El Cine como forma expresiva y estética

sábado, 18 de diciembre de 2010

El hombre que nunca estuvo allí. 2001 (presentación)

The Man Who Wasn't There. Dir. : Joel y Ethan Coen. Producción: Ethan Coen. Guión: Joel Coen y Ethan Coen . Música: Carter Burwel. Fotografía: Roger Deakins.

¿Cómo prologar Hamlet o El Quijote sin que se noten las limitaciones del prologuista? Intentaré ser más breve de lo habitual...  Aunque la filmografía de los hermanos Coen ofrece cierta irregularidad, acaso ésta película sea una de las más interesantes de la primera década del siglo XXI. Con un comienzo-guiño a La chaqueta metálica (Kubrick, 1987), la obra de los Coen desborda ampliamente los límites de los géneros: ¿Cine negro? ¿Comedia? ¿Sátira?. Y en ese sentido, en este caso concreto, inevitablemente surge la relación con la Viridiana de Buñuel. En el resto de sus películas se centran demasiado en la cultura norteamericana...
La película narra las peripecias de un peluquero en la California de la postguerra, coincidiendo con el comienzo de la caza de brujas. En su desarrollo define un caudal prácticamente inagotable de sugerencias, en muchos aspectos, relacionadas con las mencionadas en las películas vistas en las sesiones anteriores del seminario. Cuantas más veces se ve, más interesante se vuelven las acotaciones, las referencias tangenciales, las circunstancias de los personajes, el análisis del componente medular de la sociedad norteamericana. Las situaciones vividas por el protagonista componen un dibujo a trazo grueso del entorno cultural (sistema cultural). En ese sentido, la historia de un peluquero algo estúpido puede interpretarse como una fábula crítica y mordaz sobre la sociedad norteamericana, comparable a lo que hizo S. Kubrick en La naranja mecánica (1971) con el sistema democrático, con la "excusa" de las peripecias de Alex.
Referencias importantes en el cine de los Coen: Kubrick (Lolita, A Clockwork Orange y Full Metal Jacket), Deshiell Hammett, James M. Cain y, en lo filosófico, la Escuela de Frankfurt y algunos elementos posmodernos (relevancia de la subjetividad).
Asimismo, tiene interés comparar los tipos femeninos que aparecen en esta película con los de Hitchcock (a petición implícita de Martín). Y, por supuesto, la obra de los Coen cobra nuevas dimensiones si la comparamos con las dos versiones de El cartero siempre llama dos veces (sobre la novela de James M. Cain): Tay Garnett (1946) y Bob Rafelson (1981).

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