El Cine como forma expresiva y estética

lunes, 1 de marzo de 2010

“Amerrika, ya no hay sueño”

Por Natalia Martín


Comienza la película con una sugerente melodía árabe (que será la música predominante de todo el largo) mezclada con los sonidos continuos de una ciudad ruidosa, que nos introduce, desde el primer momento, en algún lugar de oriente próximo. Los créditos son muy sutiles, se superponen en blanco sobre la agitación del fondo. La cámara sigue el paso rápido, a contra lectura, de una mujer, Muna, a la que prácticamente no abandonará durante los 96 minutos que dura la película. La historia de esta mujer es la historia de una madre cargada de energía positiva y vitalidad que se marcha de su tierra, en este caso Cisjordania, con su hijo con la esperanza llegar a EEUU y de encontrar el inexistente sueño americano. Sin embargo nada más aterrizar, descubre algo totalmente diferente, un lugar donde no siente que pueda encajar nunca.
La película, primer largometraje dirigido y escrito por la directora Cherien Dabis, pretende mostrar lo difícil que puede resultar para un árabe integrarse en la sociedad norteamericana, en un contexto de tensión política entre EEUU y Oriente Medio. Las torres gemelas han caído, Irak está siendo invadido por las tropas americanas y todo ello propicia un contexto social marcado por la paranoia, las fobias y los prejuicios que mira con recelo a cualquier musulmán, aunque se trate de una madre y un hijo absolutamente inofensivos, porque pueden convertirse en una foco de destrucción de la población.
El ritmo narrativo que consigue Dabis es aceptable, sin grandes momentos de tensión ni de tedio. La fotografía, sin introducir innovaciones llamativas, tiene bastante calidad y en ella cabe destacar la diferenciación cromática que se establece entre las localizaciones de Palestina y las de Norteamérica. Mientras que, al principio, se muestra a Cisjordania como un lugar cálido, familiar, donde resaltan los tonos cálidos, ocres y rojizos, terrosos y amarillos del desierto, cuando los protagonistas aterrizan en Illinois, se encuentran rodeados de una atmósfera blanca-azulada, fría, aséptica, un poco hostil, que agranda su soledad y nostalgia.

En mi opinión, el interés de esta película radica en que representa la otra cara del cine americano (es una coproducción entre EEUU, Canadá y Kuwait), tan acostumbrado a las superproducciones y a los presupuestos desorbitados. Amerrika es una película de corte independiente, más cercana al cine europeo, que pretende acercarse al estilo semi-documental, con el uso de la cámara en mano y apostando por temas sociales.
Cuenta en el reparto con una de las más importantes y conocidas actrices palestinas: Hiam Abass, que en su papel secundario de hermana de Muna, demuestra una magnífica interpretación. El resto del reparto, menos conocido, está integrado principalmente por árabes o árabe-americanos, a lo que la directora, cuenta, que dejó margen para la improvisación con el fin de lograr interpretaciones más naturales y honestas.
Se trata de una película amable, sin grandes pretensiones políticas ni adoctrinadoras que no va a remover conciencias. Es una propuesta simpática y esperanzadora, quizá en exceso, en la cual, la denuncia social de la situación de exclusión en la que viven los musulmanes residentes en EEUU, resulta dulcificada por el tono general, en ocasiones cómico, en el que se desarrolla la historia. No se siente, al verla, la rabia que provoca una situación injusta como ocurre, por ejemplo, al ver “Los limoneros” de Eran Riklis. Ese es su punto negativo, a mi parecer, además del carácter bastante previsible y americanizado del final.

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