El Cine como forma expresiva y estética

martes, 6 de octubre de 2009

El cine español... ¿De nuevo a debate?

Todo parte de un "inédito" manifiesto de "Cineastas contra la orden", que ha circulado entre los profesionales del cine y del que llegan a la prensa retazos convenientemente filtrados por la voluntad de quien los vocea. Tengo la sensación de que "el manifiesto" o "los manifiestos" no son sino un conjunto de notas deshilvanadas que David Trueba y algunas otras personas próximas a él como Miguel Albadalejo, Javier Corcuera, Chus Gutiérrez, Laura Mañá, Claudia Llosa, Icíar Bollaín, Isaki Lacuesta y Javier Rebollo. Del seguimiento en los medios, se pueden extraer las siguientes líneas argumentales:
1. "Las ayudas a la cinematografía van a acabar en las grandes cadenas de televisión, que se van a adueñar de la producción en España, y no porque tengan pasión por nuestro cine sino solo el objetivo de hacer dinero"
2. "Ninguna industria se basa en un único tamaño ni un único modelo de producto, desde los coches hasta los secadores de pelo".
3. "Este nuevo y grave estado de cosas puede generar la pérdida de empleo de una gran masa de trabajadores del cine y audiovisual, con el drama que ello supone".
4. "Protestamos por el contenido de una orden que aplaude a los grandes, a los ricos, a los que tienen mucho, a las empresas, que aparentemente, menos lo necesitan"
Para complicar las cosas un poco más, Jaime Rosales se ha despachado con un artículo en El País
defendiendo la despolitización del cine, pasando por alto que la creación cultural es incompatible con los argumentos de los sectores conservadores y que la articulación sociológica define perfectamente "los grupos de actitud o interés" sobre los que debe trabajar cualquier profesional, ya sea publicista, director de cine o, incluso, "polemista". Así lo acreditan todos los días las diferentes cadenas de televisión


¿Se imagina alguien a Isabel Coixet expresando opiniones afines a las de J. M. Aznar o a Amenábar oponiéndose al "derecho a la muerte digna". El cine español salió hace muchos años de los oscuros y añejos cauces "apolíticos". Los realizadores conservadores ya se encargan de dar continuidad al cine de Benito Perojo, Mariano Ozores y Alfonso Paso con alegatos patrioteros ridículos o con elucubraciones "poéticas" patéticas, con "sustento" oficial.
Asumiendo que muchos profesionales del medio manifiestan actitud progresista como parte de su cosmética personal (algunos de ellos acreditan a la vez ideas parafeudales), preconizar la despolitización del cine es de una ingenuidad tan extraordinaria que, dando por sentado el buen sentido de Jaime Rosales, sólo puedo explicar desde "razones" alejadas de las circunstancias propias de la industria cinematográfica española. Obviamente, me refiero al giro editorial del Grupo Prisa consecuente con la pérdida del "monopolio futbolero". De repente los "medios" del grupo se han convertido en foros frenéticos de crítica al Gobierno y esa actitud se ha manifestado también ante dicha ley, que se publicó a finales del 2007. Han tenido que transcurrir dos años para que, de repente, lo que eran cualidades buenas se hayan transformado en repertorio ejemplar de torpezas... E, incluso, para que aparezcan tufillos de alejadas décadas.
Me parece más consecuente la crítica de David Trueba aunque no menos ingenua e interesada, porque, cualquiera que sea el marco normativo, el cine como producto industrial siempre estará amenazado por factores mencionados en sus intervenciones públicas. Todo director que se de a conocer con películas de "bajo presupuesto" como Tesis, desea afrontar aventuras como Ágora, en cuya financiación ha participado en proporción elevada Tele5, la cadena cuya programación más se sustenta en el excrementicio social. Paradoja liberal, por excelencia. Por fortuna, en la actualidad, gracias a la evolución de los medios tecnológicos, no es necesario contar con grandes respaldos financieros para realizar una buena película... Y desde esa situación novedosa, mucho me temo que existe una voluntad clara de enmarañar las cosas para no perder privilegios más o menos consolidados. La clave para no castrar la faceta "cultural" del cine (cine emergente de calidad, que dirían los pijos) hoy no está sólo en las subvenciones, sino, sobre todo, en la inexistencia de cauces de promoción y exhibición adecuados. Presupongo la existencia de los productores... y acaso sea mucho suponer.
Por fortuna o por desgracia, según donde esté cada cual, en el pecado está la penitencia, porque al no existir esos cauces (a lo mejor no es posible crearlos), los jóvenes realizadores se ven obligados a utilizar los recursos "alternativos"...
Internet, la bestia parda, el enemigo a derrotar, el gran parásito de la industria cinematográfica, se ha convertido en cauce fundamental de la expresión creativa emergente. Otra paradoja liberal... ¡Joder con las paradojas!

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