Un film de Marco Bellocchio
Por Javier Ramírez.
¡Guerra, guerra! Vincere es una película agitadora. De guión un poco flojo e irregular, pero de una fuerza abrumadora. Y sobre todo, totalmente desacomplejada.
Más allá de lo que cartel, tráiler, e incluso alguna crítica hagan parecer, no es una obra de corte historicista en un sentido sobrio y académico (sin entenderse con esto crítica alguna hacia ese estilo). Es una obra de rebeldía en el montaje, de mensajes que invaden la pantalla, de actuaciones expresionistas, de músicas que subrayan y te mueven físicamente. No te la tomas en serio, pero te hace reflexionar.
Su mensaje no es novedoso, ni mucho menos deslumbrante. Puede incluso recordar en cierta manera a El intercambio de Clint-Eastwood, lo cual tiene su gracia, pues casi pareciese una mofa del exagerado y manipulador melodrama protagonizado por Angelina Jolie.
Nos situa en una italia de principios de siglo, con un Mussolini implacable y ambicioso (en todos los sentidos) cuyas desventuras con Ida Alser serán la base de todo el film. El rechazo por parte de Mussolinni de su primogénito y de toda relación con la bellísima mujer generará una historia de amores frustados, oscurantismo político y desesperación. El trabajo de los actores es realmente destacable (Giovanna Mezzogiorno y Filippo Timi), contando con que no son interpretaciones naturalistas, sino totalmente expresionistas en concordancia con el tono, en parte, desenfadado del film.
Vincere es interesante en la forma, aunque pueda hacerse lenta por momentos. Tiene una fotografía muy cuidada con especial hincapié hacia el color. Es cine, sí, pero también podría ser teatro en cierta manera. Sus cualidades la alejan de posibles comparaciones, y no creo que sea valorable en claves de crítica cinematográfica al uso. Es posible que todos los elementos que yo encuentro destacables, para otro pasen incluso desapercibidos, por tanto, nos encontramos ante una valoración de una subjetividad altísima.
El respeto y protagonismo que Bellocchio permite al trabajo actoral, generando momentos cuyo foco es exclusivamente la interpretación, y sumando lo "especial" de la forma, acostumbrados al inmortal "método", es un punto a tener en cuenta. La utilización de metraje de archivo en grandes cantidades, pero de forma inteligente, da estabilidad al lenguaje escogido. Las contínuas referencias cinematográficas de la época así como la importancia del mismo durante todo el metraje, expresan esa intencionalidad de alejarse del cine contemporáneo.
Vincere, y espero no estar loco al decir esto, es una obra para arrancar grandes sonrisas y abrir ampliamente los ojos en un intento de recuperar un cine basado en la fascinación.
¡Fascismo, fascismo!
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