Por Clotilde J. Bandera Gallego
Puede que esta película de Kubrick hubiera pretendido ser la historia de los sueños, la fábula de algo que no consigue desvelar la realidad más intima, logrando hacer oscilar los mecanismos perceptivos del espectador, que termina recelando de su misma apreciación, provocándole la tensión de lo intermedio.
Sueño y realidad invierten sus lugares, sin importar en cual se esté en cada momento, porque en definitiva, siempre existen restos de los dos combinados. Al igual que la realidad no es real , podríamos decir que los sueños tampoco quedan relegados al campo exclusivo de lo onírico. Ambos se cruzan en un intento de ampliar sus límites para irrumpir en el espacio contrario. Porque inexplicablemente lo real se gesta en el ámbito de los sueños, sueño y realidad viven en simbiosis, precisándose recíprocamente para existir. Las secuencias de la fiesta ritual de las máscaras hace uso de todo ello.
Posiblemente, la intención de Kubrick fuera realizar un film que recogiera el mundo del psicoanálisis. Pero a pesar de todo, subsiste un ocultamiento de lo más obvio, aunque quizás exista en esa especie de lo que suponemos una logia, algo que se le niega al espectador. Entregas sexuales indiscriminadas con la sola mediación de una máscara que únicamente oculta el rostro pero no la identidad. Mascaras que conecta con el mundo oscuro y profundo de los instintos primitivos y que recuerda a esa idea de Bataille, la nueva forma del conocimiento basado
en la estética del erotismo, donde la belleza emana de las vehementes agitaciones.
Kubrick logra suavizar y estabilizar las imágenes mediante la técnica de Garret Brown, el steadycam, y así las escenas orgiásticas adquieren una singular sensualidad. El punto de vista se humanizara, pues el dispositivo parece como si se dejase llevar por el aura misterioso que los hechos conllevan. La cámara recorrerá pausadamente los rostros enmascarados de los asistentes a la vez que se oye el órgano acompañado de una letanía, creando una atmósfera especial que podría recordar a ritos ancestrales, ritos de liberación de las fuerzas instintivas, dejándonos ese eco lejano que queda suspendido en el tiempo.
Las escenas finales de la película malograran la idea de Kubrick “Si se explica lo que significan las cosas , estas dejan de tener sentido”
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