Sin embargo, bajo esa apariencia "sencilla" se ocultan algunas de las preocupaciones habituales del director italiano, aquellas que proporcionan cuerpo creativo a su producción global, y le ponen en conexión con la Escuela de Frankfurt y, muy especialmente, con H. Marcuse: la relación entre sexualidad y actitud existencial y, por supuesto, política. En esa línea acaso Soñadores sea reflejo aparentemente amable de El último tango en París (1972). Y digo "aparentemente amable", porque, desde las habituales premisas de Bertolucci, contando incluso con las declaraciones del propio director, el desenlace prefigura nuestro presente con tintes poco optimistas.
El segundo gran factor está definido por la relación que establece entre cine y realidad y, sobre todo, por las películas empleadas para materializar esa relación: un conjunto muy heterogéneo, donde es fácil encontrar películas mitificadas, pero no siempre de gran calidad: varias de la Nouvelle Vague (Godard, Truffaut) , Welles (Sed de mal), Bergman (Persona), Nicholas Ray (Jonny Guitar y Rebelde sin causa), etc.. Puede ser interesante revisarlas, tanto las aludidas directamente, como las señaladas con mayor discreción; éste es el caso de Blow-up (Antonioni, 1966) que, indirectamente, nos vuelve a pone en conexión con El último tango en París y, por supuesto, con El conformista, aquel prodigio de montaje...
La lectura directa (en "piloto automático") de la película nos ofrece una historia de amor y amistad entre tres jóvenes, de fuerte contenido erótico, en un ambiente cultural acotado por la realidad cinematográfica circundante y los fenómenos políticos y sociales que transformaron Occidente. Nadie puede negar a Bertolucci maestría en el uso de uno de los elementos recurrentes más habituales en el cine europeo, porque como sucediera en El último tango en París, Soñadores sería una película muy diferente sin las secuencias subidas de tono (fórmula de producción) y, por supuesto, mucho menos comercial. Ha cambiado el perfil sociológico de quienes acuden a los cines y Bertolucci reorienta las referencias eróticas: para adultos, en El último tango; para jóvenes y adolescentes, en Soñadores.
El guión. La película, que fue coproducida con capital inglés, francés e italiano, está basada en la novela The Holy Innocents (1988), de Gilbert Adair, que también realizó el guión.
La dirección fotográfica. La fotografía es responsabilidad de Fabio Cianchetti, que también ha realizado Pasión (Bertolucci, 1998), con la que es fácil relacionarla, y El tigre y la nieve (R. Begnini, 2005).
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