vocación seria y corazón infinito que cumple el papel de enseñante, educador, tutor, compañero y amigo junto con todos los adjetivos calificativos positivos que pudieran otorgársele.
Ser testigos de cómo transcurren los días, los meses, las estaciones, el curso académico… mientras él sigue estando ahí como al pié del cañón, incesante, constante, disponible y dispuesto en cualquier momento a resolver un posible conflicto que pudiera darse entre a sus alumnos.
En la única escuela de toda la zona encontramos a un único profesor (o mejor debiera decir un profesor único) para unos niños de edades distintas, cuyo método de enseñanza se asemeja a aquella idea del profesor en casa o aquel en el que los padres eran los únicos y auténticos educadores.
La docencia se ejercita por grupos de edades, y los contenidos que se imparten en el aula son los correspondientes a la edad de cada grupo de los alumnos. De esta manera, se fomenta la convivencia y la riqueza de experiencias. Podríamos decir que el tipo de escuela que lleva a cabo este señor (además de estar peligro de extinción o en términos realistas e incoherentes, utópicamente desaparecida) se trata de una escuela cuyos contenidos temáticos y curriculares basan su existir en proporcionar al alumnado un educación en valores como puedan ser el respeto, la amistad, la convivencia y la empatía, más allá de la simple transmisión de contenidos o conocimientos y a través de una atención docente cuidada y personalizada.
Al mismo tiempo resulta particularmente anecdótico que un sólo docente consiga tratar tantos tipos de problemáticas diferentes: desde una pequeña caída, a una pelea entre alumnos, o inclusive casos relacionados con niños de necesidades específicas, como la muchacha que presenta síntomas de autismo y pese a ello, no es excluída de experimentar la enseñanza con el resto de compañeros.
Me sorprendo a mí misma al reconocer que inexplicablemente mis glándulas lacrimales han segregado excesivo líquido mientras observaba este film. Quiero creer que sea debido (a pesar de no aparentarlo) a que en cierta manera la película está enfocada a despertar en nosotros ese maestro que siempre quisimos tener para nosotros y para nuestros hijos y que, en vista de los tiempos que corren, probablemente se trate de una visión idealista, utópica y que en pocos años será reconocida como ciencia ficción.
Y de pronto, al finalizar la película (en la que aparentemente no ha ocurrido nada) algo ha cambiado en nosotros, algo hemos aprendido de esta lección: un simple maestrillo del tres al cuarto, nos abre las puertas a un mundo nuevo, en donde abundan todos aquellos valores de los que carece la sociedad actual. Hemos dejado de ser niños y sin embargo hemos pasado una hora y media frente a una pantalla, aprendiendo una lección.
Grande paradoja ésta del siglo XXI, que una vez más nos demuestra que la única certeza que poseemos es que no sabemos nada.
Y que no podemos confundir dos verbos tan dispares y opuestos como Ser y Tener.
Si entendemos la problemática actual del estado de la educación al nivel europeo e internacional, la necesidad de reformas, el obsoleto y viejo sistema de enseñanza tradicional en contraposición a las nuevas oportunidades de recursos y metodologías que ofrece la era digital y las nuevas tecnologías, la aparición de nuevos paradigmas, los problemas de financiación, la escasez de motivación por parte del alumnado, etc. entonces reconoceremos que nada de todo esto tiene que ver con lo que lo hablaremos a partir de este momento en relación al contenido de Ser y Tener.
De una ternura, sinceridad y encanto inigualables; realizado con poco (o casi nada ) de presupuesto y rodado en un pequeño pueblo de la región de Auvergne, en el norte de Francia.
Se trata de un documental que nos habla de un micro-mundo educacional que se escapa a todos estos planteamientos contemporáneos y tan a la orden del día. Un film que nos acerca a un pequeño porcentaje de realidad: invisible pero relevante; una alternativa a la imagen global de la educación y la enseñanza que nos muestran los medios de comunicación a diario. Se trata de una pequeña gran historia contada de manera “ natural ”.
