En una casa rodeada de mar, una mujer toca el violonchelo a la espera del regreso de su amado pintor, embarcado en un pesquero. Mientras tanto él, tras un horrible naufragio, vive una aventura descubriendo un universo lleno de color y fantasía yendo de la mano de una sirena.
Este proyecto que surgió del dibujante Miguelanxo Prado y de Nani García como compositor, podría definirse como una poesía pictórica. Ambos colaboraron simultáneamente para darle armonía y ritmo a las imágenes.
El aspecto a destacar de esta película de animación, es la banda sonora. Nada de diálogos ni palabras. La música habla por si sola. La imagen depende claramente de ella. Violonchelos, violines y piano para las escenas más líricas y melancólicas; percusión para lo masculino, la pesca y el naufragio.
Bocetos tomados en un mantel de papel. Así comienza la gran tarea de Miguelanxo de animar por ordenador miles de dibujos realizados al óleo. Partiendo de éstos, posteriormente los digitaliza y los anima por ordenador. No es el primero en realizar esta técnica, sin embargo, le aporta un estilo pictórico indiscutible y la película posee una estética muy propia. Quizás flaquea en un ritmo lento y pausado, puesto que solo se apoya en la música y la animación no fluye con rapidez. Abusa además, de los fundidos y barridos.
“De profundis” es un claro ejemplo de cómo hacer cine sin necesidad de diálogo. De narrar poesía en imágenes. Apta para los que quieran dejarse llevar por lo sensorial, hipnótico y onírico sin esperar demasiada acción.
Miguelanxo Prado es un ilustrador cuya técnica admiro desde hace años. Sus dibujos me parecen herederos del modernismo de Klimt y de Egon Schiele, repletos de dinamismo y elegancia, tintados de una poética muda y una belleza extraña que te observa desde duros ojos femeninos de pez.
ResponderEliminarPor eso tenía mucha curiosidad por ver qué había hecho con De Profundis. Quedé decepcionada.
No soy demasiado aficionada a las películas de acción. Soy de naturaleza paciente y me recreo (tal vez excesivamente) en los detalles, y por eso mismo asimilo bien los ritmos lentos, las tramas silenciosas. La música hace especial mella en mi cerebro.
En De Profundis, la banda sonora me pareció bellísima, elocuente, sobrecogedora. Pero en lo referente a lo visual, la película de Migelanxo Prado se me hizo eternamente lenta, repetitiva, pesada, y particularmente despojada en general de todo el preciosismo y la sutileza visual que habitualmente poseen sus dibujos. Las escenas de la casa rodeada por el mar, la chelista, el barco… son hermosas, sí, son simbólicas, pero muchas de ellas se repiten demasiadas veces sin justificación válida, sin poder escudarse siquiera en esa música excelente, quedando por tanto sobreexplotadas, agotadas. El fondo del océano, tan rico en este ilustrador, tan adorado por él, parece triste, yermo, gris, plano. ¿Cómo es esto posible…?
Es muy difícil que el tipo de dibujos que realiza Miguelanxo Prado sea fielmente adaptado al lenguaje cinematográfico, eso es cierto. No obstante, creo firmemente que se puede hacer una película poética e interesante experimentando con la fusión entre ilustración y movimiento. Pero en este caso, desde mi punto de vista la fusión dista mucho de ser satisfactoria, y al final quedan tristemente empobrecidas las dos partes: tanto la ilustración original como la gramática del cine. Y una obra con una pretensión tan manifiestamente poética debe de saber jugar muy bien con todos los elementos de modo que éstos apoyen y refuercen dicho objetivo: de lo contrario, estaremos poniendo al espectador peligrosamente cerca de los terribles umbrales del aburrimiento, y con ello la obra pierde todo sentido.