Sobre el relato literario del que parte, Cuerda ha forzado los términos dramáticos y escabrosos hasta llegar a un patetismo paranoico casi infantil. El resultado es un cliché maniqueo, extremadamente fácil de desmontar, y en consecuencia, inútil desde el interés político... Para que una película de intención política sea eficaz, ante todo, debe ser buena o, mejor, muy buena. Aunque la Iglesia Española y los franquistas, merezcan lo que Cuerda dice sobre ellos, el resultado cinematográfico facilita su "descalificación"; contando, incluso, con una fotografía que, fiel a su estilo, aparece muy cuidada, acaso demasiado cuidada. En algunas ambientaciones (planos nocturnos y del bosque) aprecio exceso de "ambientación escenográfica", que resta verosimilitud a las respectivas secuencias.
A mi juicio, el relato de Alberto Méndez (2004) es muy adecuado para un "corto", pero no ha resistido la dilatación impuesta por un guión demasiado artificioso, teniendo en cuenta, incluso, lo que sabemos de aquella época, en la que los franquistas y sus aliados ideológicos (la Iglesia) propugnaban recuperar los valores "tradicionales" de la cultura hispana, que ellos situaban en tiempos "pre-científicos". En esa línea, Cuerda (¿y Azcona?) pierden una baza muy importante al centrarse en los detalles escabrosos y olvidar los elementos más gruesos y con mayor proyección actual, como por ejemplo, la aceptación ciega del orden jerárquico, que sigue siendo uno de los signos de identidad del clero conservador, y convierte a quienes lo aceptan en marionetas sin capacidad de raciocinio ni voluntad, en fanáticos predispuestos a la barbarie; como, por ejemplo, no asumir que el franquismo centró la represión en el plano de lo expresamente político, olvidando la cohesión del sistema cultural para generar un cúmulo de contradicciones que desbordan la imaginación: las autoridades franquistas primero se obsesionaron con "los masones" (en realidad, quienes preconizaban un sistema democrático) sujetos, según ellos mismos, a intereses extranjeros; más tarde, cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial, aplicaron el punto de mira a "los comunistas"...
En esa misma línea, me parece un error que el director haya empleado los tics fascistas (cantar el Cara al Sol, decir memeces sobre el wolframio, "hamponismo" de los "camisas azules", etc.) en jalones de interés (inquietud), porque ello ofrece una estructura demasiado simple y reiterativa, únicamente rota con algún plano diferente, como la secuencia de la almohada... demasiado condicionada por las cualidades estéticas del cuerpo humano...
Se trata, en suma, de una película casi plana, que no pueden enderezar las interpretaciones de Maribel Verdú y sus compañeros, en geenral, aceptables... Y aunque resulta paradójico, Los girasoles ciegos, con su encelamiento de lo escabroso, la torpeza, lo patético, me recuerda otra película, también, de buena factura visual concebida para dar a lo poder lo que el poder determinaba en aquel momento: Surcos (1951), de Nieves Conde... En aquella época el objetivo utópico era detener la emigración del campo a las ciudades; en ésta, cobrar los débitos acumulados por la Conferencia Episcopal Española... Pero ambas realizadas bajo el imperio de la melancolía, que según decían los manuales viejos de Formación del Espíritu Nacional, es el vicio más estéril de cuantos caben en la molicie humana. ¡Qué incómoda puede llegar a ser la memoria!
Lo más lamentable: que sea la apuesta de los "académicos españoles" para representar a "nuestra industria"... acaso, porque realmente sea, precisamente, eso: una obra diseñada para contentar a quienes distribuyen las subvenciones, Y en ese sentido, Garci y Cuerda, que se muestran tan lejanos, están demasiado cerca. Si no interpreto más los criterios académicos norteamericanos, seguramente esta película no pasará la primera selección y sólo servirá para alimentar una imagen demasiado sombría de la sociedad española.
ADENDA. Cuando publiqué este comentario ya había quedado fuera la película en la carrera por los premios de la Academia Americana
La ví ayer y me pareció una mamarrachada. Antifranquismo infantil mezclado con historia turbulenta de faldas... ¿es mi mente enferma o al personaje de Maribel Verdú no le disgusta tanto la vilación del curita vestido de caballerete?
ResponderEliminarcayate jilipoyas!!
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