El Cine como forma expresiva y estética

sábado, 27 de diciembre de 2008

Sangre de mayo ¿Una película magistral?

Por fin, he visto Sangre de Mayo; gracias a la generosidad impagable de Telemadrid me he ahorrado unos euros... ¿O no?
Y debo advertir que mis prevenciones estaban totalmente infundadas, porque me ha parecido una película magistral, un jalón que determinará un antes y un después en la historia del cine español, acaso, la mejor comedia jamás rodada en toda la historia del cine del mundo mundial. Felicitaciones para el señor Garci y para su ilustre promotora.
Los acontecimientos descritos están dosificados magistralmente para que el espectador esté permanentemente atento a la pantalla, hasta la traca final en la que Goya, ambientado por los fandangos de Boccherini, "toma apuntes" de los fusilamientos, tal vez la secuencia cómica más extraordinaria que jamás he contemplado en pantalla alguna. Las películas de W, Wilder y "Teléfono Rojo" pasarán al olvido; es posible que hasta Viridiana, con su mordaz propuesta a medio camino entre el anticlericalismo y la comedia negra, deje su lugar a ésta.
La cámara se mueve con fluidez, según las circunstancias descritas en cada momento, combinando planos cortos con tomas largas, picados con contrapicado; en definitiva, un verdadero prodigio de creatividad cinematográfica. El montaje... ¡Por fin, podremos olvidarnos definitivamente de Sergei Mikhäilovitch Eisenstein! Desde hoy la referencia será José Luis Garci.
Debo reconocer -no todo ha de ser sobresaliente- que la fotografía ofrece algunos momentos flojos...
No así las secuencias de acción, que desplazarán al Guateque de Blake Edwards, en las referencias magistrales del cine cómico.
El derroche de patriotismo, con banderitas de guardarropía, es sencillamente sublime. La famosa secuencia de El fantasma de la libertad, aquella de "¡Vivan las caenas!" caerá de los palacios de Mnemósine...
Me ha encantado la ambientación escénica, con una iluminación que supera ampliamente los logros de Stanley Kubrick en Barry Lyndon, que estará retorciendose de envidia en su tumba. No es peor el vestuario dominguero de los protagonistas y figurantes, que me han recordado las "fiestas medievales" de Ayllón, donde muy probablemente habrán encontrado inspiración los acreditados documentalistas consultados por el director.
La interpretación acaso sea uno de los puntos débiles, porque algunos actores no llegan al nivel cómico general; no obstante, la mayoría nos harán olvidar a Chaplin, a Buster Keaton, a Peter Sellers, a Jerry Lewis y hasta a Gracita Morales.
La descripción de los usos y costumbres de la época produce tanta hilaridad, que por sí sola serviría para "tapar" los posibles e hipotéticos fallos de ritmo de la película. Y digo "posibles e hipotéticos" porque no he encontrado ninguna carencia importante en ese sentido. La historia fluye con situaciones perfectamente ligadas y de interés creciente; los diálogos son tan ingeniosos que no requieren truculencias de ese tipo. El espíritu de Pérez Galdós vive entre las "licencias" utilizadas por el guionista... Lo magino contemplando la película desde la eternidad... y seguro que también él se estará desmoronando de risa...
Los chistes visuales, que algunos podrían llamar "morcillas", son asimismo magistrales. Deseo destacar la retórica metafórica de las antiguas calles de Madrid, absolutamente limpias y planas, como corresponde a un urbanismo que es de ayer, pero que también es de hoy. Asimismo me ha encantado la imagen religiosa en la urna de plástico (¿o de vidrio?). Las tazas de cafetería actuales y algunos vasos de ¿Duralex?, igualmente determinan otra metáfora recurrente que comunica el presente y el pasado. Y otros mil detalles más del mismo cariz que sería prolijo mencionar.
Pero lo mejor, en la línea de las metáforas recurrentes que comunican el pasado con el presente, son las imágenes finales del Madrid actual, con ese "metro" que es envidia de los paisanos de Eisenstein), por la velocidad de los trenes, frente a la lentitud de los oscovitas (que se chinchen los rusos); con esas torres que elevan a la categoría de símbolo cultural la especulación inmobiliaria (acreditada en tiempos de Godoy, claro está); ese Palacio Real, que es espejo de otros palacios europeos, obviamente menos cualificados estéticamente...
Lo dicho, para morirse de risa, sobre todo, pensando en los 15 millones de euros que se podrían haber gastado en dotar hospitales...

2 comentarios:

  1. Tengo un amigo que estaba en la sala de montaje cuando Garci entró y en ausencia del director de foto pidió que subieran el amarillo del etalonaje, "más, más..." gritaba y los tecnicos se aguantaban la risa, cuando el director de foto volvió y descubrió las variaciones en el etalonaje se tiraba de los pelos.

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  2. La anécdota me parece creíble... sumamente creible.

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