Por Ana de Fontechas
Objetos olvidados, guardados, arrinconados, instrumentos inútiles, recuerdos, tonterías…,simples cosas, pero siempre están ahí. Inmóviles, congeladas en el fondo de la imagen, casi inapreciables, a veces absurdas, nulas. En pocas ocasiones la cámara se frena y las explica, ¿será porque dan demasiada información?¿no interpretan los objetos, desde lo lejos, más de lo que creemos?
El personaje, nuestro gran protagonista, se da la vuelta y detiene la mirada en algo, incluso lo coge, hace que el espectador adormilado centre su atención en aquello que hasta el momento era invisible, casi transparente. Lo usa. Se acerca al siguiente objeto, quizá no llega a cogerlo, solo pasa por delante. Esto ocurre inevitablemente así, siempre así.
Una pistola, un cuchillo tras la espalda o un cigarro… son los sujetos inanimados que gozan de mayor respeto, pero el resto, millones de detalles estáticos, ¿son mero atrezo o hilos substanciales que guían el itinerario de la historia?
“No son más que cosas”. Sería una opinión. No es la mía. La elección de las cosas tienen más importancia de la que se pudiera pensar. Un cine sin objetos, un gran director, unos maravillosos actores, una localización estupenda …y podría no llegar a nada. Miro desde la perspectiva de un espectador cualquiera que compra una entrada cada dos meses para ver una película taquillera, pero también desde la de un entendidillo que va a deleitarse con las novedades de su cine favorito, quizá cine de culto. Ambos necesitan identificar su mundo en la pantalla a través del ambiente que crean los objetos que aparecen discretamente, en un segundo plano, pero que coinciden con el mundo cotidiano del espectador.
¿Qué es una persona sin sus cosas? Parece superficial, quizá algo tremendista. No me refiero a aparatos de última generación, pijaditas absurdas o posesiones con gran valor sentimental, o sí….¿No pueden las cosas afirmar nuestra identidad en muchas ocasiones? ¿No pueden definir nuestra identidad varios objetos acumulados? Pertenecemos a una era excesivamente consumista, pero desde siempre el hombre se ha definido, en gran parte, por los objetos que conforman su mundo.
Basándome en la idea anterior, para mi los objetos tienen una importancia esencial en el cine. No defiendo con esto el materialismo, pero creo que seríamuy difícil comprender una película sin esos pequeños detalles en segundo plano, que contextualizan la historia. Son como señales de tráfico en una maraña de imágenes, movimientos, personajes, diálogos, flashbacks …, que crean un código para empatizar con el espectador, para hacerle entrar de forma sutil en un mundo de ficción.
Siendo los objetos necesarios para el buen desarrollo de unapelícula, su elección es muy importante. Deben ser tratados casi como referencias históricas, matices estéticos, detalles de caracterización que den solidez a una idea. La creación de un contexto apropiado.
Está claro que un mismo lugar o un lugar diáfano como se expone en “Dogville” de Lars Von Trier o en la idea de dogma, puede crear en principio algo de desorientación, pero hace fácilmente comprensible el desarrollo temático. Puede parecer desconcertante porque no estamos habituados a los lugares que propone dogma en la pantalla, aunque tenemos referencias de este tipo en el teatro. Pero este ejemplo muestra claramente que los objetos reclaman su relevancia. Son las cosas, las que van marcando los lugares y describen a un personaje desubicado espacialmente, las que dan veracidad y sustentan tanto al personaje como a la historia. Podría describir y nombrar gran cantidad de objetos en lo que me he fijado durante meses para poder afirmar esto. Insignificantes materias soportan el peso argumental en muchos momentos de la historia del cine Desde un revolver en un western, cualquier tipo de armas homicidas en thrillers, modernos aparatos en películas del espacio…En la película ‘’La Huella’’ y comparando la versión antigua de 1972 con la moderna de 2007 llego a la conclusión de que los objetos determinan la historia en sí.
En la versión antigua dirigida por Joseph L.Mankiewicz, la trama se desarrolla en una casa grande repleta de cacharros extraños, muñecos autómatas, recuerdos viejos, antigüedades…que componen un ambiente recargado, que transmite la sensación de circo o escena rocambolesca, recreando así una historia rara para la mentalidad del momento.
La nueva versión dirigida por Kenneth Branagh, en contraposición, elige como lugar una casa grande, idéntica por fuera pero rehabilitada por un arquitecto famoso. Pocos elementos, pero perfectamente escogidos, dan la sensación de modernidad, lujo y diseño.Ahora la historia transmite otro tipo de locura y excentricidad, que contextualiza con el momento actual y coincidiría más con una enfermedad que con una obsesión.
Estas dos películas cuentan lo mismo y resulta muy interesante observar como varia la sensación del conjunto dependiendo de los objetos que la contextualizan. Siendo la misma ficción, la percepción de la historia es muy diferente.
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