Por Isabel Álvarez Rico
¿Qué es lo que ocurre cuando los encontramos ante un cineasta cuyas películas nos sacan de la pantalla?
Esto es lo que ocurre en muchas de las películas firmadas por el dueto de directores Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro, que juntos han creado títulos tan conocidos como: La ciudad de los niños perdidos, Delicatesen o Amélie. En ellas nos encontramos en ambientes generalmente surrealistas y con unas connotaciones pictóricas muy potentes. Aunque son directores que han pasado poco a poco, a desarrollar un cine más comercial (más bonito, manido y agradable) mantienen ése elemento-firma que caracteriza sus productos.
Para poder situarles es muy importante destacar su nacionalidad francesa, y el hecho de que sean los creadores cinematográficos nacionales más importantes después de la Nouvelle Bage. Y por cuestiones de cercanía cultural tienen algunas referencias a éste movimiento muy claras. Pero con ellos también queda claro que algunos de los principios de los Cahiers de Cinema bien aplicados llevan a algo. Sus productos tienen importancia desde el punto de vista de que son una respuesta europea de calidad al estandarizado cine de Hollywood, y por intentar dar una unidad a la dualidad cine-arte.
Jeunet y Caro comenzaron sus carreras en el ámbito de la publicidad, y supieron unificar unas pretensiones artísticas propias con los medios tecnológicos y comerciales que habían manejado hasta el momento. Con todo ello crearon la primera cinta: Delicatessen. Dónde nos muestran una comunidad de vecinos atemporal y posapocalíptica (elementos reiterativos en su filmografía) y una serie de personajes a juego con el espacio. Quizás lo más interesante, a nivel narrativo, de las películas de estos realizadores sea la construcción de personajes. Son seres completamente fuera de las coordenadas sociales, sus actividades, sus movimientos, sus reacciones,…. Todo hace suponer que no son de nuestra sociedad, pero tras varios visionados todo queda claro. Lo que Jeunet y Caro plantean son juegos de niños (algunos macabros) ¿En qué otro ambiente podría ser si no el maíz una moneda o el pegamento un arma? Y todo esto queda resuelto sobre todo a partir de la clave que nos ofrecen los trogloditas. Este grupo de personajes que bien podrían resultar secundarios son los que perfilan el extraño edificio. Ellos son los vegetarianos, los que viven en las cloacas, y los que forman un ejército de salvación, pero que juegan a las palmitas.
El elemento que más inquietudes produce en la película es el canibalismo. ¿Por qué canibalismo? Cualquier persona que está viendo la película se les ocurre 100 veces diferentes de alimentarse en ése ambiente, pero no por ello lo critico como un elemento aleatorio. Cada vez tengo más claro que nada en ésta película es fortuito.
La segunda película, que mantiene a éstas consideraciones, es La ciudad de los niños perdidos, con personajes que recogen gran parte de sus elementos de la tradición de las marionetas, completamente exagerados, como el grandullón buscando a su hermanito- comida por toda la ciudad. Y desde luego tienen el gran valor de la ternura.
Años más tarde crearon películas más comerciales, entre las que destaco como paradigma Amélie por su repercusión internacional. En ella en vez de un ambiente posapocalíptico se muestra un París romántico, con elementos opresores en ocasiones, pero con apariciones muy contadas. También la sensación de infancia queda abolida en los personajes y queda sustituida por ése ambiente de lo romántico-bohemio. Con éstos dos elementos, el cine de Jeunet y Caro queda relegado por otras prioridades. Y otra clave para desentrañar éste problema es la ubicación espacial de las películas. En el resto de la filmografía el espacio es ficticio, y en Amélie la concreción es abrumadora, no solo se sitúa la historia en la ciudad de París, sino que más en concreto la podemos situar en el barrio que desciende de Montmartre y Sacre Coeur hacia el centro de la ciudad. De éste modo lo que esperamos de los personajes y las determinaciones del espacio son concluyentes: una pareja de bohemios soñadores. Aunque los realizadores siguen incluyendo secuencias de la poética cinematográfica propia en secuencias muy concretas.Y ésta bajada de calidad, que hasta ahora he visto como negativa, tuvo también sus consecuencias positivas, Amélie es la película más comercial de éstos directores, y con la que han conseguido prestigio internacional (nada menos que 5 nominaciones a los Oscar). Y posiblemente gracias a la etérea Amélie Poulain se hayan dado a conocer el resto de películas.
Pero la poética no está solo en las narraciones. Los elementos expresivos de la imagen los llevan al extremo para ejercer con ellos tomas únicas. Del mismo modo que en los personajes, en la imagen también hay una serie de elementos repetitivos, dónde el uso del color es el principal. En todas sus películas la mayor parte de la pantalla es en tono sepia (que cuadra muy bien con el aspecto atemporal) pero en todos os encuadres introducen elementos verdes y rojos. Cualquiera que haya pintado un poco sabe lo complicado que es trabajar con ésta pareja sin que ella sea la protagonista, y Caro (el director de fotografía) lo consigue. Y esto además lo que hace es crear una firma propia, permitiendo una mayor agilidad a la cámara, incluso algunas escenas que bien podrían haber sido mejor resueltas a nivel de grabación. Nos les queda mal, porque el espectador está mirando más a los colores que a la propia composición de la imagen.
Quería puntualizar que "Delicatessen" y "La ciudad de los niños perdidos" están dirigidas por los dos, pero en "Amelie" sólo participa Jean P. Jeunet. Marc Caro no participa de ésta última cinta. Siguió haciendo películas más oscuras como "Vidocq"
ResponderEliminarGracias, Dani. ¿Más oscuras...? Sí, seguro que tienes razón
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