El Cine como forma expresiva y estética

jueves, 25 de marzo de 2010

SORGO ROJO (1987)

Por Rosana Arroyo




Es la primera película de Zhang Yimou como director.
En el arranque una voz en off va narrando la historia de sus abuelos, acompañándonos durante toda la película.
Aparece un primer plano con detalles del rostro de la joven novia, el acicalamiento para la boda; todo es rojo sobre fondo negro.
Traslado de la novia en el palanquín, en un paisaje de tierra yerma hacia su esposo, como en una bombonera cerrada y vigilada por dragones, que encierra una maravillosa promesa, lista para ser desentrañada.
Los cambios rápidos de planos cortos de detalles, pies, rostro, tijeras, apertura de la cortina; los planos medios de los pies saltando sobre la tierra, los torsos desnudos, la cámara fija, con el movimiento enfocado, el gesto de angustia con el fondo rojo, la tierra seca y el sol a plomo, la música popular china, y el ritmo desacompasado del interior con el exterior, consiguen una estructura de tensión creciente hasta que la novia rompe en llanto, luego todo se tranquiliza, silencio, y una curva en el camino.
En las escenas de persecución en la plantación el reflejo del sol contra los ojos del espectador y las hojas del sorgo, la intermitencia de ambos elementos, la velocidad de la cámara siguiendo la carrera en un primer plano, que provoca que se intensifique la falta de visón; planos cortos intercalados y rápidos, son los elementos que utiliza el director para crear la inquietud necesaria. Una vez vistas las caras y decidida la faena, la cámara fija, el sol reflejándose sobre las hojas movidas por el viento, un plano que va subiendo lentamente a la vertical, junto con los tambores y el sonar de trompetas celestiales, nos hablan de una consumación poderosa… después una calma lineal, mientras ella avanza sobre el burro, primer plano del rostro con gestos leves, sutiles casi imperceptibles, el arte de menos es mas.
Plano secuencia con un movimiento lento, mientras hablan los trabajadores sobre el asesinato del patrón, la iluminación cálida e intimista me recuerda las pinturas sugerentes de los holandeses, donde lo enfocado adquiere protagonismo, mientras lo demás permanece atrapado en el misterio y la incertidumbre de la oscuridad. La misma sensación al recrearse en la estética de las bodegones que propone constantemente, utilizando objetos, cuerpos, fondos, luz de fuego y el rojo del vino, de nuevo, su rojo, y el vino quizás utilizado como otro personaje protagonista, para marcar un antes y un después, en distintos momentos importantes de la película, el fuego y el vino, y la sacralización del vino, el fruto de su trabajo, que sirve para comulgar, celebrar, desinfectar, proteger haciendo un circulo, crear altares, sellar la promesa por el amigo muerto.
Pisar el sorgo para hacer una carretera, mostrar la imagen desde arriba, utilizar al pueblo sometido, con la cabeza agachada, para amputar el poco fruto de una zona desértica, desollar una vaca, poner la piel entera sobre el capo del camión, colgar a los prisioneros de las manos con los hombros rotados, en una postura contorsionada, doblegada, primer plano de detalle del torso musculado, suficientemente impresionante, utilizar los ritmos y el sonido de las voces, y por ultimo desollar al humano. No es necesario asistir a la consumación de la barbarie, hay suficientes signos que nos hacen mantenernos en vilo, es interesante como se construyen dentro del espectador los momentos de tensión, como te deja sostenido en la sensación, encogido, acongojado y como finaliza con el plano picado del artífice enloquecido.
Se planea la rebelión contra los japoneses, asistimos a un momento de calma antes del desenlace, la presentación del desayuno de manera ritual, la composición de las tinajas, el rostro preocupado.
Utiliza la cámara lenta para contarnos la tragedia de cada uno de los personajes, congela en un ritmo lento una situación enloquecida, la música dinámica, la misma del comienzo, y demasiado folclórica, contrasta con el dramatismo de la situación, estalla todo por los aires y de nuevo el fuego y el vino, zanjan una situación.
La belleza del cierre, trata la muerte de la madre con un sentido poético exquisito, acontece un eclipse y la imagen se vira de rojo intenso lo que acentúa el dramatismo del momento y a la vez lo enviste de trascendencia, el padre permanece en un estado de ausencia y el hijo arranca en un canto de bendiciones para su madre muerta…”mama, mama emprende tu viaje al cielo del oeste…”
El sorgo movido por el viento parecen alas de pájaros que vuelan en sentido de la lectura con una cadencia armónica y por ultimo el sol ya liberado y centrado en la imagen como un punto incandescente y lejano mientras aparecen los créditos en blanco.
La película tiene una estructura de picos, tensión y calma se alternan constantemente, en la calma utiliza imágenes muy estables y horizontales, la composición y calidad de la fotografía y como pinta la luz, envuelve toda la obra, una película, si, maravillosamente costumbrista, que te arraiga en la tierra desde el principio, en la gente sencilla, en lo esencial, y siendo la primera de Zhang Yimou, además, a mi, me ha encantado.

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