El film narra la vida que gira en torno al mundo de la educación, tomando como punto de partida las lecciones diarias a un grupo de niños entre 4 y 10 años, aproximadamente. De alguna manera, da visibilidad a un pequeño sector del profesorado que está oculto a los ojos del resto del sistema educativo europeo: aquellos profesionales que se dedican a las escuelas rurales y unitarias.
Su protagonista, un señor de mediana edad, cuya vida gira (y ha girado durante 40 años) en torno a la enseñanza infantil, nos permite echar un ojo en la “actividad diaria” de una pequeña escuela situada en una zona rural con apenas población y rodeada de paraje natural. Con decir que su domiclio (el del maestro) se haya en escuela misma ( y viceversa ) creo sea suficiente para explicar el leitmotiv de esta película .
La ternura que desprende, durante todo el transcurso del metraje; el hecho de observar la sutíl línea que separa la vida privada del maestro de su trabajo. Una línea difusa en invisible, (casi) imperceptible para el espectador, la misma que nos conmueve a cada instante al presenciar (dado el carácter documental del film) los pequeños acontecimientos o microrrelatos que adquieren el carácter de grandes historias: un individuo con vocación seria y corazón infinito que cumple el papel de enseñante, educador, tutor, compañero y amigo junto con todos los adjetivos calificativos positivos que pudieran otorgársele.
Ser testigos de cómo transcurren los días, los meses, las estaciones, el curso académico… mientras él sigue estando ahí como al pié del cañón, incesante, constante, disponible y dispuesto en cualquier momento a resolver un posible conflicto que pudiera darse entre a sus alumnos.
En la única escuela de toda la zona encontramos a un único profesor (o mejor debiera decir un profesor único) para unos niños de edades distintas, cuyo método de enseñanza se asemeja a aquella idea del profesor en casa o aquel en el que los padres eran los únicos y auténticos educadores.
La docencia se ejercita por grupos de edades, y los contenidos que se imparten en el aula son los correspondientes a la edad de cada grupo de los alumnos. De esta manera, se fomenta la convivencia y la riqueza de experiencias. Podríamos decir que el tipo de escuela que lleva a cabo este señor (además de estar peligro de extinción o en términos realistas e incoherentes, utópicamente desaparecida) se trata de una escuela cuyos contenidos temáticos y curriculares basan su existir en proporcionar al alumnado un educación en valores como puedan ser el respeto, la amistad, la convivencia y la empatía, más allá de la simple transmisión de contenidos o conocimientos y a través de una atención docente cuidada y personalizada.
Al mismo tiempo resulta particularmente anecdótico que un sólo docente consiga tratar tantos tipos de problemáticas diferentes: desde una pequeña caída, a una pelea entre alumnos, o inclusive casos relacionados con niños de necesidades específicas, como la muchacha que presenta síntomas de autismo y pese a ello, no es excluída de experimentar la enseñanza con el resto de compañeros.
Me sorprendo a mí misma al reconocer que inexplicablemente mis glándulas lacrimales han segregado excesivo líquido mientras observaba este film. Quiero creer que sea debido (a pesar de no aparentarlo) a que en cierta manera la película está enfocada a despertar en nosotros ese maestro que siempre quisimos tener para nosotros y para nuestros hijos y que, en vista de los tiempos que corren, probablemente se trate de una visión idealista, utópica y que en pocos años será reconocida como ciencia ficción.
Y de pronto, al finalizar la película (en la que aparentemente no ha ocurrido nada) algo ha cambiado en nosotros, algo hemos aprendido de esta lección: un simple maestrillo del tres al cuarto, nos abre las puertas a un mundo nuevo, en donde abundan todos aquellos valores de los que carece la sociedad actual. Hemos dejado de ser niños y sin embargo hemos pasado una hora y media frente a una pantalla, aprendiendo una lección.
Grande paradoja ésta del siglo XXI, que una vez más nos demuestra que la única certeza que poseemos es que no sabemos nada.
Y que no podemos confundir dos verbos tan dispares y opuestos como Ser y Tener.
Y yo que me he encontrado esto de coña y resulta que una vieja amiga con la que coincidí unos días en su casa de Milan escribe de esta manera. Saludos.
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