El Cine como forma expresiva y estética

miércoles, 2 de diciembre de 2009

“HARD CANDY” DE DAVID SLADE.

Por Francisco Martínez.

Hard Candy es una película cuyo género es difícil de definir. Se trata de un thriller psicológico que en ocasiones juega con el terror y la violencia sin llegar a ser demasiado explícito. En principio la película se apoya en mecanismos del cine comercial tradicional: un argumento sencillo y potente, una imagen suficientemente cuidada y un ritmo muy trabajado al servicio de la historia que se narra. La película trata sobre una chica de 14 años que queda con un hombre joven al que ha conocido por Internet. Ellos dos son (excepto cortas apariciones) los dos únicos actores en toda la película. Ésta se desarrolla en la casa del hombre, fotógrafo de profesión, a la que ambos acuden. La inocente niña resulta ser una especie de fría y excéntrica vengadora que busca castigar al hombre al que toma como un deshumanizado pederasta. Su peor carencia es que esta dualización de los personajes y la radical simplificación del problema que trata se mantienen durante toda la cinta, y aunque ambos personajes desarrollen su personalidad más allá del absurdo maniqueísta nunca consiguen zafarse de su categoría de “pedófilo inhumano” y “justa vengadora”. El maltrato tan salvaje al que ella le somete está siempre a punto de humanizarle como víctima, pero algún giro argumental los acaba devolviendo a sus lugares iniciales, transmitiendo la sensación de que toda la violencia está justificada, como una especie de venganza hipotética contra el “monstruo de la pederastia” al que consigue aniquilar apelando a su “conciencia social”.


Esta superficialidad tan propia del cine norteamericano hace que a nivel argumental la película flaquee un poco, aunque el guión tiene cierta calidad y mantiene los cambios de ritmo y la fluidez a pesar de contar sólo con dos personajes. Lo que sostiene la película son sin duda alguna las interpretaciones de ambos actores, especialmente la de Ellen Page, que da vida a la joven justiciera. El ambiente es lo suficientemente claustrofóbico para mantener con vida la historia pero sin excederse en el uso de recursos de tensión. La imagen está cuidada, se utilizan muchos planos cortos pero con suficiente habilidad y un gran sentido del ritmo. La tensión se genera de manera muy natural, sin recurrir a violencia explícita ni absurdos giros argumentales, de forma que se apoya en el duelo entre personajes, permitiendo que la historia se desarrolle de manera sorprendente pero sin descolocar al espectador.
Lo mejor de la película es precisamente lo singular del espacio y los protagonistas, que hace que su desarrollo parezca más el de una obra teatral que el de una película de terror. Fue premiada en el festival de Sitges en 2005.

Aunque son grandes sus carencias me parece una ópera prima interesante y con cierta calidad visual, especialmente para un director, David Slade, que se ha orientado posteriormente hacia el cine puramente comercial. Tanto es así que su próxima película en estrenarse será la tercera entrega de la famosa saga “Crepúsculo”.

2 comentarios:

  1. Yo vi la película hace unos años, y la verdad es que, si yo hubiese sido un hombre, creo que me habría costado un poco verla, por algunas escenas vamos.

    Me pareció que tenia buenos ritmos al principio y al final de la película, pero en mi opinión es una de esas películas que piensas que van a ser un tostón, pero que ya que la has empezado quieres saber el final (en este caso un final que no decepciona; al pobre protagonista la niña esa le hace una faena de las buenas).

    Lo de que sea maniquea, es posible, pero la verdad es que al final de la película, te da un poco de pena el fotógrafo.

    La sensacion que te transmite de angustia y malestar, va a la par con el ambiente, la elección del espacio y los planos.

    Es una de esas películas que al final te llega a gustar, pero te preocupa un poco el motivo.

    ResponderEliminar
  2. Vi esta película hace un año y recuerdo que me impactó bastante. Creo que la fórmula que mencionas (dos actores, un escenario tan cerrado) funciona muy bien en este caso, llama mucho la atención. Si bien, como dice Megan, en un principio temes que sea un tostón, el guión está tan bien construido, resulta todo tan... consecuente que funciona y resulta incluso creíble.
    No me había parado a pensar en el posible maniqueísmo. De hecho, me sorprendió por lo contrario: por primera vez la niña no es esa inocente criatura que necesita que la rescaten. En cierto modo, la víctima es el pedófilo. Hay un cambio de papeles muy interesante... si bien es cierto que en todo momento, la venganza de la la protagonista parece estar justificada. No obstante... ¿es posible, dado el contexto cultural actual, que llegásemos a empatizar con el pedófilo?, ¿qué habría hecho falta contarnos para comprender un crimen tan "satanizado"?, ¿es posible grabar una peli donde el nazi responsable de las cámaras de gas no sea "malo"? ¿Conviene hacerlo?

    ResponderEliminar